Que haríamos sin nuestra querida Matriz de Eisenhower. Aún recuerdo la primera vez que me la enseñaron. Recuerdo perfectamente quien lo hizo y en qué contexto. Y debo reconocer que me encantó. Como algo tan simple, podía ser tan potente.
La matriz correlaciona la importancia y la urgencia, dando lugar a cuatro categorías: importante/urgente, importante/no urgente, no importante/urgente, no importante/no urgente. De esta forma podemos priorizar nuestras tareas, y por tanto, darles salida de la forma más adecuada según la combinación de importancia y urgencia.
Importante es todo aquello que es clave para conseguir mis propósitos.
Urgente es todo aquello que debe ser atendido y/o realizado en un corto espacio de tiempo.
Así que a partir de aquel entonces, siempre intentaba diferenciar las tareas importantes y las urgentes. Y clasificarlas según los cuatro cuadrantes de la matriz. Al menos creía que lo hacía.
Años más tarde de aquel momento, he sido consciente que realmente la matriz no me era suficiente para priorizar adecuadamente. En momentos críticos sí que ha sido un elemento de ayuda en la toma de decisiones, pero, como mínimo a mí, no me ha sido útil desde el punto de vista de conseguir un flujo sostenido en mi efectividad.
Priorizar adecuadamente únicamente con estos criterios acostumbra a ser insuficiente. Sin ir más lejos, si no tenemos los propósitos claros, la urgencia prevalece sobre la importancia. Ya de por si lo hace, pues aún más si no tenemos claro que es importante para nosotros. Y la determinación de la urgencia casi siempre es terriblemente subjetiva o está influenciada por múltiples circunstancias.
Sustentar nuestra productividad al uso de esta matriz no es un buen negocio. Aunque parezca una herramienta tremendamente objetiva, no lo es. Bueno, quizá en sí, si que lo sea, los que no somos objetivos somos nosotros. La realidad nos revela que al determinar que tarea hacer en cada momento estamos influenciados por otras cosas, como son la energía y tiempo disponibles o el contexto en el que nos encontremos (no todo se puede hacer en todos los sitios).
Y otra cosa, nuestra intuición es mucho más potente que todo eso, pero para que funcione bien, debemos aprender y entrenar otras cosas más allá de la matriz. En realidad nuestra efectividad es precisamente esto.
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