Vaya si amanece temprano... notamos una luz que se cuela por la ventana. En ese momento abres los ojos y no sabes muy bien donde estás. Tablones de madera, techo abuhardillado y una ventana que detrás deja ver muchísimos árboles... Es verdad, estamos en Austria, como el que dice, casi recién llegados, aunque el día anterior ya hiciéramos una toma de contacto.
Para ese día tenemos un plan bastante ambicioso, aunque lo primero que hay que hacer tras una buena ducha es desayunar.
Estamos alojados en Golling an der Salzach, en la zona de Salzburgerland. Nuestro hotel incluye desayuno, y a una hora muy tempranera, pasadas un poco las 8 estamos abajo para reponer fuerzas. Por supuesto, lo que para nosotros es temprano, para el mundo centroeuropeo es normal. Y por allí corretean niños hiperactivos, se mueven los platos incesantes entre embutidos, panes, quesos, zumos, todos naranjas pero cada uno de un sabor, bizcochos... Nosotros miramos un poco alelados desde la distancia. El primer día siempre andas medio perdido y medio dormido.
No se puede desayunar en la terraza exterior, es una pena. Hay que hacerlo en el comedor interior, que es amplio y tiene bancos de madera, paredes de madera, todo muy alpino. Las vistas dan a esa cantidad de pinos que nos conquistaron en la cena y nos alegraron el despertar.
Tras desayunar y charlar como podemos con el dueño del hotel, que se muestra bastante implicado con los clientes, subimos a la habitación para preparar las cosas que siempre queremos llevar en el maletero: mochila con toalla, bañador, ropa para cambiarse, chanclas y cantimplora. Además nos bajamos el impermeable, las botas de montaña para poder ir alternando calzado, calcetines de montaña, una camiseta de manga corta y otra de manga larga. Y así llevamos un maletero "mar y montaña" muy completo.
Primera parada del día: trineo de verano de Abtenau (Abtenau Karkogel). Seguramente muchos hayáis oído hablar de ello, o lo hayáis probado. En verano, en zonas de esquí que no se utilizan, los austriacos, y en otros países europeos también, habilitan una atracción que es una especie de trineo. Consiste en subir en telecabina a lo alto de alguna montaña, y desde arriba te tiras en una especie de cápsula abierta que circula por encima de un raíl hasta abajo.
Con la Salzburgerland Card tienes la posibilidad de disfrutar de esta experiencia gratuitamente, si no su precio seria de 11,50€. A nosotros nos encantó, puede parecer infantil o lo que queráis, pero todos los adultos bajaban con cara de haber retrocedido años y haber aumentado su esperanza de vida ¡Os lo recomendamos!
Llegamos a primera hora, serían las 9.30. Está señalizado, de todas maneras os dejamos el mapa abajo con los lugares del día. Ya había gente, siempre hay gente antes que nosotros... los últimos en algo sabemos serlo, pero los primeros, no hay manera. Lo cierto es que éramos pocos. Nos acercamos a las taquillas para enseñar la tarjeta y pasamos a coger la telecabina.
Esa sería la primera de unas cuantas que cogeríamos y qué sensación más bonita. Lucía un sol pleno, se veía el verde de las praderas, esa sensación de ver desde las alturas un lugar tan precioso...
Una vez arriba hacemos varias fotos y vemos que ya hay algunas personas listas para emprender el descenso.
El funcionamiento es el siguiente, te montas de forma individual (salvo que vayas con niños pequeños 4-5 años, que entonces vas con ellos). Las piernas van estiradas, mochila por delante y te sujetan con un cinturón la cadera. El trineo solo tiene una palanca, si la empujas hacia delante se deja caer, y según vas echándola para atrás tienes, más o menos, freno.
No es peligroso, hay vídeos por la red de gente que ha hecho la bajada sin frenar, pero hay carteles en los que te dice que en las curvas frenes.
La bajada son 3,5 km por la ladera de la montaña, no en línea recta, si no que va zigzagueando con algunas curvas más cerradas, otras menos, tramos abiertos, algunos puentes. Se puede alcanzar unos 50 km/hora y pasa la naturaleza por tu lado, las vacas y el aire te da en la cara, que al llegar abajo, si tienes el pelo largo parecerá que te has pasado la plancha, y si tienes poco pelo será imperceptible ya.
Nos pareció a los dos divertidísimo, un subidón de adrenalina a primera hora de la mañana que nos llenó de energía. “El que no escribe” bajó delante, intentando no frenar, y yo detrás.
Hay un semáforo que te da luz verde (literal). Recuerdo ir gritando sola “yeeeeeeeaaaaa” en las bajadas y curvas más pronunciadas. Con ganas habríamos vuelto a subir. Pero eso lo teníamos planificado para otro trineo en otro lugar días después, cosa que finalmente no pudimos hacer por las lluvias. Si llueve se cierran los trineos de verano, y no hace falta que sean lluvias intensas.
De ahí, nos íbamos a uno de los destinos estrella de Austria: Hallstatt, el pueblo que dicen, más bonito a orillas de un lago.
Llegamos a Hallstatt disfrutado de la conducción por la zona, los balcones de las casas de madera están todos ellos repletos de flores de colores y aquí y allá se salpican por la pradera verde.
Cuando pones Hallstatt como destino para tu viaje es imposible no llevar una altísimas expectativas, y eso, generalmente es preocupante, porque luego es difícil cumplirlas.
Aparcar en este pueblo no es tarea sencilla, al menos en verano. Así que, como imaginábamos, nos toca tirar de aparcamiento. Atravesamos el lugar en coche y vemos que hay 3 parkings. Conseguimos aparcar en el segundo, donde ya quedaban pocas plazas, y cuando volvimos, no había ninguna.
Desde él, cogemos las calle que nos lleva hacia el centro, al mirar hacia arriba, vemos los raíles y vagón de las famosas Minas de Sal de Hallstatt. Las cuales decidimos no visitar, no hay un motivo concreto, entre todas las cosas que vimos que teníamos para disfrutar en nuestro viaje a Austria tuvimos que ir eligiendo qué hacer y qué descartar. Pero tenemos una amiga que ha ido después de nosotros que las visitó, y se lo pasó muy bien en ellas.
La primera parada la hacemos en la explanada verde que da al famoso lago. El sol caía justiciero aquel día y nos encontramos a más de uno con sus sombrillas tirados en el verde y rodeados de un paisaje precioso, a unos niños bañándose y utilizando un saliente como trampolín. Y a unos señores salir de su casa, con entrada directa al lago para sumergirse en sus aguas verdes... ¡Qué gustazo!
La vista del pueblo desde allí es preciosa. Caía el sol con tanta intensidad que se formaba una especie de neblina que hace que en las fotos no se pueda ver con demasiado contraste, pero de verdad, es una chulada. "El que no escribe" no puede resistirlo, y se descalza para adentrarse en su primer lago de los Alpes, algo que ahora me recuerda constantemente, para que quede bien clarito, que él si que se metió en el Hallstätter See y yo no...
Hacía bastante calor, tras pasar un rato en ese área cogemos de nuevo la calle principal y vamos hacia el centro, haciendo mil paradas en las que coleccionamos fotografías de Hallstatt desde diferentes distancias y encuadres. Siempre en el paseo que rodea el lago.
Había bastante gente, pero no llegaba a ser agobiante. Nos encanta ver las casas agolpadas en la ladera de la montaña unas contra otras.
Llegamos a la plaza de la localidad, es totalmente de cuento. Casas de colores, fachadas pintadas, muchos turistas. Y a ver, ya lo dijimos el año pasado, sin acritud, de verdad. Compañeros japoneses de turisteo, seguís sacando las tablets de 20 pulgadas delante de fotos de terceros sin daros cuenta (creemos) e indiscriminadamente. Cuando estáis juntos no sabemos como sacar las fotos sin que salgáis, sois pequeñitos pero matones, desde el cariño.
Teníamos ganas de coger un barco para ver el pueblo desde el lago. Nos vamos acercando a diferentes embarcaderos para ver las tarifas. Hay varios tipos de embarcación, desde las más "estrafalarias" como unos cisnes de pedales, hasta barquitas de remo, barquitas eléctricas con techo, barcos grandes. Nosotros queríamos una que tuviera toldo, necesitábamos sombra y la necesitábamos ya.
Treinta minutos de barco eléctrico, que nos supusieron 13€. Merece la pena contrastar precios porque hay diferencias de unos a otros ¡Cómo nos gustan estas cosas! Una chulada, seguía haciendo mucho calor, alrededor de los 35 grados, pero allí debajo con la ilusión nos parecía un sitio estupendo. Sentirte en el centro del lago y tener una visión de 360 grados era alucinante.
Los barcos tenían potencia de 300 cv y 500 cv. Nosotros cogimos el de 500 (era el único que quedaba) y menos mal, porque ese ya iba despacito. Se pasaron los 30 minutos volando, pero los disfrutamos un montón.
Dejamos el barco en el embarcadero y pagamos al salir. Nos llamó la atención que no nos hicieran abonar previamente la cantidad. Deben saber que con ese barco muy lejos no íbamos a llegar...
El embarcadero está muy cerca de Pfarrkirche, la Iglesia católica del pueblo, construída entre el s.XII y s.XVI y que ha sufrido varias restauraciones. Detrás de la iglesia está el famoso osario de Hallstatt, allí conocido como Hallstätter Beinhaus. Consta de 1200 cráneos pintados. Parece ser que dado el pequeño tamaño del cementerio los cadáveres se metían temporalmente ahí y se pintaban para identificarlos (1,50€ entrada). Nosotros prescindimos de esta visita, es algo curioso pero no prioritario para nuestros intereses y lo que hacemos es coger la calle paralela a la principal que va por la parte más alta del pueblo con dirección hacia el aparcamiento. Nos lleva un ratito en el que entramos en deshidratación.
Estuvimos unas 3 horas más o menos en el pueblo y el parking ascendió a unos 6 euros. Desde allí ponemos rumbo hacia Gosau, vamos a ver el lago y coger nuestra segunda telecabina del día. Aunque antes, tenemos que comer.
El viaje en coche resulta una maravilla, el único lugar de Austria donde encontrábamos aire acondicionado. Desde allí dentro, los paisajes aún se veían más bonitos.
Al llegar a la zona donde está el aparcamiento cercano al lago y la telecabina somos conscientes de que allí debe acudir muchísima gente. Nosotros, como llegamos tarde (hacia las 15:00h) y en día laborable, tenemos la suerte de poder aparcar en el aparcamiento más cercano, merece la pena que lo intentéis, porque si allí no hay sitio, os va a tocar subir un poco por la carretera que lleva buena pendiente. En el aparcamiento hay unos baños gratuitos.
Lo primero que hacemos es buscar el bar que hay al lado del lago para comer algo. Como somos conscientes de que aire acondicionado no vamos a encontrar, elegimos terraza que afortunadamente tiene mesa en sombra, y a pesar de ser un poco tarde en la zona, nos dan de comer, dos ensaladas que resultan muy refrescantes y nos entran de maravilla. Teniendo en cuenta el enclave que tiene el lugar no nos pareció nada caro.
No nos entretenemos demasiado y vamos andando a la zona de la telecabina. La última subida, si no recordábamos mal era a las 17:30. No teníamos nada pensado para hacer arriba, queríamos disfrutar de las vistas simplemente, aunque al final no pudimos resistirlo y nos dimos un paseo montañero.
Hay que coger el funicular para subir Gosaukammbahn/Zwieselalm. Está incluído en la Salzburgerland Card, sin la tarjeta su precio sería de 13,50€. Salía cada 15-20 minutos. Nos toca esperar un poquito pero enseguida comienza el ascenso y, con él, unas vistas de impresión. Vamos dejando abajo el Gosausee (lago) y se divisan los picos de las montañas, donde destaca un glaciar: Dachstein. Desde la propia telecabina es desde donde obtenemos las mejores vistas.
Una vez arriba, el mirador no es tan impresionante como lo que hemos visto en el ascenso, aunque se puede distinguir mejor el glaciar.
Allí arriba, el calor, aunque es intenso, resulta menos sofocante. Cogemos un sendero que indica que lleva a la estación Zwieselalm. Aparentemente, es una ruta sin nada especial, de hecho es un mini paseo que nos lleva 1 hora y 15 minutos, con parada, descanso, fotos… Pero ese primer paseo por las montañas austriacas tuvo algo especial, unas vistas y unas sensaciones... A pesar del calor.
Recuerdo mucho, quizá porque hasta lo grabé en vídeo, como “el que no escribe” se puso todo animado a subir y avanzar por una de las praderas en busca de la única sombra, con el único árbol que había en unos metros a la redonda, un auténtico superviviente que sobresalía y daba una mini sombra… y yo iba detrás de él, con la lengua arrastrada, sudando a todo sudar y muerta de la risa viendo la pequeña sombra a la que se dirigía y en la que pretendía sentarse sobre todos los regalos que habían dejado las vacas, que al menos, gracias al calor estaban medio secos, porque según él “esas vistas no tenían precio”... Y la verdad ¡no lo tenían!
La estación a la que nos dirigimos andando está cerrada, pero desde allí las vistas son vertiginosas. A la vuelta intentamos acortar el camino, con esa seguridad que nos caracteriza y nos perdemos ligeramente. Por suerte la distancia era corta y no tuvo mayor importancia.
Iniciamos el descenso en la telecabina de nuevo. Muchísimo calor en su interior pero, de nuevo, preciosas las vistas. Más aprovechables a la subida que solo éramos 4 personas, mientras que en la bajada íbamos como en hora punta del Metro de Madrid.
Desde allí nos acercamos al lago. La gente se está bañando y nosotros tenemos los bañadores en el coche. Nos mata la pereza de ir a por ellos, pero qué envidia daba el mundo ahí dentro.
Gosausee resulta ser un lago precioso. En nuestra visita nada masificado, pero ya era bastante tarde, en torno a las 18:30 o así. Te puedes bañar y es gratuito. En la primera entrada os contamos el tema de los lagos, que resulta un poco más complicado de lo que uno espera, porque ni todos son accesibles, ni todos son gratuitos. En esta ocasión, éste lo es.
Bordeamos uno de sus márgenes y encontramos una piedra donde sentarnos, quitarnos las botas y meter hasta la rodilla nuestras piernas agotadas… El agua es transparente y está bastante fresca. En esos momentos, Gosausee se convierte en uno de esos recuerdos que se fijan del viaje.
Al mirar la cara “del que no escribe” rebosaba de felicidad. Sentados en la roca, tras refrescarnos, el más que yo, que acabó quitándose la camiseta y todo, y ese paisaje que nos rodeaba ¡No podíamos pedir más!
Hacia las 19:00 horas más o menos, salimos de Gosausee, nos sentimos cansados pero muy motivados, y ponemos camino a Golling an der Salzach, donde no tardamos mucho en llegar. Así que, visto que hay luz y que sabíamos que las Cascadas son visitables fuera del horario bajo tu responsabilidad, nos acercamos a las Cascadas de Golling (Gollinger Wasserfall) que están a escasos minutos del pueblo. Si lo hicierais dentro del horario de visitas (hasta las 18:00 horas en verano) están incluídas en las Salzburgerland Card y, si no disponéis de ella, el precio es de 2,50 euros. Lo que sí que hay que tener en cuenta es que para llegar al parking de las cascadas, hay que cruzar un paso a nivel de un tren, que como pilles el semáforo en rojo te puedes hacer mayor en la larga espera.
Se trata de un paseo muy cortito que te lleva a la base de la cascada y se hace en apenas unos 10 minutos. Luego desde allí, hay una subida al mirador para poder contemplar el salto de agua desde la parte más alta frontal. Ahí nos quedamos nosotros, aunque en algunas fechas se puede cruzar por arriba y ver la parte trasera de la cascada.
Allí, apenas encontramos a gente, de hecho, son unos valencianos los que se acercan a “el que no escribe” para pedirle una foto, mientras yo lo observo desde arriba. Y es que aquí donde nos veis, nosotros dos, somos mucho de llegar a los lugares y dispersarnos cada uno con nuestras fotos. No queda muy romántico sobre papel, pero es que nos encanta…
En la parte alta de la cascada, veréis un cartel que habla sobre la misma, y alguna foto de cómo puede llegar a ir cargada de agua. En verano, y más aún en un verano como el pasado, tiene agua, pero no se parece a otras fotos que hemos visto por la red, con muchísimo caudal.
Es un rincón muy bonito si os gusta la naturaleza y los paisajes.
Tras un ratillo allí, ponemos rumbo al hotel con cierta premura, porque más allá de las 20:30 no sirven la cena. Vamos en busca de esa terraza que nos encanta para reponer fuerzas, sentarnos a ver las fotos, a ver las estrellas, a planificar el día siguiente, a recordar los “mejores momentos”.
Ha sido el primer día completo en Austria, trineo, pueblo de ensueño, telecabina, lago, cascadas…. Parece mentira lo que cunde el día, parece mentira los paisajes que hemos visto y esto solo es el principio de mucho más por descubrir.
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Revista Cultura y Ocio
13 días en Austria. Día 2: trineo de verano Abtenau - Hallstatt - Gosausee - Telecabina - Cascadas de Golling
Por Tienesplaneshoy @TienesplaneshoySus últimos artículos
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