Nueva mañana en Reino Unido. El pronóstico del tiempo para ese día, como los anteriores, inestable en su propia estabilidad, lo cual se traduce en temperatura media, mañana nublada y sol, mediodía con chaparrón intenso y tarde con intervalos de ambos. Es decir, hay que llevar manga corta, manga larga, chubasquero, paraguas y gafas de sol; el kit británico por excelencia de cada día.
A pesar del intenso día anterior, salimos temprano, algo que sin ser conscientes fue una gran ventaja para el desarrollo del día, ya que íbamos a Bath, un punto turístico muy demandado.
De Bristol a Bath hay unos 40 minutos (unas 14 millas). El trayecto lo hacemos de forma bastante agradable. Hace unas cuantas entradas que no os comentamos nada sobre la conducción pero, para el día 7, el que conduce lo lleva bastante dominado, y ya sabemos que en el momento menos esperado, un semáforo puede aparecer en nuestras vidas.
En Bath estacionamos en un aparcamiento que hay cerca de la estación de tren. Y nos vamos guiando por las calles que parecen llevar al centro de la ciudad. Y en este punto os decimos, siempre fijaros mucho donde está el parking, porque nosotros a la vuelta, lo perdimos. Pero eso os lo contamos más adelante.
Bath es una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Un lugar con importantes vestigios históricos que a nosotros nos gustó muchísimo.
Bath tiene muchos puntos de interés pero el más conocido, no solo en la ciudad, sino en el Reino Unido, son sus termas. La ciudad está situada en un terreno donde sus aguas poseen unas propiedades muy especiales.
Antes de que los romanos llegaran a la isla, los celtas ya conocían las propiedades de las mismas y habían levantado un templo para su diosa Sulis. Cuando los romanos hicieron acto de presencia es cuando se planteó la construcción de las termas y la ciudad pasó a denominarse Aqua Sulis. Posteriormente, en la Edad Media, pasaría a denominarse ya Bath.
La entrada a las termas de Bath tiene un precio de 14,50 libras con audioguía incluida. En nuestra visita, llegamos bastante temprano y no tuvimos que hacer nada de cola a pesar de estar en el mes de agosto. Eso sí, cuando salíamos la fila daba la vuelta al edificio (exagerando un poco).
A nosotros, recorrer las termas enteras, sin pararnos en cada uno de los cartelitos informativos, nos llevó entre un hora y media y dos horas. Y nos encantó.
Se puede observar como el agua brota caliente, con un ligero vaho y pequeñas burbujitas. El motivo por el que esto ocurre es porque el agua de la lluvia se filtra por el especial terreno de la llamada Mendip Hills de corte calizo, por unos acuíferos, y se produce un proceso que eleva la temperatura de las aguas. En su recorrido también se pueden comprobar las estancias interiores donde se calentaban las piedras, la piscina cubierta, un museo con numerosos restos encontrados en las excavaciones. La verdad es que es un recorrido muy interesante.
El conjunto se encuentra muy bien conservado, si bien es cierto que ha sufrido diferentes transformaciones.
En el s.XVIII la nobleza acudía a Bath, casi convertida en ciudad balneario para la gente bien. Y es que antes de estas fechas, eso de los baños no estaba demasiado bien visto. Este siglo fue clave también para el desarrollo de la ciudad.
Volviendo a las termas, está prohibido su baño en la actualidad ya que no se garantiza la aptitud de sus aguas para el contacto humano.
Si hacéis la visita, que os lo recomendamos, gracias a la audioguía descubriréis mucho más sobre este bonito lugar.
Otro de los lugares a visitar en Bath es la Abadía. Su entrada es gratuita, sujeta a la donación que se desee hacer. Se encuentra al lado de las termas. Nosotros entramos en su interior nada más salir de las termas y estaba llenísima de gente, por lo que no dedicamos demasiado tiempo a su interior.
Es de estilo gótico perpendicular (es un no parar con los góticos), cuya construcción actual data de finales del s.XV. Antes de estas fechas ya hubo una catedral de estilo normando que acabó derruida por sus enormes dimensiones.
Desde la abadía tomamos la calle que nos lleva hasta el puente Pulteney. Este es un bellísimo rincón de Bath. Hay diferentes perspectivas desde las que se obtienen unas vistas imponentes de la ciudad. El río que pasa bajo esta construcción es el río Avon. Es uno de los únicos 5 puentes habitados del mundo. Su origen data del s.XVIII, siglo como os decíamos trascendental para esta ciudad. Algunos lugareños lo comparan con el Ponte Vecchio de Florencia.
Y es que retomando la historia de antes, en el s.XVIII, cuando Bath se convirtió en una ciudad balneario para las clases altas, también sufrió una reconstrucción de manos de John Wood. Hay una cosa que destaca en la ciudad de Bath y es el color de sus fachadas, crema, que deriva de la piedra caliza que se empleó para ello. La ciudad tiene un color propio que se queda en la memoria.
La ciudad, entonces, tomó un aire clásico, se llenó de residencias y palacetes. Se convirtió en un lugar noble. Es conocido que Jane Austen, de la que os hablábamos el día que estuvimos en Winchester, pasó unos años de su vida no muy felices entre esta ajetreada sociedad y dicen que fue la cuna de su inspiración para alguna de sus obras maestras.
Entre su arquitectura, tras pasear por las calles, nos vamos en busca del Royal Crescent, que data del siglo de esplendor del que os hablamos y que es considerado un exponente de la arquitectura georgiana. Se trata de una media luna de viviendas residenciales pareadas con unas dimensiones muy importantes.
Como es típico en nosotros, nos desorientamos, ya que se encuentra un poco separado del núcleo urbano. Empieza a llover con ganas y estamos un buen rato callejeando y preguntando a los que nos encontrábamos.
Antes de llegar al Royal Crescent, pasamos por otro de los puntos conocidos de la ciudad, The Circus, una plaza totalmente circular y rodeada por residencias que crean un bonito escenario, aunque dadas sus dimensiones es imposible de contemplar entera. Transmite una sensación de simetría y perfección.
Dado que la intensidad de la lluvia se vuelve creciente, volvemos sobre nuestro pasos hacia el epicentro de Bath. Aprovechamos el paseo para descubrir más de este lugar entre calle y calle. Realmente nos parece un lugar bonito y con mucho encanto y vida.
Antes de darnos cuenta, la hora de aparcamiento había vencido y nosotros estábamos lejos de él. En nuestro listado de puntos a visitar en Bath se nos quedan las Assambly Rooms, que eran antiguas salas de fiestas y reuniones diseñadas en el s.XVIII y que hoy albergan el Museo de la Moda en su planta inferior, siendo también visitables las estancias superiores. Da la hora nos vamos al aparcamiento, o eso creíamos…
Parecíamos seguros de seguir los pasos precisos pero donde, teóricamente, tenía que aparecer el parking solo aparecía una carretera. Llovía fuerte, era tarde, el ticket vencido y, por más que mirábamos, siempre el sentido de la orientación nos llevaba al mismo sitio, donde no había ningún aparcamiento.
Tras ir, volver y dedicar un buen rato, como dos esponjitas llegamos al coche donde, por suerte, no había rastro de multa… shssss…
La cosa estaba complicada, la lluvia no remitía, no habíamos comido e improvisamos un picnic con lo que llevábamos en el coche que nos tuvimos que comer allí mismo. No podíamos ni bajar las ventanillas. Probablemente, esa era la explicación de que la multa no hubiera llegado a nosotros, ¿Qué insensato iba a estar paseando por allí para ver los tickets de los coches?
En nuestro itinerario nuestra próxima parada era Lacock, un pequeño pueblo perteneciente ya a los Cotswolds que tenía fama de ser bonito. Dada la situación climátológica y que al día siguiente íbamos a dedicárselo entero a esa zona, decidimos prescindir de Lacock y volver a Bristol, relajarnos y ver las 3 ó 4 cosas que nos quedaban pendientes.
A Bristol que nos vamos pero antes de ir al núcleo urbano, nos vamos a acercar al famoso puente de Bristol, el Puente colgante Clifton (Clifton Suspension Bridge). Si vais a ir en coche hasta allí, estas son las coordenadas GPS.
Os recomendamos que aparquéis al lado del hotel que hay en una calle cercana, el aparcamiento ahí es gratuito y, si queréis, podéis aprovechar, como hicimos nosotros, para tomaros un café calentito en su interior. Recordamos cómo tomándonos un expreso y recuperándonos del chaparrón veíamos en la pantalla la triste noticia del fallecimiento del actor Robin Williams.
El puente colgante se construyó en el s.XIX y cruza la garganta del río Avon. Se puede atravesar a pie o en coche. A pie es gratuito, y en coche cuesta 1 libra. En agosto de 2013, uno de los lados peatonales del puente estaba inhabilitado y suponemos que la escasez de caudal del río estaba vinculado a ser verano, que a nosotros sequía precisamente no nos parecía que hubiera con los chuzos que nos caían cada día, pero oye, que igual sí. Antes de ir, habíamos leído que las vistas eran espectaculares, y están bien aunque no tanto como esperábamos. Casi más por ver la ciudad desde allí que la garganta en sí misma.
Este puente es uno de los símbolos de la ciudad y un gran orgullo para sus habitantes. Y merece la pena acercarse para ver esta megaconstrucción.
Como en las anteriores entradas no os hemos ido comentando lo que vimos y no vimos en Bristol, aprovechamos ésta para dejaros los puntos de interés que visitamos allí todos unificados, aunque no corresponda con lo que exactamente hicimos ese día.
Como os comentamos en otras entradas, Bristol es una ciudad que no destaca especialmente desde el punto de vista estético. Como punto para hacer noche es muy interesante porque está bien equipada en servicios, es cómoda y su ubicación excelente, ya que a no demasiadas millas tienes puntos de interés turístico muy atractivos.
Bristol es una ciudad con contrastes, destaca la poca homogeneidad arquitectónica, tiene zonas con cierto encanto y otras como más abandonadas, algo que suele ocurrir en casi todas las ciudades más grandes y más si son de carácter industrial. No hay que olvidar la importancia que tuvo este lugar, llegando a ser la segunda ciudad más grande de Inglaterra en el s.XVI.
Si estáis un día de diario veréis a primera hora la vida de la gente yendo a trabajar, y un domingo por la noche una ciudad muy muertecilla. Es una ciudad diferente a todos los puntos de los que os hemos hablado hasta el momento.
De Bristol, destacamos la zona del puerto, muy próxima a nuestro hotel del que os hablamos aquí. El puerto de Bristol entra y sale de la ciudad formando una especie de canal. Allí, podéis ver todo tipo de embarcaciones.
En la zona del muelle se han habilitado un montón de locales para tomar algo que tienen la peculiaridad de, al estar techados, poder disfrutar al aire libre de una bebida sin mojarte y con una estampa muy agradable.
Los locales, la mayoría, tienen encanto y mucho ambiente. Música, gastronomía… una zona muy agradable para finalizar cada jornada.
En el núcleo urbano nos acercamos a la calle del Maiz (Corn Street), una bonita calle que tiene el Mercado de San Nicolas. No llegamos ni un solo día a tiempo para ver el mercado abierto. Este mercado es el más antiguo de la ciudad (s.XVIII) y está considerado uno de los 10 mejores mercados del Reino Unido. Se ubica bajo una galería de cristal. De 3 noches que pasamos allí, dos tardes nos acercamos y en ninguna llegamos a tiempo para verlo en funcionamiento.
Alrededor de esta zona se encuentra lo que se considera el casco antiguo de Bristol. Estas calles sí que son bastante homogéneas y nosotros nos dedicamos a pasearlas con tranquilidad, sin buscar nada concreto. Se convierte en un paseo muy agradable.
Al otro lado del puerto, vamos en busca de la calle del Rey (King’s Street). Esta calle es muy peculiar, originaria del s.XVII, empedrada, ancha, sin tráfico y con aceras estrechas, se convierte en un rincón donde los amantes de la cerveza seguro que encuentran no un lugar, sino varios que les atrape. El más conocido, el pub Llandoger, que tiene además la fama de ser el lugar dónde se escribió La Isla del Tesoro. Muchos de los edificios que hay en la calle están protegidos y están lindando con lo que era la muralla de la ciudad.
En los alrededores, de nuevo, aparecerá el río Avon y, muy cerca de Kings Street, estará Queen’s Square (la plaza de la Reina), una plaza apacible rodeada por edificios singulares.
Por supuesto, no podemos olvidar la catedral de Bristol. Un templo sobre el que no teníamos demasiadas expectativas, pero nos gustó y que se encuentra a escasos 5 minutos del hotel. Al final, llegábamos siempre a la ciudad cuando estaba cerrada y la tuvimos que visitar la misma mañana que salíamos de allí.
Seguro que antes de que lo digamos ya os imagináis el estilo de esta catedral, efectivamente, gótico. Hablamos, por supuesto del gótico inglés, que en algunas ornamentaciones recuerda algo al barroco. Son templos que sus interiores sorprenden y lo hacen aunque ya hayas visto otros antes.
Desde luego si es el primero que ves, directamente, te cautivan. Esta catedral fue sufriendo diversas ampliaciones que aportaron elementos con nuevos estilos al conjunto.
Si alguno de vosotros sois de los que adoráis las vistas panorámicas de una ciudad desde las alturas, el mirador por excelencia de Bristol dicen que es la Torre Cabot. Nosotros no subimos pero sí nos acercamos para verla desde el exterior. Está rodeada por un parque y se encuentra en un alto de la ciudad. De hecho, camino hacia ella, podéis visitar una una auténtica casa georgiana abierta al público, y como nos solía pasar cada día en Bristol, no llegamos a tiempo para entrar.
Básicamente, estos son los puntos más reseñables que tenemos de nuestra experiencia. Nosotros, esa noche del día 7, la última que pasaríamos en Bristol fuimos a cenar al Zaza-Bazaar, un local en el que veíamos en las noches anteriores que se formaban largas filas, lo que despertó nuestra curiosidad.
Se encuentra en el puerto también. No nos gustan los buffets de forma general, pero aquí, nos dejamos llevar por la cantidad de gente y la decoración espectacular de su interior. Pero una cosa, no deja de ser un buffet. Te dan una mesa, la bebida te la sirven allí, y tienes muchísimos puestos de comida internacional para poder elegir. A la vista es muy atractivo, al paladar bastante mediocre, pero la experiencia fue divertida. El precio 15,99 libras persona, sin bebida.
Y bueno, toca despedirse de la ciudad, ir al hotel, hacer las maletas, para adentrarnos al día siguiente en la campiña inglesa, los Cotswolds, pueblos de cuento, cottages, praderas verdes, el encanto rural británico en el que esperábamos que el sol se hermanase con nosotros para poder disfrutar del día…
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