La humildad es una de las virtudes que más subraya santa Teresa. Aquí te presentamos 12 formas de practicarla.
– Claudia Morales Cueto
El castillo de las moradas es un símbolo de la relación con Dios. Entrar es estar en relación con Él. Aunque Dios nunca nos deja, respeta nuestra libertad y la actitud de entrar en el castillo representa el deseo de comunicarse con Él. En las segundas moradas, el orante desarrolló los hábitos que le ayudan a cuidar la relación. En las terceras moradas necesitará practicar la humildad para preparar el corazón para una relación más auténtica y profunda con Dios, con las demás personas y con la creación.
Los hábitos ayudan, pero no son suficientes
Por medio de la atención, la autorregulación y la perseverancia vamos mejorando nuestros hábitos de oración y de vida. Pero es posible que aún estemos atados a muchas cosas y no vivamos con libertad. Lo más probable es que sigamos muy apegados a nuestro ego, a cuidar nuestra apariencia, reputación y a querer tener siempre la razón. En las terceras moradas, santa Teresa nos explica que la humildad es la virtud que nos puede ayudar a vivir con más libertad.
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¿Qué es la humildad?
Humildad es andar en verdad (6M10,7).
Para santa Teresa la humildad otorga un sentido de la realidad propia, al reconocer la verdad personal y la verdad de Dios: lo que podemos nosotros y lo que Dios puede. No se trata de humillarse o sentirse poca cosa, sino de reconocernos criaturas, hijos de Dios, y darle a Él el lugar central en nuestra vida.
La humildad de acuerdo a la psicología positiva
En el libro Character Strengths and Virtues, los investigadores Chris Peterson y Martin Seligman presentan una clasificación de las fortalezas de carácter que son valoradas por todas las culturas alrededor del mundo. Entre ellas está la humildad, que tiene las siguientes características:
- Un sentido preciso (no devaluado) de las habilidades y logros personales.
- La habilidad para reconocer los errores personales, las imperfecciones propias y carencias en el conocimiento, así como las limitaciones (con frecuencia con referencia a un “poder más alto”).
- La apertura a nuevas ideas, información diferente y consejos.
- Mantener en perspectiva las habilidades y los logros personales.
- Estar poco centrado en sí mismo, o capacidad para olvidarse de sí mismo.
- Aprecio del valor de todas las cosas, así como de las muchas diferentes maneras en que las personas y las cosas contribuyen a nuestro mundo.
La humildad nos ayuda a reconocer nuestra verdad
Esta fortaleza de carácter nos protege de la soberbia, pues nos ayuda a vernos sin maquillaje, sin máscaras, y permite romper el ídolo que a veces construimos de nosotros mismos, cuando miramos a los demás por encima del hombro o los juzgamos.
12 formas de practicar la humildad
En las siguientes citas de santa Teresa podemos ver que la humildad puede practicarse de muchas formas para abrir el corazón al amor.
1. Reconocer que Dios es la suma Verdad
Nuestras verdades son relativas y nuestras opiniones, mucho más. ¿Por qué perder el tiempo en discusiones?
“…entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad. Esto que entendí es darme el Señor a entender que es la misma Verdad” (V40,3).
2. Aceptar la voluntad de Dios
Al entrar en relación con Dios, vamos descubriendo su amor y reconociendo que desea lo mejor para nosotros. Podemos vivir con más confianza.
“El verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor” (C16,17).
3. Valorar a la comunidad como mediación para recibir luz
Las relaciones cercanas como la familia, los amigos o la comunidad son regalos que Dios nos da para aprender a amar. Por medio del trato con los otros nos conocemos y reconocemos, descubrimos qué tan serviciales y generosos somos, y qué tan centrados estamos en nosotros mismos.
“Este concierto querría hiciésemos los cinco que al presente nos amamos en Cristo (que) procurásemos juntarnos alguna vez para desengañar unos a otros y contentar más a Dios; que no hay quien tan bien se conozca a sí como conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de aprovecharnos” (V16,7).
4. No caer en la trampa de la falsa humildad
La falsa humildad propone que para relacionarnos con Dios necesitamos merecerlo y que no podemos acercanos a Él si hemos actuado mal o hemos pecado. Es, como dice santa Teresa, una forma disfrazada de soberbia, pues la misericordia de Dios y su amor son más grandes que nuestros pecados.
- “Estuve un año sin tener oración, pareciéndome humildad; y esta… fue la mayor tentación que tuve” (V7,11).
- “No le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejar la oración por humildad” (V10,4).
5. Reconocer las propias faltas y pedir la gracia para crecer en santidad
Las relaciones son dinámicas, como la vida misma, y a veces nos equivocamos. Si fallamos, podemos acudir al perdón de Dios y tomar el aprendizaje de nuestros errores.
“Aun de esa caída sacará Dios bien” (2M9).
“Humildad es el ungüento para nuestras heridas” (3M2,6).
“Procuremos fortalecernos de humildad y entender claramente lo poco que podemos de nosotros” (CAD 3,12).
6. Vivir con sencillez
En una sociedad que nos propone que el vacío existencial se puede acallar con el ruido y el consumismo, puede ser difícil vivir con sencillez y desapegarnos de cosas, reconocimientos o tratos especiales. La humildad nos ayuda a reconocer que todos los seres humanos somos igual de valiosos simplemente por el hecho de estar vivos.
La pobreza “..es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí. Es un señorío grande (…) ¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas ni tenerlos contentos, si un tantito se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios?” (C2,5).
7. Reconocer los dones y fortalezas personales
Cuando alguien es presumido, dicen que se pavonea o se infla como un pavorreal. Pero, ¡pobres pavorreales! ¡Qué culpa tienen ellos de haber sido creados con un plumaje tan bello! ¡Sería una tontería que lo escondieran! El verdadero humilde reconoce las cualidades o fortalezas que tiene y sabe que son un medio para poder servir mejor a Dios, no para presumir o engrandecerse. No se siente poca cosa, sino que reconoce su valor.
“No cure de unas humildades que hay… que les parece no entender que el Señor les va dando dones” (V10,4).
“Esta es la verdadera humildad, conocer lo que cada uno puede, y lo que Yo puedo” (R28).
8. Tener mentalidad de aprendizaje
Así como conoce sus capacidades, la persona humilde sabe que siempre puede aprender. En lugar de sentir envidia o criticar a los demás, los observa para aprender de lo que hacen bien.
- “Estas cosas de oración si no se halla maestro son muy malas de entender” (V6,12).
- “Parecen más ciertas y demás valor las virtudes que ve en sus prójimos” (C38,9).
- “Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos… tener a todos por mejores que nosotros” (V13,10).
9. Practicar el mandamiento del amor
Conocer nuestro lugar en el mundo, nuestras capacidades, y valorar las virtudes de los otros, prepara el corazón para relaciones cercanas y auténticas, para amar más y mejor.
“Ande la verdad en vuestros corazones y veréis claro el amor que somos obligados a tener con los prójimos” (C20,4).
“Lo que importa para alcanzar la unión con Dios es el amor del prójimo” (5M3).
10. Ser afable
Las personas afables son dulces, de conversación agradable y suaves en su trato. En nuestro mundo correteado por la prisa, la afabilidad se ha vuelto una cualidad extraña. Dejamos que una mal entendida eficiencia o el miedo nos vuelvan secos y nos pongan a la defensiva. Casi al terminar el libro de Camino de Perfección, santa Teresa aconseja a sus hermanas:
“Así que hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y no se atemoricen y amedrenten la virtud” (C41,7).
Como dice el dicho, más se gana con miel que con hiel.
11. Aceptar a las personas, sin juzgarlas
Una gran tentación para quien ha mejorado sus hábitos, es juzgar a quienes no lo han hecho. Sin embargo, los juicios y la murmuración rompen las relaciones. Con humildad podemos reconocer el valor de todos los seres humanos, reconocer que nadie es perfecto y que todos tenemos dificultades. Así abriremos el corazón a la compasión.
“Procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que le parece en la otra” (C7,7).
“Es también muy buena muestra de amor holgarse y alabar al Señor del acrecentamiento que viere en las virtudes de sus hermanas” (C7,9).
“Haceos sordas a las murmuraciones” (C26,7).
“Pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer tanto a su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia” (C33,1).
12. Ser ecuánime
La persona humilde puede vivir con más paz, porque ya no necesita llamar la atención por medio de los dramas del protagonismo o el victimismo.
“La humildad no inquieta, ni desasosiega, ni alborota el alma… (la falsa humildad) creo que pretende el demonio que pensemos tenemos humildad” (C39,2).
“Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, mas en la grandeza de su humildad”.
San Juan de la Cruz
Recursos
- Escucha el audio o mira el video de la clase.
- Conoce más acerca de las terceras moradas.
- Lee el libro de Las Moradas.
Referencias
Morales Cueto, Claudia; Castro Yurrita, Enrique (2013). Entra como puedas. México: Editorial Santa Teresa. Cómpralo aquí.
Peterson, C,; Seligman, M.E.P. (2004). Character Stenghts and Virtues. A Handbook and Classification. Nueva York: American Psychological Association, Oxford University Press. Pag. 462.
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