A mí me gusta Puerto Cabello. Es el recuerdo inmediato de mi niñez, cuando iba con mi familia a Isla Larga , una de sus playas más hermosas. En sus paisajes he tenido momentos llenos de quietud, como ese amanecer en o la inmensidad de Yapascua cualquier día de semana. Pero no todo es playa. Puerto Cabello tiene historia, un casco central que pide a gritos un rescate, pero en el que es posible pasearse con calma por el malecón, probar sabores y conocer gente que insiste en apostar por Venezuela. Por eso quiero dejar esta lista de opciones, para ver un poquito más allá y que sepan que ese lugar de colores tiene mucho, pero mucho por contar. Patanemo
1. Practicar Paddle al ladito del malecón. Sonrisa, así se llama la playa que está a unos pasos del malecón y que es tranquila, sin olas. Un spot perfecto para practicar paddle o kayak con César de SUP Puerto Cabello . La hora perfecta es la del atardecer, para disfrutar del paisaje y la tranquilidad. César tiene paciencia, te dice cómo subirte a la tabla, da mucha confianza y te deja libre por ese mar. Lo digo con convicción porque en mi primer intento de hacer paddle en Choroní nunca pude alcanzar el equilibrio (y culpé a la brisa).
2. ¿Un coctel con vista a la marina? Cuando venimos de una ciudad tan agitada como Caracas, la sensación de caminar por el malecón con tranquilidad, ¡y en la noche! nos parece increíble. Más, si puedes ir a un lugar como Morea Bistro Bar , pedir alguna tapa, un coctel y mirar para allá. Como es al aire libre, la brisa es una delicia. Ponen buena música y el espacio es amplio, así que es buen plan estar un rato y después seguir caminando por el malecón.
3. ¡Comer una pizza original! El restaurante Da Franco está ahí al frente del malecón. Es un sitio de tradición y a quien pregunte por Franco, le contarán quién fue con mucho cariño. Ahora, el restaurante tiene nuevos dueños y aunque han hecho modificaciones en la carta, conservan algunas recetas originales que creó el mismo Franco. Así que no hay que dejar de pedir la pizza que lleva su nombre y tampoco el Cartocho de lomito, que tiene la peculiaridad de servirse en pequeños trocitos, así como a él le gustaba. Todo es absurdamente delicioso.
5. Ir a la casa del general Bartolomé Salom. Está en el pueblo de San Esteban , por lo que hay que tener carro o moto para llegar (el transporte público es bastante escaso y lento). Bartolomé Salom fue un prócer de la patria y la historia cuenta que Simón Bolívar le regaló esta casa por su buen desempeño en el ejército. Lo cierto es que allí vivió por algunas temporadas y aunque hoy solo quedan las ruinas, sí hay una escultura del general sentado en una hamaca y, no sé sin cosas mías, pero se siente algo distinto en el ambiente cuando se está allí. Lugares como este van contando la historia de Puerto Cabello, aunque pasan desapercibidos.
6. Comer pescado frito en Lanceros. ¿Quién le va a decir que no a un buen lebranche frito con tostones y ensalada? Este restaurante está al frente del malecón. Tiene una terracita que está perfecta para cuando el sol comience a bajar y no haga tanto calor. Comida tradicional bien hecha, pero lo mejor es la pesca del día y esos sabores a mar que tan bien preparan aquí. Es un sitio al que hay que ir porque sí.
9. ¡Almorzar un buen sandwiche! Uno sabe cuando la gente le pone amor a lo que hace. Eso me pasó cuando entré a Q' Sandwich , un local pequeñito, pero donde su dueña va revisando todo con esmero. Se puede ir a desayunar, pero la atracción son los panes que preparan allí frente a los ojos de quien va pidiendo. Los tuestan, les colocan salsas de la casa y se reinventan. Si no hay los ingredientes de siempre, se buscan otros, cambia la receta, se inventa un combo, pero siguen. Valoro mucho este esfuerzo en tiempos tan convulsos y sobre todo, que sean unos sandwiches tan ricos.
11. Perder la dieta en Sabores al dente . Pero claro, después de una ensalada también vale la pena darse un buen gusto y aquí todo provoca. Es increíble el sabor de los rolls de canela que hacen aquí y lo que más me llamó la atención es que la masa es de papa. Sí, de papa. Las quesadillas y los golfeados son para morirse y aunque a mí la pizza no me gusta, aquí se ve muy bien. Se esmeran con los almuerzos (por favor, pidan el pasticho) y también con hacer que te sientas como en casa. Fueron tan consentidores que me enviaron un desayuno especial a la Posada Santa Margarita , donde me estaba quedando y ahí fue cuando probé el pastelito de cazón, del que no dejé de hablar como por dos días. Es cierto, son sabores al dente y deliciosos.
12. Comprar arte local. Seguramente no les habrá pasado desapercibido un caballo de madera en el Fortín Solano, punto clave de Puerto Cabello. También hay uno en el Burger King del casco histórico. Ambos son obra de René Louze quien los hizo con tablas de madera que recogía del mar; algo que ya no hace tan seguido como antes, pero que le dan vida a sus detalladas esculturas. No solo hace caballos que soportan su propio peso, también se atreve con figuras complicadas y otros materiales. Además, se divierte. Por ahí está haciendo a un súper héroe de Marvel. Escucharlo hablar es un paseo divertido y le pueden hacer pedidos a la medida. Lo mismo ocurre con , una pintora apasionada que tiene su casa llena de flores. Es posible encontrar cuadros hasta debajo de la cama. Va interviniendo todo lo que le rodea. Su estudio, que está al final de su casa, es una suerte de refugio verde entre plantas y pinturas. Pinta, se divierte, vive y crea flores de todos los colores (0414.3292670) Carmen Salazar
14. Comer mucho chocolate. Presten atención a este nombre: Choccolini . Comenzó siendo un proyecto de clases, pues su creador se atrevió a hacer una pasta con chocolate y ese fue el nombre que le puso. Pero como es curioso, siguió investigando sobre el cacao porteño y de otras regiones del país, comenzó a hacer chocolates y decidió dejar ese nombre. Si algo tienen estos chocolates artesanales es cariño y buen sabor. Mis manos se llenaron de chocolate oscuro, blanco, con licor y de la crema de maní con cacao, que es el producto ganador. Y entonces supe que apuestan tanto que hacen talleres y enseñan a otros y así fue como también conocí a quienes están detrás de , que están aprendiendo con ellos a hacer sus propios bombones. ¿Ustedes sabían que en Puerto Cabello se da el cacao? Bueno, ellos saben cómo llenarnos de orgullo a través de sus sabores. Nua Bombones
15. Dar una vuelta por la Casa de la Cultura. Casi 300 niños y jóvenes reciben clases de música de manera gratuita en este espacio, en pleno casco histórico de Puerto Cabello. Se imparten clases de órgano, saxofón, cuatro, guitarra y más. Hay para todas las edades y la idea es que revisen los horarios y traten de que la música pase a formar parte de su rutina diaria. Muchos van y continúan su formación, otros son menos constantes, pero lo importante es saber que cuentan con este espacio para darle rienda suelta a su vena musical, con mucha responsabilidad. Además, aquí también hay un estudio de grabación con todas las de la ley y por ahí han pasado grupos locales para grabar sus producciones. Hay mucho talento. Estar aquí y recorrer los salones, me devolvió a mis 9 años cuando comencé a estudiar música. Vi la misma curiosidad en ellos.
Paréntesis. Muchas gracias a María Paola y Armando de Posada Santa Margarita por esos días recorriendo Puerto Cabello. Y también a Marielys, la andarina, por guiarnos de un lado a otro siempre llena de risa.