Revista Cine
El día de hoy inicia la 13ª. Semana de Cine Alemán, organizada por el Instituto Goethe y apoyada por la Cineteca Nacional y Cinépolis con la presentación deFausto (Faust –Eine deutsche Volkssage, Alemania, 1926), el décimo-séptimo filme de Friedrich Wilhelm Murnau, que será exhibido a las 19:30 horas en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, con todo y musicalización en vivo de Thomas Köner.La cinta –la última realizada en Alemania por Murnau antes de viajar a Estados Unidos a realizar su obra maestra Amanecer (1927)- fue distribuida, en su momento, en dos versiones: la internacional, de 116 minutos de duración; y la alemana, con 10 minutos menos. Aparentemente, la versión que será presentada el día de hoy es la alemana.Fausto fue realizada inmediatamente después de su obra maestra El Último de los Hombres (1924) –sí, ya sé que le colgué este mismo adjetivo a Amanecer, pero Murnau tiene por lo menos tres filmes de ese nivel: el otro es Nosferatu (1922)- y, desde el inicio, se convirtió en su cinta más divisiva. En Alemania fue vapuleada por la crítica y el público –20 años después, en el canónico texto “De Caligari a Hitler”, el autor Siegfried Kracauer le seguía atizando duro-, aunque también es cierto que fuera de Alemania a la película le fue mucho mejor y tuvo sus fervientes defensores, como Eric Rohmer, quien en los años 70 dedicó un libro entero a estudiar el manejo del espacio de Murnau en este filme que, según el gran crítico y cineasta nuevaolero, es una de las mejores obras en la historia del cine.Visualmente hablando, es difícil contradecir a Rohmer. Desde la escena inicial, en la que un Arcángel (Werner Fuetterer) se encuentra con Mefistófeles (o sea, Satanás) para apostar el destino de la Tierra si el Demonio obtiene el alma del noble y sabio alquimista Fausto (Gösta Ekman), es claro que estamos ante un cineasta en el pináculo de su imaginación. A esto le sigue la pesadillesca secuencia de la plaga –con el rostro de Mefistófeles dominando sobre toda la ciudad-, el viaje por los aires de Mefistófeles y Fausto, o el diseño mismo del pueblo, que parece haber salido de algún grabado de Piranesi, con esas escaleras abismadas y esas casas apeñuscadas una al lado de la otra.Sin embargo, también es cierto que a la cinta le falta la unidad -¿o de plano la perfección?- de Amanecero Nosferatu. El problema mayor es el inexplicable interludio cómico en el que Emil Jannings, cual Mefistófeles juguetón, enamora a la Tía Marthe (Yvette Guilbert) de la bellísima Gretchen (Camilla Horn en un papel ofrecido originalmente a Lilian Gish), un segmento de vulgar comedia de enredos que aparece como un pegoste indeseado e indeseable en el tono de una cinta más bien oscura, escéptica y apocalíptica.Sí, puede ser que Fausto no esté, después de todo, entre los mejores filmes de Murnau, pero el poder de la imaginación visual de este malogrado cineasta -muerto en un accidente automovilístico a los 42 años- sigue apareciendo imbatible casi un siglo después. ¿Alguien ha creado un mejor vampiro que el que aparece en Nosferatu? ¿Alguien ha hecho una mejor secuencia sobre la dispersión de la peste que la realizada en Fausto? ¿Alguien ha usado de manera más dramática los efectos fotográficos y/o de iluminación que Murnau en Amanecer? Usted vea estas películas y luego le seguimos.