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135. El vacío

Publicado el 16 mayo 2022 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Llegó un momento en que ya no sabíamos cómo estar juntos. 

    Quizá nuestra unión partía de una derrota anticipada, porque tú leías a Sartre y a Nietzsche, y siempre te sentías desubicada en el espacio y el tiempo. Yo, para encontrarme, bebía, y bebía de Bukowski y Ciorán.

    Nuestras mentes chocaron, y en lugar de rechazarse se fundieron en una. 

   Al cabo del tiempo conociste a Pizarnik. Fue quizá, en ese momento, cuando vibró la quietud perfecta de nuestra alquimia, o cuando tendría que haber sabido interpretar las señales. Porque empezaste a vivir en sus versos, te ibas a lugares donde no podía alcanzarte y de los que tardabas horas en regresar.

    Llegó un momento en que ya nunca regresabas del todo, y nos convertimos en dos espectros que bajo el mismo techo se cruzaban de largo como si no tuvieran nada que decirse. El tiempo, ese aliado de nadie, también jugaba en nuestra contra, y nos colocó a kilómetros de distancia aunque nuestros alientos se tocaran.

    Por más que lo intentamos, nos fuimos vaciando hasta quedarnos sin nada que ofrecer. Aquello que tuvimos se había extinguido y ya no teníamos ninguna referencia a la que asirnos. A cada día que pasaba, nos desconocíamos más y más. 

    Yo te miraba con una botella en la mano, tan cerca y tan lejos. Tú, tan real y tan ausente, solo tenías ojos para las drogas legales del botiquín del lavabo.


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