Revista Opinión

14.000 hectáreas quemadas

Publicado el 24 julio 2012 por Mbbp

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES

No sé si me siento triste o indignado, impotente o apenado. En lo que llevamos de verano en España ya han ardido más de 100.000 Hectáreas de bosque, ¡en distintas zonas! Y ahora es Catalunya la que lucha contra el fuego, con casi 14.000 Ha y un frente que, a día de hoy, tiene un perímetro de 60 Km… y aún no se ha extinguido.

Pienso ahora, mientras veo incrédulo las cruentas imágenes, que es injusto el trato que le damos a la Tierra con nuestra negligencia o indiferencia. Pienso ahora en las miles de personas afectadas que han perdido su hogar entre las llamas. Y en las que han perdido la vida, intentando evitar el fuego. Y en los cientos de bomberos, militares, policías y voluntarios de todas partes, que trabajan sin descanso para extinguir el incendio que estos días ha cubierto de un espeso humo negro gran parte de Catalunya. Pienso en los miles de animales que han perdido la vida y en los miles de árboles que pronto serán sólo ceniza volátil…

Y me siento impotente y, a la vez, enfadado. Por la estupidez humana, por la desidia, por la mala fe de algunos... Como aquel que escribió esta mañana en Twitter “Que plastas los que se preocupan por un simple incendio“, que demuestra su insensibilidad en el éter y la prodiga a los cuatro vientos. Y sigo sin poder explicar a mi querida hija la razón de tanta insensatez y de la codicia e ignorancia humana.

Y recreo las imagenes del Ampurdà, ese bello paisaje que ahora arde en llamas. Y veo sus campos de trigo, sus pinos mediterráneos llegando hasta el azul del mar, los bosques de haya, los riachuelos y finas arenas de las cientos de calas, por donde he paseado buscándome a mí mismo, soñando estar de paseo con mi amor, en cualquier puesta de sol o en cualquier amanecer dorado. Y veo mis huellas inertes, libres de toda culpa por haber paseado por allí sin dejar secuelas, donde ahora sólo hay ceniza…

Y me imagino esos montes ahora pelados, repletos de árboles calcinados y la ceniza que, cayendo sobre mi rostro y haciendo asfixiante el aire que respiro, me están desolando. Y el silencio, ese silencio doloroso de un bosque injustamente incinerado, donde ya no hay vida y en el que los pájaros que hace unos días cantaban al viento, ya no están, ni estarán en muchos años.

Y pienso ahora también en ese otro bosque soñado y lejano en los mares del Norte, donde nace el arcoiris y está mi corazón, donde aún cantan los ruiseñores, fuera de todo peligro. Donde los rayos del sol de la mañana aún se filtran entre las ramas verdes del frondoso bosque que acoje a mis niñas, ¡mis amores! Y el lago frío y cristalino en la claridad del bosque, que refleja sus bellos rostros, mientras sonríen, bajo la sombra de cualquier árbol que celebra su vida y su eterna presencia…

Y sé ahora que aquí, en esta tierra ahora ennegrecida por la ceniza y por los troncos chamuscados y vencidos, tardará mucho tiempo hasta que, de nuevo, brote la vida. Y tal vez será entonces mi hija quien, ajena a mis dolorosas explicaciones, vea pronto florecer algún brote verde que nace entre las piedras calcinadas, siguiendo su ansia por vivir y por dejarse acariciar por el sol de cada mañana… Y de cada árbol mal quemado brotarán de nuevo unos esquejes altivos, verdes y tiernos, porque después de cualquier incendio la tierra y el cielo se aclaran, dando nuevo paso a la vida. Y, como el amor verdadero, brotarán en silencio para buscar de nuevo el azul del cielo…

Y después del necesario tiempo, la vida y el amor brotarán de nuevo en busca de esa luz y de la tierra que nos alimenta, sin merecerlo! Y apenas quedarán en la memoría aquellos parajes ahora grises y torrefactos, que serán sustituídos por miles de brotes nuevos y de flores multicolores. Y mis niñas sonreirán al ver ese multicolor paisaje que resucitará de entre las cenizas que hoy lo ocupan y lo tiñen de negro, bajo un cielo humeante… ¡pero que será incapaz de hacerles olvidar sus verdaderos y bellos sueños!

 


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