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El 11 de marzo de 2004 fue uno de esos días que nunca se olvidan, pese a que ya hayan pasado 9 años, desde que se produjese el atentado más brutal que ha sufrido nuestro país, aún recuerdo ese día como si fuese ayer.
Por aquel entonces, me encontraba en el primer año de carrera. Estaba llegando a clase de historia y apenas había media docena de personas en clase. El ambiente estaba raro, triste, confundido y nos empezamos a preguntar: ¿qué ha pasado?, ¿por qué no había venido nadie a clase?. Y entonces empezamos a oír rumores, de que si había habido un accidente tremendo en Madrid, que si no eran un accidente y era un atentado… Por lo que decidimos bajar al barrio para encontrar un bar con una televisión para informarnos mejor de lo sucedido, y comprobar con nuestros propios ojos la brutalidad de los hechos.
Diez, fueron las explosiones que se produjeron en cuatro de los trenes de cercanías de Madrid (Atocha, Téllez, Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia). Una masacre que causó 191 muertos y 1.841 heridos. Hoy, en el noveno aniversario del atentado del 11-M son múltiples los actos de homenaje y recuerdo a sus víctimas, a sus familiares y amigos. Muchos son los suplementos y especiales que circulan por la red y que los medios de comunicación han recogido. En ellos se narran los testimonios de algunas de las víctimas que afortunadamente salieron con vida, o de los familiares y amigos que perdieron a alguien en la masacre. Testimonios que te dejan con la piel de gallina, y que te hacen inevitablemente derramar alguna lágrima, viendo como 9 años después siguen con temores, miedos, ansiedad, medicándose, tratándose. Como les cambio la vida, como afrontan el día a día, como algunos intentan rehuir hablar del tema con la intención de evitarse ese dolor y poder rehacer sus vidas, otros sin embargo, sienten la necesidad de desahogarse, de expresarse, de contar a los cuatro vientos como se sienten para librarse de ese dolor. De cómo no sólo cambio sus vidas, de manera psicológica, sino también física, con daños corporales, operaciones, a veces patentes, a veces internas, y en muchos de los casos deterioros irreversibles. Secuelas que provocan que los hechos no caigan en el olvido, que impulsan a seguir adelante, a seguir luchando y abogando por la paz y la libertad, y sobre todo rechazando y condenando la violencia, ya sea de índole política, filosófica, ideológica, racial, étnica, o religiosa. Por eso, hoy 11 de marzo de 2013, quiero mostrar mi apoyo a estas familias y amigos con este artículo, para que sientan que no están solos en esta lucha contra cualquier tipo de violencia, ya sea terrorismo, crímenes de guerra, conflictos armados, pero sobre todo abogando por la libertad y la vida, dos de los bienes más preciados que existen.