Llueve y las gotas al caer lo hacen como una lagrima resbalando sobre la mejilla.
Llueve en Madrid y las lágrimas resbalan por los edificios testigos mudos del día que conmemoramos.
Vuelvo de un largo pasear por los alrededores, las luces de la noche comienzan a alumbrar mi recuerdo y la lluvia que me acompaña aviva el sentimiento.
Hoy llueve en Madrid por todos aquellos que sus vidas perdieron, por los heridos que quedaron y por los huérfanos ciudadanos que en esta ciudad y en toda España seguimos nuestro caminar con un enorme peso en el alma.
Poco a poco tengo la sensación de no ir sola por mi paseo, sino que noto la presencia de todos aquellos que hoy se sienten homenajeados pero a la vez utilizados, asesinados y a la vez ultrajados, y que la misma enajenación que les llevo a la muerte hoy se vuelve a realizar para manejarlos por sus propios conciudadanos.
Monumentos en su honor de uno u otro color o consigna, enfrentamientos de unos y de otros en su nombre y todos con una mascara de dolor y un pensamiento único, el voto de los muertos.
Llego a casa y enciendo una vela, la pongo en el salón y con su única luz y una suave melodía como la que suena en este momento reconstruyo el día en mi sentimiento, yo no he cambiado, el dolor sigue doliendo y la impotencia sigue apareciendo, el no entender me embarga al igual que en aquel otro 11 de Marzo de hace hoy siete años.
Siempre en mi recuerdo.