Revista Comunicación

11 años después

Publicado el 08 abril 2014 por Lorena White @lorenagwhite

El día que mataron a José Couso no escribí ni una sola línea. Ni un solo apunte. Todo fue tan vertiginoso y tan tremendo, que no me dio tiempo. El 8 de abril de 2003 es para mí una hoja en blanco desde que a primera hora de la mañana un tanque nos metiera un obús en la habitación y matara a José.

Estas líneas son de Jon Sistiaga, compañero de José Couso en la cobertura de la Guerra de Irak. Pertenecen a un artículo que se publicó el año pasado, con motivo del décimo aniversario del asesinato de Couso. Creo que a muchos hoy nos gustaría rememorar el aniversario de tan doloroso suceso diciendo que, por fin, aunque tarde y mal, se ha hecho justicia. Pero nada más lejos de la realidad. El asesinato de José Couso sigue siendo una herida abierta 11 años después, una prueba de la incompetencia de algunos y del afán por silenciar un Periodismo curtido en conflictos, donde ellos (periodistas, redactores, reporteros gráficos y cronistas) son los testigos de las peores caras del ser humano.

josecousoaniversario

Si no fuera ya de por sí vergonzoso que el caso Couso siga en ese suspenso desde hace 11 años, sin responsables, sin condenas, sin culpables; el panorama actual, con la nueva reforma de la Justicia Universal aprobada por el Gobierno, no hacen que la situación sea mejor. Recordemos que la nueva ley acaba virtualmente con el principio de Justicia Universal por el que se autoriza a cualquier país a investigar, buscar culpables y juzgar fuera de sus fronteras los crímenes contra civiles.

Aun así, el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, dejó claro no hace mucho que él no iba a aplicar la nueva ley en el caso de Couso. Y aunque eso le ha valido para ganarse algunos enemigos (ultimamente a los jueces les crecen dichos personajes como setas a su alrededor), Pedraz se aferra al IV Convenio de Ginebra sobre protección de las personas civiles en tiempo de guerra y rechaza archivar la causa por el homicidio de Couso. Un homicidio que se ha querido dar de lado desde el principio y que hoy se recuerda como un episodio negro de nuestro periodismo.

Porque no fue un simple gaje del oficio. Los periodistas que cubren conflictos saben que pueden perder la vida en un asalto, en una emboscada o en cualquier tipo de ataque al intentar retratar la cruda realidad de una guerra; pero que no nos vendan humo, no es lo mismo un daño colateral que un crimen de guerra.

Y eso, al contrario que a algunos sus promesas, no se nos olvida.

Sí, fue un gaje de nuestro oficio. El oficio de contar la guerra. Sí, fue un crimen de guerra, porque se disparó premeditadamente contra civiles. Y sí, alguien debería responder por haber dado esa orden. Porque si matas al testigo, matas la esperanza, asesinas la verdad y permites la impunidad. Y la muerte de José, mi colega, mi amigo, el walking smile que le llamaba el también asesinado Taras, lleva 10 años impune. (Jon Sistiaga, El País. 7/04/2013)


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