A partir de un momento dado, perseverar es consentir decaer. Pero ¿cómo estar cierto de su declinar? ¿Acaso no puede uno equivocarse respecto a los síntomas? ¿Acaso la conciencia de decaer no implica una superioridad sobre la decadencia? Y, en este caso, ¿aún se está decaído? ¿Cómo, una vez más, saber que uno ha comenzado a derrumbarse, cómo determinar ese momento? El error es inevitable, pero poco importa, puesto que, de todas maneras nunca se muere a tiempo. Se va a la deriva y sólo cuando uno se hunde se confiesa residuo desechable. Y entonces ya es demasiado tarde para naufragar de propio grado.
—El aciago demiurgo, Emil Cioran
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