1. Definir los objetivos
Básicamente es pensar en que queremos gastarnos el dinero que invertimos.
Esto nos va a permitir calcular cuánto tenemos que ahorrar o que rentabilidad
debemos exigir a nuestras inversiones y a qué plazo queremos invertir.
¿Estamos ahorrando para la jubilación o simplemente intentando sacarle una
rentabilidad a corto plazo a nuestro capital?
También es primordial conocer nuestra tolerancia al riesgo
así como nuestras expectativas de rentabilidad (no podemos obtener una
rentabilidad del 6-7% si invertimos en deuda pública).
2. Elegir el tipo de fondos
De las respuestas a estas preguntas dependerá el tipo de fondos que
seleccionaremos: renta variable, renta fija, mixto, etc.
Aquí puedes ver las diferentes categorías y en que activos
invierte cada una de ellas
3. Diversificar entre fondos de inversión
“No poner todos los huevos en la misma cesta” es uno de los mejores consejos
que podemos seguir a la hora de invertir en cualquier tipo de activo.
Invertir en fondos de inversión no se resume en elegir los mejores productos
dentro de las diferentes categorías que existen en el mercado. Se trata de
construir carteras equilibradas en función del riesgo, horizonte
temporal y expectativas de rentabilidad que queremos asumir.
4. Saber en qué invierte
No todos los fondos de renta variable o de renta fija invierten en los mismos
tipos de activos. Un fondo invertido en acciones japonesas no tendrá la misma rentabilidad-riesgo que un fondo de acciones alemanas.
Incluso, dentro de una misma categoría de fondos, existen fondos de
características muy distintas. Sólo leyendo el folleto del fondo, sabremos cual
es su política de inversión.
5. Analizar cómo se ha comportado
Por supuesto, la rentabilidad pasada obtenida por un fondo no garantiza sus
resultados futuros. Pero analizar cómo se ha comportado el fondo en comparación
con los demás fondos de su categoría y con un índice de referencia nos puede
ayudar. Nadie sabe qué fondos serán los más rentables, pero sí podemos evitar
aquellos que han conseguido sistemáticamente malos resultados.
6. Conocer el riesgo que asumimos
Conocer las características de riesgo de un
determinado fondo es fundamental para entender su posible evolución: categorías
de fondos que han sido volátiles en el pasado siguen siéndolo en el futuro.
Pero la volatilidad sólo mide el comportamiento pasado del fondo. Para tener
una idea del posible riesgo futuro del fondo, conviene examinar la propia
cartera del fondo, su distribución de activos, su diversificación geográfica o
por sectores...
7. Estudiar su estrategia
No todos los fondos invertidos en un mismo tipo de activo se gestionan de la
misma manera ni asumen los mismos riesgos. Cada fondo tiene su propio estilo de
inversión e invierte en diferentes activos, independientemente de que
pertenezcan a la misma categoría.
8. Invertir en fondos que han sido consistentes
Resultados puntuales no garantizan que el fondo esté bien gestionado. Hay
que comprobar si esa rentabilidad se ha conseguido de forma consistente en el
tiempo. Estos son los fondos que hay que buscar, podrán obtener rentabilidades
negativas en el corto/medio plazo, pero los gestores sabrán cómo recuperarse de
esas pérdidas y obtener rentabilidades positivas en largo plazo
9. Comprobar quién lo gestiona
Los resultados de un fondo dependen, en gran medida, de las decisiones
del equipo de gestor. Por lo que conviene saber quien lo forma y desde cuando
tiempo lo hace.
10. Conocer las comisiones
Todas estas comisiones quedan registradas en el folleto entregado a la
Comisión Nacional del Mercado de Valores, por lo que son públicas y pueden (deben)
consultarse libremente antes de contratar cualquier fondo. Si bien es
importante conocer estas comisiones, hay que tener en cuenta que existen fondos
de inversión con comisiones bajas pero que en realidad son caros porque la
gestión que hacen del dinero de los partícipes es mínima y nula y que existen
fondos de inversión con comisiones máximas y con unos resultados pésimos.
11. Dejar de mirar las rentabilidades diarias
Este es uno de los consejos más importantes. El mercado de valores tendrá días,
semanas, meses e incluso años de rentabilidades negativas. Si no podemos asumir
estas pérdidas, probablemente no deberíamos haber invertido en ese tipo de
activo. Al invertir en fondos (sobre todo, fondos de renta variable) estamos
buscando rentabilidades en largo plazo y no en el corto plazo.
12. Invertir periódicamente
Es recomendable invertir de forma periódica. Permite diseñar una estrategia
de inversión a largo plazo, ahorrar de forma disciplinada y beneficiarnos del
mercado con independencia de su evolución.
Un patrimonio se crea con el tiempo, siendo constante y con un ahorro
sistemático. El interés compuesto es el efecto que produce en nuestros ahorros
el ahorrar de una forma periódica y sistemática. La rentabilidad que obtenemos
periódicamente por nuestras inversiones, genera a su vez más rentabilidad año
tras año.
13. Buscar asesoramiento financiero independiente
Sólamente a través de asesores independientes que no tengan conflictos de
interés a la hora de ofrecer cualquier producto podemos obtener recomendaciones
acorde a nuestros objetivos. Además, un asesor independiente realizará un seguimiento continuo sobre la evolución de nuestra cartera.
14. Ser más conservador a medida que alcanzamos nuestros objetivos
A medida que alcanzamos el objetivo para el cual estamos ahorrando, debemos ser
más conservadores puesto que el tiempo que queda es menor y podemos perder
gran parte de nuestro patrimonio si no adaptamos nuestra inversión
Una cartera de inversión tiene que ser dinámica y que varía en función de los
mercados financieros y a medida que uno se acerca al objetivo de inversión.
15. Empezar a ahorrar ya
Retrasar el momento de empezar es una excusa (todos tenemos hipoteca o diferentes
gastos). Cuanto menos tiempo me queda para alcanzar el objetivo para el cual
estoy ahorrando, menos puedo ahorrar.
Cuanto antes empecemos, más tiempo tendremos, más podremos ahorrar y más fácil
será crear ese patrimonio.
Retrasar 5 años el comienzo de nuestro ahorro puede suponer que dentro de 20
años tengamos 40.000 € menos