Revista África

129. El desierto y tú

Por Juan José Tarrés Sanjurjo @africaencolores
129. El desierto y túMayahi. Niger Marzo 2008

La lectura del post de hoy requiere un ejercicio de imaginación. Es difícil, no por que no la tengáis sino por lo que os voy a sugerir. Olvidaros de todo lo que os rodea. De la electricidad que ilumina vuestro ordenador, de la musiquilla de fondo que suena en la oficina, de la nevera que está a unos metros, del móvil que hace rato que no suena (¿tiene batería? ah, sí, vale, puedo seguir leyendo el blog), del ruido del tráfico que ronronea unos metros más abajo... ya dije que no iba a ser fácil. Imaginar que os levantáis un día ... y no se oye nada... porque no hay "nada" que haga ruido. Ni radio, ni tele, ni coche, ni móvil... nada. Solo una vaca que muge, solo unos niños que juegan. Así no solo un día o una semana... sino meses, años... toda vuestra vida. 129. El desierto y tú
Saley, agachado, el primero por la izquierda.
Volviendo de Guidan Gajere, pleno Sahel, en el coche con Saley vimos a un chico caminando por la pista que hacía las veces de carretera, con un cubo en la cabeza. Por pasarlo bien, por hacer algo diferente, alguien iba con un cubo en la cabeza (sin ver que nosotros nos acercábamos por el camino contrario). Saley redujo, nos miramos, nos reímos... y nuestro amigo seguía caminando hacia nosotros. Como Saley había reducido el motor al ralentí, imagino que el chico no oía casi nada y no nos veía. Cuando estaba a unos metros Saley, en punto muerto, acelero muy suavemente. El chico se llevo un susto de muerte, se cayó al suelo, se le cayó el cubo y nos vio pasar con espanto. "Pero Saley ¿cómo es posible que alguien vaya sin mirar por una carretera?" "¿Carretera?" "Bueno por un camino." "Por aquí no pasa nadie. Nadie. Igual pasa un coche cada 3 días ¿por qué no pasártelo bien llevando un cubo en la cabeza?"
Saley, tuareg, me cuenta la historia de su vida. "Cuando era pequeño, bien pequeño, mi padre me daba un rebaño de ovejas de las que tenía que encargarme. Una vez al mes, solo una vez al mes, pasaba un camión, enorme, por mi aldea. Cada vez que veía al camión, lo dejaba todo, las ovejas, la vara, el agua, me ponía a correr y nadie me encontraba hasta pasada varias horas del susto del camión. Entonces el que se ponía a correr detrás mío era mi padre por dejar la ovejas abandonadas. Ese camión pasaba una vez al mes, y no fue hasta pasados varios años que me di cuenta que el camión NO iba a explotar, como pensaba que pasaría cada vez que lo veía. ¿Ves esas mujeres que bien lejos cambian de camino para evitar pasar cerca nuestro? Piensan lo mismo que yo de pastor, que el coche que no saben cómo fun129. El desierto y túciona, pueda explotar en cualquier momento.
Relais. Mayahi. Niger. Marzo 2008"Caramba Saley, menuda evolución, de pastor temeroso de las maquinas a conductor experimentado." "Pues sí. Pero en mi tribu estoy seguro que hay gente que nunca ha visto un coche" Y como ellos, millones de personas que viven en África al margen de la tecnología que muchas veces nos rescata del aburrimiento pero otras muchas nos agobia y cansa más de lo que nos gustaría.

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