Revista Cine

10a. Semana del Cine Nórdico/I

Publicado el 09 septiembre 2010 por Diezmartinez
10a. Semana del Cine Nórdico/I
Una buena y otra mala. La buena, es que el día de hoy y hasta el 19 de septiembre, la Cineteca Nacional presentará la Décima Semana de Cine Nórdico, con siete películas escandinavas (es decir, suecas-finlandesas-noruegas) nunca antes exhibidas en México. La mala, es que el ciclo inicia con la que será, muy probablemente, la única cinta fallida de todas las exhibidas: Mamut (Mammoth, Suecia-Alemania-Dinamarca, 2009), del cineasta sueco casi desconocido en México Lukas Moodysson. El porqué los programadores de la Cineteca elegieron este filme para abrir la semana fílmica nórdica sería inexplicable si la cinta de marras no fuera protagonizada por, qué remedio, Gael García Bernal.
Y hasta eso, Gael es el menor de los problemas en el séptimo largometraje de Moodysson. El ubicuo actor mexicano se ve relajado y seguro en el papel de Leo Vidales, un hombre joven, alegre y desenfadado, bien casado con la bella cirujana con insomnio Ellen (Michelle Williams), y papá de la encantadora y precoz niñita interesada en la astronomía Jackie (Sophie Nyweide). La idílica familia nuclear Vidales vive en un exclusivo piso en el Soho neoyorkino, con todo y amplísima terraza y, de pilón, una comprensiva y servicial nana filipina, Gloria (Marife Necesito), que tiene a sus dos hijos pequeños al otro lado del mundo, al cuidado de la abuela. Leo tiene que viajar por varios días a Tailandia a firmar un millonario contrato -el tipo es creador de vídeojuegos: de ahí toda la lana que tiene- mientras Ellen se queda en Nueva York trabajando en el hospital de noche y tratando de dormir de día. Jackie, por su parte, es criada en el tagalo y en el amor por su omnicomprensiva nana Gloria.
Moodysson es un cineasta con oficio y no hay una sola escena que no funcione, visualmente hablando. El hospital en donde trabaja Ellen, el enorme departamento familiar de los Vidales, la pequeña casa filipina donde se apeñuscan los hijos de Gloria, el exclusivo hotel tailandés en donde se hospeda Leo, el bungalow a la orilla del mar a donde se escapa él mismo, aburrido de todo y de todos... Cada espacio fílmico en el que se aparecen los personajes se ve y se siente genuino y la cámara de Marcel Zyskind se mueve con funcionalidad, sin renunciar a ciertos chispazos de elegancia en el manejo del encuadre ni a uno que otro arrebato preciosista -especialmente cuando Leo se baña en la paradisiaca playa tailandesa.
Es la historia, escrita por el propio Moodysson, la que provoca tirria. Si alguien piensa que los guiones de Guillermo Arriaga se regodean, a veces, en su tremendismo, es que no ha visto Mamut. Pero vamos por partes. Ya que Leo se aburre como ostra, pues su socio no lo deja regresar a Estados Unidos por tres millones de dólares de más o de menos, el joven diseñador de vídeojuegos decide conocer "la verdadera Tailandia", lo que significa irse a vivir a una playa y explorar los bajos fondos de Bangkok, en donde conocerá a una joven prostituta a la que, cliché obliga, tratará de sacarla de ese "muladar" en el que vive. En Nueva York, mientras tanto, Ellen trata de salvar la vida de un niño apuñaleado por su propia madre. Y en Filipinas, Manuel (Martín Delos Santos), el hijo mayor de Gloria, decide hacer lo que sea para ganar dinero y que su mamá regrese de Nueva York.
El resultado de tales historias entrelazadas no podía ser más ofensivamente gratuito: Leo termina encamándose con su putita a redimir (eso sí, le deja una pluma de 3 mil dólares hecha con restos de mamut), a Ellen el niño apuñaleado se le muere en el quirófano y Gloria, por su parte, sirviendo de mamá sustituta de Jackie, se entera que su hijo Manuel ha sido encontrado bajo un puente, violado por un pederasta. Por lo mismo, Gloria deja a los Vidales para regresar a Filipinas, Leo vuelve con la culposa cola entre las patas a Nueva York sin haber salvado a nadie y Ellen no tiene tiempo para deprimirse por el niño que se le murió al operarlo, porque tiene que ir a cuidar a su hijita abandonada por la nana, quien ya viaja a Filipinas en busca de su hijo sodomizado.
¿Hay alguna ironía en ello? ¿Una crítica a las crueldades inevitables de la vida? ¿Acaba de descubrir Moodysson que, como dijera un gran filósofo, "shit happens"? La imagen final, con la idílica familia nuclear Vidales unida, no deja espacio para nada, a no ser un repelente cinismo que, supongo, no es intencional: "Hay que buscar una nueva nana", dice Leo, mientras besa a Ellen y a Jackie. Moodysson ve esto sin distancia de ningún tipo, doliéndose no tanto por la violación del hijo de Gloria sino porque ese "pequeño" inconveniente ha provocado que la tranquilidad de estos buenos neoyorkinos bienintencionados haya sido rota.
Por supuesto, escribo que el desenlace resulta cínico pero, insisto, no creo que haya sido intencional. Moodysson ha hecho una película con el típico sentimiento de culpa del hombre blanco -¿y escandinavo?- que no puede soportar los sufrimientos del Tercer Mundo pero que tampoco puede hacer nada para tratar de remediarlos, a no ser un cine chantajista y tremendista de la peor calaña. Y sí, mucho peor, porque Mamut está impecablemente realizado. Hasta puede confundirse con el buen cine.
Mamut se exhibe hoy en la Cineteca Nacional, a las 19 horas.

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