...cuando el mundo se hace grande.
Hay momentos durante el viaje que te sientes cansado, que no has dormido bien, que tienes calor, que por una milésima de segundo te acuerdas de esos que han decidido pasar el agosto en un resort con pulserita, con la única ocupación durante días de tomar el sol y beber caipirinhas en la barra instaurada dentro de la piscina.
Son momentos puntuales y muy cortos ya que, como si lo supiera, África te reconduce a vivirla con un simple chasquido de dedos: la sonrisa de un niño oportuna, puñados de cacahuetes como muestras de agradecimiento, los abrazos gratuitos de la gente, la libertad para parar donde queramos y no donde nos impongan que lo hagamos... Es como si África tuviese una estrategia; un plan para que, aquellos que nos quitamos el lastre de los prejuicios, salgamos de ella diciendo: VOY A VOLVER.
Y cuando ya estás casi convencido, la ruta nos lleva a la falla de Bandiagara y allí, un suspiro nos alerta de que estamos ante algo inmenso. Inmenso en belleza, en cultura, en tradición...
Todo vale la pena cuando llegas allí.
Entre el paisaje de piedra, arena y vegetación, se levantan las aldeas del País Dogón colgadas al abrigo del inmenso acantilado .
Intentar describirlo me resulta un osadía. Al igual que me ocurrió en su día con el Taj Mahal, por muchos detalles que se explique y por muy bien que se redacte, nada le hace justicia.
Solo hay una opción: VIVIRLO.
Y allí estábamos los cinco, viviéndolo, tan absortos en lo que nos rodeaba que apenas vimos en qué momento comenzamos a negociar penosamente las irregularidades del camino.
Y...como bien dice el refrán:
Tanto fue el cántaro a la fuente...que al final se rompió!!
Un charco de los que le gusta a Juan...y en él...una sorpresa: una roca con ganas de compañía decidió ponerse en punta y dar una fuerte palmada al depósito de gasoil.
Y allí estábamos los cinco: bajando por los poblados del País Dogón (donde no tienen ni electricidad, así que ni por asomo una gasolinera), con una olla sirviendo de recoge-gasoil y un agujero irreparable en el depósito.
Ne pas problem!!! Si algo habíamos aprendido en esas dos semanas es a ser prácticos.
- Un Jerrycan
- Una manguera convencional
- La manguera del gas de la cocina del coche
- Masilla
- Un martillo
- Un cincel
- Dos agujeros en el suelo de la parte trasera del coche
Ni MacGuiver lo hubiera hecho mejor!Después de la reparación a la africana, proseguimos la marcha sin incidentes hasta llegar al pueblo (de cuyo nombre no me acuerdo) que posee la ''toguna'' o ''casa de la palabra'' más grande.
La toguna es una construcción de no mas de 1,20 de altura, con una base de adobe que sostiene 8 capas de paja de mijo, que representan los 8 ancestros que fueron origen del pueblo Dogón.
Es el lugar de encuentro de los hombre, donde hablan y discuten sus problemas. Han de llegar siempre a un acuerdo para poder abandonarla.
La razón de su poca altura no es otra que el facilitar el debate y la discusión puesto que sentados es la mejor postura para hablar de igual a igual y así, evitar, en caso de que alguien se exalte, que pueda levantarse e imponerse. Y en el caso de que lo haga, se daría un golpe en la cabeza y le obligaría a volver a sentarse y relajarse.
El resto de la tarde la pasamos conduciendo por caminos de arena que se ensanchaban y estrechaban a su antojo. Cambiaban de color cada pocos metros pasando de rojo a beige en un paso, y los charcos cada vez era más difícil bordearlos.
Hasta que, llegando a Koro, dejó de haber camino.El barro se había apoderado del suelo.Dejamos de conducir para empezar a navegar.Y las dos motos....
...empezaron a pasar algún que otro apuro.
Pero... Ne pas Problem!!
Los residentes saben perfectamente por donde han de pasar, creo que podrían hacerlo incluso con los ojos cerrados.Obviamente no eran tan osados como para hacerlo en ese momento ni en coche ni en moto, pero sí lo hacían en carro tirado por burros y en bicicletas.
Ese día, las motos salieron indemnes del barrizal gracias a circular tras las rodadas de un ciclista.
TODO UN MOMENTAZO!!!!
Y así, siguiendo bicicletas y con el depósito de gasoil a mi izquierda llegamos, entrada la noche a Koro.