Revista Cine

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Publicado el 21 octubre 2020 por Jimmy Fdz

En algún momento, pasados los años, ya eran cosa común que algunas personas bromearan con que editarían y publicarían hasta la lista de supermercados de Bolaño, pero no lo comparto porque sus libros póstumos me gustan y me parecen muy buenos, en algunos casos excelentes.

Para empezar, parece obvio que nadie considera realmente a 2666 como una novela póstuma, aunque al parecer Bolaño no alcanzó a terminarla, pero como se publicó no mucho después de su muerte y por su magnitud, da la impresión de que fuera una novela plena, plena así como "publicada por alguien que sigue vivo". Al menos esa es mi impresión, y de todas formas, de todo lo que se puede decir de semejante obra, monstruosa obra (pero monstruosa en un sentido de genialidad difícil de medir), no hay mucho que decir en cuanto a reparos. Es una novela fascinante por donde se le mire, por la parte que se quiera. Por la parte de los críticos, o por la parte de Amalfitano, o por la parte de Fate, o por la parte de los crímenes, o por la parte de Archimboldi, ese escritor misterioso y enigmático.

Pero antes de continuar, debo decir que pensé que nunca leería a Bolaño, por la sencilla razón de que no tenía dinero. El año pasado, sin embargo, un amigo me prestó Los detectives salvajes y luego 2666, y como para entonces ya me había inscrito hace rato en la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, luego me fui pidiendo todos los libros de Bolaño que tuvieran, así me los leí todos a excepción de Putas asesinas y Nocturno de Chile, y claro, su poesía. Todo esto me hizo recordar a un compañero de la puta universidad de mierda, un tipo presuntuoso pero sumamente inseguro y con complejo de inferioridad, que siempre quería andar impresionando por algo, y que le gustaba andar con un libro de cuentos completos de Bolaño para todos lados, libro que sacaba a pito de nada y que dejaba por ahí, así como para que alguien lo mirara y, no lo sé, le preguntara algo al respecto, que es precisamente lo que solía suceder. Dudo que haya leído más de cien páginas, pero aunque lo haya hecho lo presuntuoso no se lo quita nadie, mucho menos lo inseguro. Lo más risible era que decía "voy a dejar mi libro ahí", y ni siquiera era su libro... Pero en fin, mírenme, con mi lengua viperina. De todas formas, como siempre y en todos lados, hay gente que es y gente que finge ser.

De 2666 es difícil quedarse con sólo una parte. La parte de los crímenes es como un laberinto, en cualquier caso una enrevesada y endemoniada trama con personajes que viven siempre al filo de la mentira y la muerte, en un escenario cruel y violento, y no es para menos, si el eje son los múltiples e interminables femicidios que se acumulan uno tras otro, descritos en forma tan desapasionada y fría y distanciada que dicho recurso refleja a la perfección la cosificación de la mujer, o al menos esa impresión me quedó: una descripción detallada de cuerpos, pero sólo eso, cuerpos, no personas. Y esta continua descripción, fría y distanciada, es como el agujero negro (o de gusano) del que salen despedidos todos los otros elementos, como los policías machistas (la parte en que se ponen a contar chistes machistas cuando deberían estar trabajando resolviendo esos horrendos crímenes es terrible, y demuestra que, en efecto, el machismo es una cuestión institucional y que nada puede solucionarse si las instituciones son, en esencia, así de machistas), Lalo Cura y esas oscuras organizaciones criminales, y los otros personajes, como el periodista deportivo que sabe mucho más que deportes y cuyos contactos se extienden más allá del mundo deportivo. Toda la parte de los crímenes me tenía ahogado, y la sensación aumenta con el correr de las páginas, gracias a esa atmósfera malsana, de secreto, de mal agüero, de violencia siempre a punto de estallar, y de no saber nada, porque las pistas van muriendo con las personas que las descubren, o si no mueren, desaparecen, lo que es casi lo mismo. Podría decir que es mi parte favorito si no fuera por la parte de Archimboldi, que también tiene de todo: la segunda guerra mundial, un burócrata que representa la banalidad del mal (es increíble lo banal que resulta el exterminio de un grupo de prisioneros o refugiados, como el maldito burócrata lo cuenta, como si no fuera su culpa, como si no fuera su responsabilidad, es tremendo, da una rabia inmensa), un diario que tiene una novela o algo por el estilo, no lo recuerda exactamente pero tiene que ver con autores rusos de ciencia ficción, reales e inventados por Bolaño, un genio a la hora de aunar realidad y ficción. Creo que fue después de que Archimboldi leyera ese diario en una cabaña de un pueblo ruso, que se decidió a ser escritor. Si mal no recuerdo se describen varios libros suyos, o a lo mejor se describen los libros que leía Archimboldi cuando era muchacho, si mal no recuerdo le gustaban las plantas o algo así. Y luego sigue la Guerra, la Segunda Guerra Mundial, claro, y Archimboldi de campaña en campaña, y me gusta la parte en que llega a un castillo en donde hay unos rumanos y una condesa o algo así que tiene sexo duro con el general rumano (o el oficial rumano de mayor rango, el que mandaba por esos lares), sexo que Archimboldi ve en secreto, sexo tan bien escrito que a uno se le pone dura y me recuerda ciertas escenas de Hitomi Tanaka (como el minuto 40:10 en adelante de este enlace), aunque más tarde al general rumano lo crucifican desnudo, y aún muerto impresiona a todos por su enorme verga. Bueno, tampoco les puedo contar todo, ja, ja, pero la Guerra acaba y el tipo vuelve a casa y escribe y se pone misterioso y de culto. Y la vida se pone más tranquila y todo, pero algo tiene que ver un sobrino o algo así, un misterio, otro misterio, misterio que lo lleva a esa ciudad mexicana que es como un émulo de Ciudad Juárez, porque al parecer Archimbolid tiene algo que ver con todo ese caos subterráneo que vimos en las cuatro partes previas. Hay tantas cosas, demasiadas, para recordarlas todas. Esa es su genialidad. Yo feliz volvería a leer esta novela. Maldición que es buena.

Luego salió El tercer Reich, una novela que Bolaño al parecer escribió en los ochenta, lo cual poco importa para decir lo siguiente: también me encantó esta novela de aire fantasmagórico, como de no lugar, sobre este tipo que se queda en un hotel (no sé por qué) y casi todo lo que hace es jugar o pensar estrategias para esos juegos, justamente, de estrategia. Juegos de mesa de estrategia, claro. El tipo es una eminencia. También me gusta la relación entre el tipo y la dueña del hotel. Una novela de misterio pero sin misterios ¿o no? Esta atmósfera fantasmagórica, sin embargo, logra algo muy cierto y muy real: el desmoronamiento del protagonista. Muy buena, sí señor.

Luego salió Los sinsabores del verdadero policía. Si te gustó 2666, no sé por qué se le pueden o deben encontrar cosas malas a esta historia, que es como la base o versión anterior o pre-pulida (si es que algo así existe) de la parte de Amalfitano en 2666. Hay varias cosas que son distintas, como la historia de Amalfitano con su esposa, que acá está muerta y es adorada con veneración, mientras que en 2666 creo que la esposa era simplemente una persona poco interesada en la vida de familia. Me parece que en esta novela Amalfitano es homosexual mientras que en 2666 no lo es. Pero son diferencias no tan importantes a mi parecer, porque se nos cuentan cosas similares, aunque sin ser repetitivo, pues, de hecho, Los sinsabores del verdadero policía tiene como tres veces más páginas que La parte de Amalfitano. Pero, como digo, se cuenta, en esencia, lo mismo: los desequilibrios de Amalfitano, un profesor chileno que llega a esa ciudad maldita a hacer clases, pero que poco a poco se vuelve medio loco, se imagina cosas, la paranoia lo corrompe, especialmente cuando su amada hija (a quien quiere y cuida con tanta veneración como recuerda a su esposa) se mete en problemas, en asuntos nada buenos. Bolaño nos vuelve a sumergir en una atmósfera caótica, enfermiza, esquizoide, oscura pero inevitablemente fascinante. Es su forma de contar las cosas. Yo no desdeñaría en lo absoluto esta novela.

Y más tarde salieron, casi consecutivamente, El espíritu de la ciencia ficción y Sepulcros de vaqueros. Acá ya si que todos comenzaban a preguntarse si era necesario publicar más cosas de Bolaño. Que dejen tranquilo a Bolaño, por favor. Con El espíritu de la ciencia ficción vengo a decir algo similar que en el caso anterior: si les gustó Los detectives salvajes, El espíritu... debería ser también una lectura plenamente satisfactoria. Sé que acá las diferencias son mayores y que, en comparación, El espíritu... es una obra menor (no lo digo yo realmente, detesto esa clase de etiquetas: las obras son lo que son por sí solas, maldita sea), pero eso no le niega su calidad inherente. Es una deliciosa historia de amigos en México, que leen mucho y viven juntos o separados, y se van de fiesta a tomar y comer, hay ambiente literario, cosas por el estilo, y esas vivencias se intercalan con unas cartas que alguien escribe a varios autores de ciencia ficción y la descripción de unos sueños o algo así. Así como Los sinsabores del verdadero policía es como la versión previa de La parte de Amalfitano, El espíritu de la ciencia ficción es una versión temprana de Los detectives salvajes, y yo tampoco desdeñaría el temprano espíritu de una obra maestra de la literatura, porque todos hemos tenido infancia y somos lo que somos gracias a lo que hemos sido. Sepulcros de vaqueros es algo más distinta, pues es un conjunto de tres historias: Patria, que es una versión previa de Estrella distante y el capítulo El infame Ramírez Hoffman de La literatura nazi en América, y más o menos una versión chilensis de Los detectives salvajes, pues acá, si mal no recuerdo, se narra la vida de un grupo de jóvenes que viven o se relacionan en el ambiente literario de su ciudad, hasta que llega el Golpe de Estado y se va descubriendo que algunos de estos jóvenes eran delatores o cosas por el estilo. Hay un par de hermanas que son centrales en la historia, hermanas como las de Los detectives salvajes, pero claro, en versión temprana (o esbozada) y chilensis. La segunda historia son varios episodios de la vida de Arturo Belano, también presente el Golpe militar. En ambos casos se nota que son obras menos completas que las otras publicaciones póstumas, sin embargo no son relatos carentes de entidad ni de autonomía, ni menos de calidad literaria. Entendería que, en estos dos casos, se pueda criticar la publicación de algo que claramente ya había sido refinado y pulido en libros ya publicados previamente. Con todo, se agradece su lectura. El tercer relato es el que más me gusta y el que justifica la publicación y compra y lectura de Sepulcros de vaqueros. Me refiero a Comedia del horror en Francia, una delicia surrealista del que nada les puedo decir, salvo que es hipnótica y que se parece bastante a Monsieur Pain, otra novela (publicada en los ochentas, cuando Bolaño aun no era el monstruo literario que luego sería en los novena y dos mil) que me encanta. Comedia del horror en Francia, una absoluta genialidad.

También se publicaron dos libros póstumos de cuentos, El gaucho insufrible y El secreto del mal. El segundo reúne muchos y cortos, algunos de ellos bastante embrionarios, en donde hay de todo: desde las historias surrealistas u oníricas, pasando por los relatos autobiográficos, así como esas creaciones que son como homenajes a otras obras literarias, además de aquellas otras que son retratos de la vida real (pero no tan autobiográficos). De acá me gustan ese cuento que describe una fotografía, el de la muerte de Ulises, cuando Belano llega al departamento de su fallecido amigo y se encuentra con gordos metaleros. Y eso recuerdo, si me apuran.

El gaucho insufrible tiene cinco cuentos, y no los voy a analizar todos, no. Pero sí me gustan especialmente tres de ellos: El policía de las ratas, que es como una historia de detectives pero en un mundo de ratas; El viaje de Álvaro Rousselot, que si mal no recuerdo es la historia, desgraciada y de mala suerte, de un escritor talentosos pero al que las circunstancias no lo acompañan (o que, en su defecto, siempre lo hacen sentirse mal y nervioso); y El gaucho insufrible, sobre un viejo que se va a vivir a la pampa patagónica y se cuenta su vida allá. Al menos eso es lo que recuerdo de ellos. Hay uno sobre el asesinato de un niño que se cuenta desde dos perspectivas: desde el asesino y desde alguien que ve el asesinato pero que no lo entiende y le otorga connotaciones divinas, como si el asesinato fue un castigo por "portarse mal".

Y eso es todo: mi defensa total a las publicaciones póstumas de Bolaño. Punto final. Y disfruten, si pueden, de la obra literaria de Bolaño.


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