Tras las experiencias vividas el día anterior, esta etapa del viaje discurrirá por el condado de Sussex, cuando vayamos a Rye, uno de los pueblos mejor conservados de Inglaterra, también pararemos en las Seven Sisters, unos acantilados blancos ubicados en un Parque Natural, aprovecharemos para reirnos un rato en el popular Pier de Brighton y disfrutaremos de la mejor cena de todo el viaje, en un pub cercano a Winchester. Os lo contamos.
Amanecer a las 7.30 de la mañana en vacaciones resulta muy duro, no tanto por el sueño, es una especie de hormigón que nos sujeta a la cama. Yo diría que más que eso, no nos permite ni cambiar de posición. Notamos ese cansancio que te hace pensar que ese día no vas a poder hacer nada de lo que tienes planeado. De hecho, piensas en por qué no contrataste unas vacaciones con desayuno en la cama y salida directa a la piscina desde la terraza. Llegas a pensar más… por qué no contrataste a una persona que te llevara de tu habitación a la piscina a la sillita de la reina...
Lo cierto es que una pelea dialéctica poco vibrante por ver quién va primero a la ducha se desarrolla entre las cuatro paredes. Como siempre, pierdo yo, pero realmente lo tengo asumido. Busco una motivación, y la encuentro, el desayuno. Por suerte, una vez más no hay que hacer ni deshacer maletas, cual tortugas viajeras cargamos y descargamos cada día con el equipaje.
Bajamos a desayunar, huele como a bodega o, más bien, bodeguilla, de esas que había antes en todos los barrios. No mola. No mola, por la mañana uno espera más un olor a lavanda, a colonia, a jabón, cítrico. No a bodega. El desayuno es continental, pensábamos que llegaría nuestro primer cooked breakfast al estilo escocés (qué recuerdos), pero no, llegan unos muffins, un café, un zumo de polvitos. Es lo que hay....
Recogemos todo, revisión militar al cuarto, adaptadores eléctricos, cargadores, ropa, gafas, objeto de aseo. Y nos vamos a Rye bastante tempranito. En no más de 50 minutos estamos allí recorriendo esas carreteras británicas que a ratos nos enamoran y a ratos nos inquietan, pero que siempre nos llevan por el carril contrario al que estamos acostumbrados.
Buscamos dónde aparcar, una de las incertidumbres de éste viaje. Por otro lado, el moverte independiente con un vehículo te da mucha libertad y te permite no solo conocer puntos concretos de un mapa, sino ver cómo se unen, qué hay entre medias… es algo especial.
Como os comentamos en Preparando el Viaje, dentro de las ciudades hay diferentes tipos de aparcamientos. Por lo que habíamos leído, Rye era un pueblo pequeño en el que no pasaríamos demasiado tiempo, por lo que buscar un Park and Ryde no tenía mucho sentido. Así que optamos por uno de estos de medio plazo que encontramos según entramos en la ciudad, no recordamos el tiempo que pusimos, pero creo que 3 horas, y nos sobró. De nuevo os dejamos esta web donde podéis escoger alguno que os venga bien. Nosotros la utilizamos de guía aunque luego improvisábamos sobre la marcha.
Viajando a Rye, dejamos el Condado de Kent para pasar al Condado de Sussex. En 3 días hemos pasado por 3 condados.
Rye es un destino para pasear. Se trata de un pueblo inglés típicamente medieval y muy inspirador. Dicen que uno de los mejores conservados. Y para nosotros una gratísima sorpresa.
Desde la calle principal, camino de la oficina de Turismo (que sorprendentemente a pesar de la fama de madrugadores, se encontraba cerrada a nuestra llegada), en la calle Lion Street, uno se encuentra con su iglesia y el reloj. El reloj más antiguo de toda Inglaterra en funcionamiento.
Y es que si algo aceptamos en este viaje, es que al sitio que fuéramos siempre encontraremos “el más/el único/el mejor”. “El más antiguo”, “el más moderno” “el único en”, “el mejor gótico”. Es así, buscan hasta encontrarlo, y luego te lo enseñan. Los españoles tendríamos que aprender estas estrategias de marketing. El reloj es del s.XVI, y cada hora y cuarto las figuras tocan la campana. Os estaréis preguntando… ¿Por qué hora y cuarto? Nosotros “aún” también!
Las gaviotas nos señalan que el mar no anda demasiado lejos de allí. Son incansables, revolotean y se las escucha en esa mañana bastante más nublada de lo que habían sido las dos anteriores. Casi diríamos que amenaza algo de lluvia. El mar está a apenas a 3 km. Años atrás, Rye estaba rodeada de acantilados y, en función de las mareas, quedaba como si fuera prácticamente una isla. Por eso, su muralla solo se desarrolló por uno de los lados del lugar.
En la parte más alta se encuentra un castillo, hoy museo. Está al lado de una bonita plaza, Church Square, en cuyo centro se encuentra el cementerio y la Iglesia St. Mary, anglicana. Alrededor, encontraréis las casas tudor, si cogéis ahí mismo Watchbells Street. Os encantará esta calle.
El suelo empedrado cubre todo el centro. La calle Mermaid se convierte en una auténtica postal, con esa pendiente y el conjunto de casas por las que se cuela el verde de las plantas te atrapa, a ti y a tu cámara, escaleras, algún recoveco...
En Rye nos dejamos llevar por cada una de sus calles, nos fijamos en los escaparates y realmente nos quedamos sorprendidos con la visita al primer pueblecito que teníamos en nuestra lista de “pueblos con encanto”. No estamos para nada decepcionados, justo lo contrario, se convierte en uno de esos destinos en los que disfrutamos.
De vuelta al aparcamiento, tenemos la intención, si el tiempo nos respeta, y mientras podamos, de comer al aire libre. Nuestra idea es acercarnos a las Seven Sister, otro destino paisajístico con el que alternar las visitas a pueblos, ciudades y edificios históricos. Una hora nos separa de ésta costa.
Las Seven Sisters se encuentran en un Parque Natural, hay una zona acondicionada para aparcar y desde allí se toma un sendero. El camino es más corto que el de los Acantilados de Dover y menos bonito, pero merece la pena, sobre todo, porque a nosotros nos gusta dedicar algo de tiempo a destinos paisajísticos y este itinerario no tiene demasiadas opciones, así que no queremos desaprovecharla.
El precio del aparcamiento son 2’50 libras por un par de horas y 3,50 libras todo el día. Desde el mismo lugar te indican diferentes senderos para hacer. Nosotros nos dejamos llevar por el que vemos que parece más corto. Al principio, todos empiezan por el mismo camino y luego se bifurcan. Cogimos el recto, no hay que subir, ni bajar, es bastante plano y se tardará unos 40 minutos en llegar hasta la orilla del mar.
Se trata de un paisaje verde, donde pasta el ganado, crecen las ortigas, así que cuidadito si os salis del camino “para lo que sea” que eso da unas urticarias... No preguntéis…
Mientras caminas por ese lugar, con muchísimo bochorno de nuevo, vienen a tu mente lo diferentes que son las costas en unos y otros lugares.
Al cabo de un rato, puedes empezar a ver los primeros perfiles, de nuevo acantilados blanquecinos en los que en días despejados se puede observar los 7 salientes, de ahí su nombre.
A nuestra llegada cuesta distinguirlos por la bruma. El día estaba poniéndose bastante raro por la zona, entre nublado y soleado, con calor y bochorno. No hay arena, el suelo lo conforman cantos rodados blanquecinos por los que se hace complicado caminar. La marea estaba bastante baja y dedicamos un rato hasta poder acercarnos a la orilla del mar. Algunos niños chapotean en una playa que a nuestros ojos, como playa es inhóspita, pero como paisaje por su singularidad nos gustó.
Comemos allí, sacamos de nuevo nuestro atillo, unos sandwiches, agua y fruta, y grabamos en la memoria ese lugar. Tiene encanto sentarte allí, tan lejos y tan diferente. El mar olía diferente también. Cuánto más mirábamos las Seven Sister más nos gustaban.
Tras dedicar un buen rato a mirar, fotografiar, comer y descansar, emprendemos el camino de vuelta. No es una ruta circular, así que se trata de deshacer los pasos dados.
El calor sigue apretando, es lo peor, que para nosotros que somos de zona de calor seco eso se traduce en sudar como si se acabara el mundo. Cuando llegamos al coche tenemos las caras congestionadas.Encendemos el GPS y camino a Brighton, solo con una intención, ya que no nos supone mucho desvío, paramos para pasear un rato por su muelle y echarnos unas risillas.
Camino a Brighton cruzamos pueblos y ciudades, escuchamos música y, quizá por primera vez, no estamos exhaustos, aunque sí, bastante cansados, más aún cuando pasas calor. El termómetro del coche solo marcaba 26 grados pero eran tremendamente agobiantes.
En Brighton, habíamos leído que aparcar era complicado, muy complicado, y los parkings, carísimos. Así que, según entramos a la ciudad, cogimos la carretera paralela al paseo marítimo y el primer sitio que vimos libre lo ocupamos, en la misma calle. Fuimos al parquímetro y pusimos 3 horas.
Pues bien, guiados porque desde donde aparcamos se veía la noria, pensamos que no sería tan lejos. Lo cierto es que aparcamos a 1,7 km del Pierr, con lo que solo en ir y venir nos marcamos casi 3,5 km a una temperatura asfixiante.
La carretera que va casi paralela al paseo marítimo está bastante elevada sobre el nivel del mar, lo que os queremos decir, para los que vayais allí solo a daros una vuelta, es que hay una carretera que baja a la zona inferior. Allí, hay muchísimos sitios para aparcar, al mismo precio que arriba y mucho más cerca. Así que no hagáis lo que hicimos nosotros, casi se puede dejar el coche en la puerta del Pier al mismo precio.
Bueno, el paseo nos sirvió para ver a un lado el mar, y al otro las casas. Por primera vez nos encontramos en una ciudad, claramente de otras características a lo que podía ser Cambridge o Canterbury. Es mucho más ciudad “de veraneo”. Lo que no quiere decir que, a parte de su puerto, como actividad lúdica, no tenga otros atractivos.
Brighton es una ciudad cosmopolita, con bastante vida, calles animadas, tráfico intenso. Y un lugar costero en el país. Aquí también tienes “el más”, aunque va a ser transformado por “la primera playa nudista de toda Inglaterra”.
A pesar del calor, nosotros no nos planteamos darnos un baño, pero si alguno lo tiene en mente que no se olvide las chanclas, vuelve a tratarse de una playa de piedra, muy, muy larga.
Cuando caminamos a la altura del mar, vemos que el ambiente muy animado. No sabemos si influye que sea un viernes por la tarde, o quizá que estemos directamente en un lugar de veraneo británico.
La orilla del mar tiene a bastante gente, a pesar de empezar a ser un poco tarde para el horario británico.
Entramos en el Pier, eso es una locura, música variada y animada, mucho olor a comida, tragaperras, norias, montañas rusas, luces de neón, muñecos, algodones, coches de choque, maquetas para meter tu cara y hacerse fotografías divertidas. Es una especie de mini parque de atracciones de libre acceso, con puestos y atracciones variadas, situado sobre un muelle sobre el mar.
Nos apetece estar un rato relajados sin ninguna pretensión, así que dedicamos este rato a hacernos muchas foto no blogueras (vamos, que no os las vamos a enseñar, las reservamos para el Hola) y sí de álbum familiar, y otras poquitas para aquí, a reirnos… a disfrutar un rato. Entre unas cosas y otras, el tiempo avanza y la tarde cae.
Para ese día teníamos reservada mesa para cenar, lo hicimos desde Madrid. Y es que esta noche íbamos a dormir en Winchester, no directamente en la ciudad, sino en una Guest and House a las afueras, por la campiña…
El día que hicimos la reserva, los propietarios nos hablaron que había un pub bastante solicitado muy cerca (andando) y que, si queríamos, ellos nos reservaban mesa. Aceptamos por no complicarnos la vida, dado que el alojamiento estaba en medio de la nada, pero también pensando que sería un lugar de unos “amiguetes” y vete tú a saber qué encontrábamos.
Lo cierto es que teníamos que empezar a pensar en irnos de Brighton para no llegar tarde a nuestra cita. Ya se sabe, “la puntualidad británica”... Teníamos 2 horas de camino.
Este día es en el que más kilómetros recorreríamos.
Caminamos hacia el coche de nuevo, cuesta arriba, el calor aprieta con más fuerza, tiene pinta de que fuera a caer una tormenta tropical. Lo cogemos y, para salir hacia nuestro destino, tenemos que atravesar parte de la ciudad.
Nos hace mucha ilusión porque teníamos ganas de ver el Royal Pavilion, residencia Real mandada construir por Jorge IV y que recuerda a la arquitectura India. Un edificio totalmente singular y visitable, al que hubiéramos entrado de haber estado más tiempo en la ciudad.
Camino a Winchester la cosa se pone muy mal, comienza a llover, hay un tráfico intenso y el asfalto no desagua. Es tal el aguacero que cae, que pasé una tensión infinita. Una visibilidad nula al que se le añadía el ir por otro carril, no intuir la señales, un trayecto largo. Intento no agobiarme pero cuesta. El que conduce parece mucho más tranquilo, por un momento pienso que está disimulando, pero él a fecha de hoy mantiene que tampoco fue para tanto. Pero en serio, si la española cuando besa, es que besa de verdad, en Inglaterra ¡Cuando llueve, es que llueve de verdad!
Llegamos a la Guest and House, la elegida es Little Mead BYB en Sparsholt, perteneciente a Winchester. El acceso es por una carretera tan estrecha que podríamos llamarlo camino, cerrada la vegetación a ambos lados. De golpe, encontramos tres casas en medio del campo, a cuál más bonita. Y por primera vez, vemos de cerca uno de los tejados típicos de la campiña, hechos de paja…
Nuestra habitación no es muy grande, pero no esta mal. Tiene todo lo necesario, está muy bien equipada y parece como si fuera una habitación de invitados de tu propia casa, con una estantería llena de libros, donde hay hasta un diccionario de Español-Inglés ¿Les habrían hablado de nosotros? Tenemos vistas a un preciosisimo jardín y dentro de las amenities del alojamiento entra una linterna. Sí, una linterna.
Entendemos enseguida que la linterna no está ahí gratuitamente. Nos indican que, para ir al pub, nos llevemos la linterna, que está a 5 minutos andando por ese camino estrecho del que veníamos y que al anochecer no hay luz. Nosotros confiamos en las linternas de nuestros móviles y, con esa comunicación que nos caracteriza, le damos las gracias a la mujer.
Tras dejar maletas, en unos minutos salimos hacia el pub, donde disfrutaríamos de la mejor cena de nuestras vacaciones por el sur de Inglaterra. Un paseito entre vegetación verde, con ese olor a humedad y el suelo encharcado hacia el Pub Plough Inn.
Parecía mentira, allí, en lo que para nosotros era el medio de la nada, lloviendo y con una bajada de temperaturas impresionante, entre un verde intenso, al abrir las puertas del pub, el color naranja y un calor a hogar lo llenaba todo. Había mucha gente, todos sonaban británicos y se divertían. Olía a comida elaborada, como si fueran guisos, pero con un aroma distinto a los nuestros, que nos recuerda que no estamos en España, pero era especialmente placentero.
La decoración cálida, muy de allí, maderas, velas, tapicerias, chimeneas apagadas… Nos explican una forma de pedir, que nos encontraríamos en varias ocasiones más de este viaje. Es en la barra donde lo tienes que pedir todo, y luego te lo llevan a la mesa.
Nos dieron una carta pero estábamos completamente desorientados. Lo mismo que hay en la carta está escrito en una pizarra superior. Platos con muchos ingredientes, están descritos y parecen bastante elaborados. Con la mala suerte de que solo somos capaces de traducir los de pollo, pato, cerdo y ternera. Cordero no había.. y lo demás que será. Las salsas tampoco son fáciles de descifrar.
Finalmente “el que no escribe” se decide por “venison”, el cual nos lo describen con la siguiente definición: “Like a Bambi”. Dicho así, te entran ganas de llorar en vez de comértelo, pero pronto superamos la crisis. Si lo llamamos venado no hay sentimientos enfrentados… Yo me pido Pato confitado. Todo lo que digamos es poco, el Bambi venía con una salsa de remolacha y verduras, espectacular. No estaba guisado y la carne era muy tierna. Mi Donald, tampoco estaba hecho como tradicionalmente se presenta aquí, era con una salsa que, como no pude traducir, no os puedo explicar. Excelente presentación, sabores, calidad y atención. De beber fue una Coca-Cola y una cerveza. 40 libras. El mejor del viaje.
Salimos y, sí, llovía. Hasta la fecha nos habíamos quejado de calor pero esa noche fresquita era ideal aunque lloviera. Como si estuviéramos en un campamento infantil, iniciamos la vuelta a la casa por un camino negro sin nada de luz, donde se escuchaba el agua caer sin parar. Ponemos los móviles en marcha y caminamos con satisfacción.
En nuestro camino se cruza, al lado de la casa, entre la maleza un hombre de negro (no, el del Hormiguero, no). Nos sorprende, pero vemos que también entra en la casa… Al día siguiente, sabríamos bastante más de él.
De momento hasta aquí ha llegado este intenso día. Para la mañana siguiente, a parte de un muy intenso desayuno, teníamos planeado visitar Winchester, primera capital inglesa, Old Sarum y el místico enclave de Stonegenhe…
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Revista Viajes
13 días por el sur de Inglaterra. Día 3: Rye - Seven Sisters - Brighton - Winchester
Por Tienesplaneshoy @TienesplaneshoySus últimos artículos
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