Ya me parece verte otra vez alejándote calle abajo llevando el infierno contigo. Bajo una tormenta que llora tu nombre te he vuelto a maldecir más veces de las que serías capaz de soportar. A estas alturas te has ido ya miles de veces. No sé si te conozco o te olvidé en el fondo de las botellas que vacié en cien madrugadas. Y aun así, miras con ese mismo ademán que la veo a ella en cada uno de mis latidos, con un estremecimiento que me atormenta y me hace dudar sobre quién llegó primero; sobre quién se fue después.
Te quiero porque la deseo a ella, porque la amé tantas veces que no tengo ahora dónde guardar el eco de todo el amor que le grité. Quizá pensando en ti aunque aún no hubieras llegado; quizá pensando en ella como el centro de un cuadro, bello como el firmamento, que ahora se pudre cara a la pared en uno de los rincones más oscuros de mi existencia.
Empiezan a hastiarme los celos que volcarás en mí, pero lo compenso con los amaneceres que ya me has dado, aunque por más que me empeñe no encuentre motivo alguno para hacerlo. Quiero que sepas que el daño que aún no te he hecho lo hice sin querer. Que todas aquellas cosas horribles que te escupí fueron porque me dejé llevar y porque solo tú sabes cómo arañar mi alma.
Quiero que hasta el fin de tus días, seas consciente de que jamás te perdonaré todo el dolor que todavía no me has provocado. Por ello hoy soy cobarde y dejo manifiesto impreso de ello. A pesar de todo, te ofrezco mi vida en un beso que nunca será tuyo porque lo mandé antes de que llegaras.
Te adoré tanto que no puedo dejar de releer las cartas que aún no me has escrito, ahora que todavía no me has dado la espalda y me has dejado tan solo que me siento la estrella más remota del universo, mirando mi propia sombra encogida de hombros. La misma que mañana temprano, el sol proyectará en el paso de cebra que una vez pisamos, mientras buceaba uno en la mirada del otro como si no existiera nada a nuestro alrededor.
Te quiero como jamás nunca podré volver a hacerlo, pero una vez más fuiste demasiado puntual, demasiado exacta. Y en tu ausencia de retraso e inexactitud, no he encontrado el momento en el que poder decirte que ya no puedo quererte porque me resulta imposible.
Y con esta forma de anticiparme reúno el valor para confesarte que nunca te merecí porque nunca fui tuyo. Ni de nadie. Tan solo del tiempo que, como una pesadilla, me traiga el recuerdo de quien fuiste para clavarte una y otra vez en todas mis heridas.