Principios de agosto, un día entre semana escogido por el popular y habitual criterio de "el billete en esta fecha es más barato", ponemos rumbo a Munich (Alemania), para iniciar nuestras vacaciones de 13 días por Austria (zona de Salzburgerland y Tirol, principalmente).
En la entrada anterior os contamos todos los preparativos del viaje, cómo escogimos vuelos, por qué volamos a Alemania en vez de Austria, coche, destinos, presupuesto final, km recorridos. También hablamos un poco de las particularidades del viaje, documentación, tarjetas turísticas de interés, etc.
Nuestro vuelo salía temprano por la mañana, a las 7 am (lo que implica levantarnos a las 4:30) y duraba unas dos horas y media el recorrido. De hecho, pretendíamos que este primer día de vacaciones pudiéramos aprovecharlo para más que el mero traslado desde Madrid a Austria.
Por primera vez en nuestra vida, la noche antes de salir, a una hora decente, tenemos todas las maletas preparadas. Generalmente nos acaban dando las tantas pesando las maletas y reestructurando el equipaje. Esta vez, logísticamente hacemos varios cambios, y para no tener problemas, decidimos llevarnos dos trolleys y una maleta grande (que van llenas). Total, tenemos alquilado un vehículo categoría C, eso tiene que entrar. También, por primera vez, es un viaje en el que nos ponemos toda la ropa que llevamos y hasta nos toca hacer coladas clandestinas por la noche en los lavabos de algún alojamiento y tender de incógnito por los rincones.
Dormimos lo justito que se duerme antes de un viaje que te emociona, y lo justito que se duerme a 29 grados en la casa a las 3 de la mañana. La ola de calor que llevábamos sufriendo durante casi mes y medio nos tenía un poquito desquiciados, pero manteníamos la esperanza de que, viajando a los Alpes, encontraríamos el descanso y el frescor (inocentes).
En el avión (Lufthansa) nos dan de desayunar, se agradece. No es un desayuno al uso, es una especie de pastel caliente que viene acompañado de un zumo, pan, café, mantequilla. Con el estómago caliente y, sobre un cielo totalmente despejado, va llegando el sueño y nos abandonamos hasta llegar a nuestro destino. Había que tener fuerzas para empezar.
Llegados a Munich, hay que recoger la maleta. El camino desde el lugar de desembarco hasta la recogida de equipajes me parece un mundo. "El que no escribe", además, dado que llegamos a su terminal favorita del aeropuerto, me quiere enseñar los sitios donde descansaba cada vez que iba a trabajar allí, donde tomaba el café gratuito que te ofrecen, y esas cosillas que a uno le hacen ilusión, cuando ha sido un exiliado laboral durante algunos meses. No tarda demasiado en salir la maleta y de ahí nos dirigimos a la oficina de AVIS para gestionar la recogida del coche de alquiler.
Cuando nos aproximamos al lugar casi nos da algo, la cola que había de recogida crecía a lo largo del aeropuerto como si regalaran los coches en vez de alquilarlos. El resto de compañías no parecía tener esos problemas y es que, por algún motivo, habíamos llegado todos a la vez a la misma empresa. De hecho, los trabajadores, paseaban a lo largo de la fila regalando botellas de agua y caramelos a los clientes, mientras se disculpaban amablemente, para suavizar la espera.
A ver, que te regalen botellas de agua no es buen presagio ¿Por qué agua? ¿Acaso venimos de una travesía? Se supone que venimos de un avión ¿Por qué agua? Al estar un rato allí sabes el motivo... también hace calor. No pasa nada, es Munich, nosotros vamos a Austria. (Si alguno vais a hacer parada turística en Munich, en esta entrada del diario a Baviera hablamos de la ciudad, que fue cuando nosotros la visitamos).
Recogemos el coche sin mayor problema más que la espera. Hay que acercarse al garaje y allí ir a la planta y número indicado donde te espera el vehículo, sin nadie de la empresa al lado para verlo contigo y poca luz. Hay que hacer un repaso al coche para asegurarse que no tiene ningún daño antes de irse.
El coche es oscuro, un Fiat 500xl, por fuera parece amplio, no lo es tanto. El que no escribe hace un puzzle con las maletas que no quieren entrar todas en el maletero. Mientras, yo, como una sabuesa, busco bajo el polvillo posibles arañazos. Todo parece normal, así que, arrancamos... y nos vamos caminito a Austria.
Sacamos el pendrive con toda la música que "el que no escribe" lleva meses preparando. Por supuesto tal esfuerzo, hace que la llevemos en el pen y también en CDs, que uno no sabe qué tipo de reproductor va a tener. Tenemos música para dar la vuelta al mundo a pie y no repetir ni una sola canción. Esta música marcará la banda sonora de nuestro verano 2015. La música y los aromas son dos cosas que despiertan los recuerdos y sensaciones de forma intensa.
Y cogemos la autopista camino de Golling an der Salzach, el que será nuestro campamento base durante la próximas 5 noches, en la zona de Salzburgerland.
Bueno, nos tragamos un atasco. Oh Señor, qué atasco. El tráfico es intenso, muchísimo. Y mientras estamos parados yo no dejo de mirar el termómetro 35 grados... (son 5 menos que en Madrid, pero no era lo que traíamos en mente).
Antes de pasar la frontera hay que comprar la viñeta. La pegatina para circular por las autopistas austriacas. En los preparativos del viaje os contamos su funcionamiento. Escogemos la primera gasolinera cercana a la frontera en la que se anuncia antes del desvío que allí la venden. Muchísima gente. Suelen vender dos viñetas, hay que coger la de Österreich (Austria en alemán).
Durante el trayecto empiezan a aparecer pinceladas de los paisajes que nos acompañarán las próximas semanas...
Tenemos que parar a comer, lo hacemos al lado de Golling an der Salzach. Como es tradición en nuestro viajes, el día de llegada acabamos en una hamburguesería. Tardamos en llegar unas 3 horas, un 50% más de lo que debería haber sido. Serían las 3 de la tarde. Cuando salimos del coche, prometo y puedo jurar que sentí que me freía viva. Un sol fuerte y una humedad que abría los poros de tu piel y te sentías un colador al que han vertido un cubo de agua y salen chorros por todas partes.
En aquel momento, en apenas unos minutos que estuvimos fuera del coche nos dimos cuenta de que había avispas por todas partes ¡Me ponen histérica las avispas! Me transforman en una loca desequilibrada, que se pone de pie, agita la cabeza y los brazos y maldice todo lo que se le pasa por la mente. En la típica que la ves desde lejos y piensas "que mal está la gente". Y encima, "al que no escribe" le da mucha vergüenza (no es para menos). Pensé que sería algo puntual, pero nos acompañarían casi todo el viaje. A su favor, decir que son bastante diferentes a las de aquí, no están enrarecidas, ellas quieren posarse en tus vasos, las tocas para espantarlas pero no son agresivas.
Después de comer nos acercamos al hotel a hacer el check-in. El hotel elegido un gasthof, el Pass Lueg, que se encuentra a las afueras del pueblo. Tiene un enclave espectacular y está al lado de una de las atracciones de la zona, Erlebnisschlucht Salzachöfen. Y cuando decimos al lado, es puerta con puerta, otra cosa es que nosotros no fuimos conscientes hasta casi al final, y no lo visitamos.
Elegimos este alojamiento por sus buenas críticas y porque tenía una pequeña (pequeña de verdad) piscina exterior, que utilizamos uno de los días de estancia. Donde por cierto estuvimos solos y el agua estaba bastante fresca.
Nos gustó este alojamiento, la habitación era amplia aunque el baño demasiado pequeño. Pero tenía una terraza en la que cenar cada noche que era una maravilla. Las cenas se sirven hasta las 20:30, tienen variedad y no está mal la calidad. De precio, el estándar de la zona, unos 30 euros dos personas. Pero cuando te sentabas ahí al acabar el día no podías sentir más que felicidad. Y al principio un poco de estrés, porque también había avispas de esas tontonas hasta que se iba el sol. Ya entendimos porque en Austria los posavasos no iban bajo el vaso, si no sobre él. Los desayunos también estaban bastante bien y variados... aunque hemos llegado a una conclusión, en Austria, los bizcochos... no.
El personal del hotel era bastante amable. Tras charlar un rato con nuestro peculiar inglés, deshicimos las maletas a la vez que sudábamos como pollos buscando el aire acondicionado, que no había, por supuesto, como tampoco lo hay en casi ningún lugar. Todavía recordamos entrar achicharrados y ver perfectamente doblados un par de edredones nórdicos sobre la cama a los cuales, en ese momento no encontramos ningún sentido. Aunque de madrugada los llegamos a utilizar.
Miramos el reloj al acabar de colocar las cosas y pensamos que ese día tenía que servirnos para algo más. Así que nos dirigimos al pueblo de Golling an der Salzach en busca de la Oficina de Turismo para adquirir la Salzburgerland Card (en la entrada anterior os comentamos los detalles de esta tarjeta).
La chica que atendía estaba encantada con esa temperatura, ella era feliz, y nosotros parecíamos dos bayetas que acaban de achicar aguas en el Titanic. Con la tarjeta en mano, decidimos ir a una garganta, la Liechtensteinklamm (en Saint Johan in Pingau). Dudamos si ir hacia allí o a las Cascadas de Golling, pero éstas últimas se encuentran al lado del pueblo donde nos alojábamos y nos dió la sensación de que las cascadas las encajaríamos en cualquier momento, así que de forma espontánea pusimos camino a la Lienchesteinklamm.
Está incluída la entrada con la Salzburgerland Card, si no sería 4,5 euros persona. Esta garganta está a 32 km, y por lo que habíamos estado viendo el recorrido no era muy largo, más o menos 1 km de desfiladero, más el tiempo para llegar a su entrada. La verdad es que fue una gran elección, allí se estaba en la gloria, muchísimo frescor que nos hizo poder dar algún saltito y gritar "ya estamos aquí".
Este cañón nos recordó bastante al Partnachklamm de Alemania. Éste, Liechtensteinklamm, tiene el aliciente de la cascada final. Se trata de un camino en el que te adentras en una estrecha garganta, habilitada con pasarelas, por la que discurre el agua con una fuerza impresionante. Es recomendable llevar impermeable y calzado adecuado. De hecho, fijaros, el calor que hacía y allí se notaba fresco. Cruzas a través de los puentecillos de lado al lado, y durante algunos tramos, pasas por dentro de la roca excavada. Hay momentos donde apenas entra la luz. En ese instante estamos en uno de los desfiladero de los Alpes de más belleza, según dicen.
El agua cae por todas partes y al final desemboca en un claro donde rompe una bonita cola de caballo, la Cascada del Velo.
El nombre de esta garganta está relacionado con la donación que hizo el Duque de Liechtenstein para continuar con una rehabilitación que se había quedado parada a principio de siglo, del lugar, para que fuera accesible para turistas. Gracias a su aportación ésta pudo ser abierta.
A las 6 cierra y ya no es posible su entrada, ya que tiene un torno que lo impide. Este fue otro de los motivos por los que elegimos la garganta en vez de las Cascadas, porque las cascadas si se pueden visitar fuera del horario establecido.
Cuando llegamos al aparcamiento son pocos los coches que quedan. Nosotros cogemos el nuestro y ponemos rumbo (con el GPS) a nuestro alojamiento de Golling.
Esa noche, nos metimos una buena cena. Al ser el primer día optamos por un clásico austriaco el schnitzel de cerdo y un plato francés, el cordon blue. El primero, un filete empanado acompañado de patata como cocida, y el segundo un filete empanado relleno y acompañado con patata (he ahí la gran variación de nuestras elecciones). Allí los platos son contundentes, es costumbre pedir uno único. Otra cosa, si vais a beber refresco y queréis hielo, ser explícitos pidiéndolo, tampoco es costumbre. Yo acabé a agua, y aquí el que no escribe casi enganchado a la cerveza. Cada día caían dos de las de ellos, de las grandes. Por cierto, si acabáis a agua, y no os gusta el agua con gas (muy típica allí también) acordaros de pedir “still water” para que no haya duda, porque por defecto suelen traerla con gas.
Aquella noche, deshaciendo las maletas, pusimos a cargar los móviles, a mandar los mensajes pertinentes a la familia. Esa noche se escuchaban los grillos y los edredones estaban sobre el colchón doblados, de esa forma tan particular que tiene de hacer la cama por algunos lugares de Europa.
Había televisión pero, creednos si os decimos que en 13 días que estuvimos en Austria, no es que no la viéramos, es que ni siquiera nos molestamos en darle al botón de encendido en ningún lugar. Felicidad extrema (a la wifi no supimos renunciar).
A pesar del calor del día, al caer la noche se dormía plácidamente... El día siguiente fue el culpable de que un flechazo nos atravesara el corazón y ya para el resto de los días de nuestra estancia, el amor por nuestras vacaciones austriacas estuviera a flor de piel, al día siguiente alucinamos.
Eso aún no lo sabíamos mientras dormíamos tranquilamente y amanecía más temprano de lo que estamos acostumbrados...
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Revista Cultura y Ocio
13 días en Austria. Día 1: Madrid - Munich - Liechtensteinklamm - Golling an der Salzach
Por Tienesplaneshoy @TienesplaneshoySus últimos artículos
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