Revista Cine

12 grandes finales en la historia del cine

Publicado el 27 mayo 2011 por Diezmartinez
12 grandes finales en la historia del cine
Ayer, como homenaje a John Wayne en su aniversario, subí el final de Más Corazón que Odio a mi otro blog, "Hello, I Must Be Going...", comentando que ese desenlace era, acaso, el mejor en la historia del cine. El camarada Jesús Ramón Ibarracomentó que esa sería una buena lista: los diez mejores finales en la historia del cine. Así que a bote pronto, en orden cronológico, diez desenlaces memorables. No: mejor doce. Y ni modo: hay spoilers.
Virginia Cherrill descubriendo mediante el tacto que ese patético vagabundo fue su benefactor en Luces de la Ciudad (Chaplin, 1931).
Despues de que Clark Gable la manda a volar ("Francamente, me vale madres"), Vivien Leigh, tan esperanzada como siempre, se dice a sí misma que mañana será otro día en Lo que el Viento se Llevó (Fleming, 1939).
John Wayne ha cumplido su misión y regresa a las inmensas e inabarcables soledades del oeste en Más Corazón que Odio (Ford, 1956).
Joe E. Brown encogiéndose de hombros en el desenlace de Una Eva y Dos Adanes (Wilder, 1959) para decir las líneas más candorosamente subversivas en la historia del cine gringo: "Bueno, nadie es Perfecto".
La mamá de Norman Bates perdonándole la vida a una mosca en el final de Psicosis (Hitchcock, 1960).
Una conferencia de prensa termina en desfile circense en 8 1/2 (Fellini, 1963).
Alex (Malcolm McDowell) se da cuenta que está completamente curado en el desenlace de La Naranja Mecánica (Kubrick, 1971).
La puerta se cierra dejando fuera del cuarto a Diane Keaton en el final de El Padrino (Coppola, 1972).
La represión final que no se olvida en La Prima Angélica (Saura, 1973). 
Pedro Armendáriz hijo mira a la cámara mientras se escuchan los gritos de "¡México, México!" en Cadena Perpetua (Ripstein, 1979).
Mia Farrow llora, llora y llora pero, de repente, viendo en la pantalla de cine a Fred Astaire y a Ginger Rogers bailar "de cachetito", el asombro le gana al dolor: La Rosa Púrpura del Cairo (Allen, 1984).
El opaco pero contundente desenlace de La Mujer sin Cabeza (Martel, 2008) mientras en la banda sonora escuchamos a Dennis Roussos.

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