Se trata de un día aparentemente intenso porque toca recorrer bastantes kilómetros. Lo primero de todo, tras el desayuno y recoger todo el equipaje, es hacer una parada para visitar la Catedral de Killarney, que después de pasar las tres noches aún lo teníamos pendiente, a pesar de estar al lado de nuestro hotel.
La Catedral de Santa María es del s.XIX, de estilo neogótico. Es de grandes dimensiones y el interior nos resulta atractivo. No es una catedral espectacular, pero sí que creemos que estando en la zona merece una visita. La entrada es gratuita.
Desde allí salimos con dirección a Cork (Condado de Cork). Introdujimos esta ciudad en el itinerario por ser una de las ciudades más populares de Irlanda, es la segunda más poblada del país, pero no llevábamos grandes expectativas.
Cork está, aproximadamente, a una hora de Killarney. Cuando llegamos a la ciudad está casi vacía. Es domingo por la mañana, está lloviznando y los comercios están cerrados. Conseguimos aparcar en el centro con facilidad y de forma gratuita, justamente, por ser día festivo. Nos ponemos a pasear por las calles principales, pero resulta un poco tristón. La soledad del turista de domingo.
Lo primero que hacemos es buscar el English Market. Somos amantes de los mercados y parece que éste tiene bastante encanto. Para nuestra decepción, al ser domingo, está cerrado ¡Qué fiasco!
Seguimos paseando por el centro, cruzamos el río y llegamos a la altura de la Catedral Protestante. Intentamos entrar, pero nos sale una amable mujer que se parece bastante a la abuelita de Piolin y nos dice que no se puede pasar, que acaban de empezar los oficios. Ups, Cork en nuestra contra.
Sabíamos que había una segunda Catedral, la mujer nos dice que está la católica y nos indica más o menos como llegar a ella. Así que seguimos paseando y viendo como es la ciudad mientras llueve un poco, que al menos debía llevar quince minutos sin llover.
La visita no está resultando demasiado atractiva. Cuando por fin vislumbramos la Catedral católica desde la distancia, vemos que está al otro lado del río en la parte alta de la ciudad.
Miramos el reloj y decidimos finalizar en este punto nuestra visita a Cork un domingo gris de agosto, donde todo está cerrado. Estuvimos una hora y media aproximadamente de parada en la ciudad.
En unos treinta minutos llegamos a Kinsale el pueblo más colorido de todos los que visitamos en Irlanda. Se trata de un pueblo marinero. Cuando llegamos allí hay bastante gente, nada que ver con la experiencia en Cork.
Estacionamos en el aparcamiento que hay en el puerto y que en domingo es gratuito. Damos un paseo por el puerto, la marea está bastante baja, creando de nuevo ese efecto de barro y el cielo muy negro. Hay poca luz, un día soleado tiene que ser mucho más pintoresco.
Hay que adentrarse en las callejuelas del centro para empezar a descubrir el colorido de las fachadas de esta localidad.
Colores vivos a pesar de estar en un día muy gris. Es un pueblo muy pequeño que se ve en un ratito corto pero nos resulta una inyección de energía encontrar un rincón diferente lleno de color.
A pesar de que la lluvia nos da una pequeña tregua no nos apetece tomarnos un sandwich, así que buscamos en Kinsale un lugar en el que comer.
El lugar elegido es el Pub Jim Edwards: merluza con salsa de vino blanco, un fish and chips y 2 expressos. Agua del grifo de bebida. Total 35€. Platos muy abundantes. La merluza está estupenda, el fish and chips vuelve a flojear. Nos encontramos la sorpresa de que al ir a pagar la chica de la barra resulta ser española y madrileña, charlamos un rato y compartimos nuestra frustración con el clima durante las vacaciones y cómo nos había ido condicionando el viaje, a pesar de creer que veníamos preparados para las inclemencias.
Después de comer ponemos rumbo a Cobh, a una hora aproximadamente de Kinsale. Se trata de otro pueblo pesquero. Desde el puerto de este lugar, más de dos millones y medio de irlandeses tuvieron que abandonar la isla cuando se produjo la famosa hambruna por el hongo que afectó a la patata. Hambruna que dejó, además, muchísimos muertos en el país.
De Cobh hay una estampa muy conocida. Una hilera de casas de colores en pendiente que están en la zona de la Catedral. (lástima que nosotros llegamos por delante de las mismas en vez de por detrás). El Gps nos lleva a entrar justamente por la parte alta de Cobh, dónde está la Catedral. Lo primero que hacemos es aparcar en su puerta para entrar en el interior.
La Catedral tiene unas dimensiones importantes. Es católica y datada en el s.XIX, aunque no fue consagrada hasta el s.XX. Su nombre es Catedral de San Colman y tiene una peculiaridad que la hace única en toda Irlanda y es que es la única catedral con carrillón.
Cobh también tiene la peculiaridad de ser la última escala que realizó el Titanic antes de su hundimiento.
Entramos en la catedral, que es gratuita. Los castillos nos los saltamos casi todos, pero catedral que vemos, catedral a la que entramos (vale, en Cork, no). Desde ahí vemos la que se supone que es la imagen más típica del lugar. Pero no nos cuadra, desde luego desde allí no se debe sacar, aun así las casas de colores no son tan coloridas como esperábamos. Están apagadas. Claro que puede ser que en estos últimos 12 días que llevamos en Irlanda lloviendo se hayan ido destiñendo. Otra opción, el mundo satura mucho las fotos de las casas de Cobh.
Desde la zona de la Catedral se ve el puerto de Cobh desde arriba. Se puede observar el estilo victoriano de alguna de las casas, los barcos, el mar, la lluvia…
Cogemos el coche para bajar al puerto y conseguimos aparcar, de nuevo, de forma gratuita por ser domingo. En estos momentos es cuando se pone a llover con furia. Intentamos llevarnos algún recuerdo de la parte baja de la localidad y,en cuestión de 20 minutos, llevamos los pantalones calados (gracias a las botas de montaña pudimos sobrevivir en Irlanda).
Desde Cobh ponemos rumbo a Rock of Cashel (Condado de Tipperary). Está aproximadamente a una hora de Cobh.
Es uno de los castillos más importantes de Irlanda, se encuentra en el pueblo de Cashel. El aparcamiento es de pago, 4,50 Euros/día. Cuando llegamos, a las 17:00 la barrera del parking está levantada. Vemos que la gente estaciona y no pasa por la máquina. Nosotros nos acercamos a mirar si, quizá, por ser domingo era gratuito, o quizá por ser tarde. Pero no venía nada al respecto. Lo cierto es que la barrera seguía levantada y nadie ponía ticket. Así que volvemos a aplicar, el “allá donde fueres haz lo que vieres” y dejamos el coche estacionado allí, sin ticket ni nada.
La entrada al castillo es de 14 euros. Entramos a las 17:15. El castillo cierra a las 19:00 horas y la última hora de admisión es a las 18:15. Preguntamos si vamos con tiempo suficiente para poderlo visitar y nos dicen que sí.
La visita de esta fortaleza nos gustó bastante. Se tratan de ruinas de diversos edificios que lo conformaban, entre los que podremos encontrar una capilla románica, los restos de la Catedral Gótica del s.XIII, una de las torres circulares típicas de Irlanda del s.XII (el edificio más antiguo del complejo), la Cruz de St Patrick, el Coro de los Vicarios, el castillo…
Alrededor de todos estos edificios, se extiende un amplio cementerio donde abundan las cruces celtas y que ofrecen unas bonitas vistas.
La ubicación del Rock of Cashel está sobre una prominencia del terreno, elevado en una colina verde, que permite verlo desde la distancia. Lástima de que uno de sus lados se encontraba cubierto por un andamio.
La visita nos dejó buen sabor de boca. Además, tuvimos la suerte de salir los últimos del recinto, con lo que pudimos visitarlo sin mucha gente alrededor. A las 18:45 salíamos del castillo para ir a Kilkenny (Condado de Kilkenny).
Nos separa una hora de nuestro destino final del día. En esa hora, las precipitaciones lo dan todo. Y la carretera, llena de baches y balsas de agua, hacen del viaje toda una atracción.
Llamamos al alojamiento para decir que llegaríamos tarde y nos informaron de que no había problemas porque la recepción estaba abierta 24 horas. Nuestro nuevo alojamiento es un hotel, no Guest and House ni B&B. Se trata de Kilkenny Inn. Tiene aparcamiento. El hotel no tiene wifi en las habitaciones, solo en el hall. Está a unos 8 minutos caminando del centro del pueblo. La habitación es normal, nada del otro mundo, pero aceptable. Cama cómoda. El baño normal y las toallas en la línea de todo el viaje, un “desastrito”. El desayuno queda algo pobre, el buffet es poco variado y no tiene nada que nos llamó la atención, así que tuvimos que tirar del desayuno irlandés reducido, es decir huevos revueltos con beicon..
Hacemos el check in a las 20:15h. Dejamos las maletas, y salimos rápido a explorar nuestro nuevo destino, porque ya sabemos que a partir de las 21:00 las cosas se pueden complicar.
En el primer paseo lo que vemos nos gusta. Sacamos alguna foto con la última luz de la tarde. Y entramos a cenar en Matt the Millers.
El local resulta ser el típico pub irlandés. No hay mesa (qué raro). Nos dicen que en unos 20 minutos nos pueden dar una mesa. Así que,como están tocando música en directo en el local, un poco lentilla, todo sea dicho, nos pedimos una pinta y media. Es decir, una para el que no escribe y media para mi, de Guinness y nos quedamos en modus “Ortega Cano” tan agustito. Pero el gustito se acaba cuando el hambre aprieta y, de golpe nos damos cuenta que ha pasado bastante más rato y parece que han sentado a alguien que no somos nosotros. Nos reconocen que se habían olvidado y en dos minutos nos sientan. Confit de pato con noodles para el que no escribe y bacon cheese burger. El pato está bueno los dos primero pinchazos, luego resulta demasiado sabroso, hasta acabar convirtiéndose en el típico plato que empalaga. La hamburguesa tiene casi más bacon que carne. La carne seca, no solo por pasada (no nos preguntan cómo la queremos), sino por la materia prima. Pedimos dos vasos de agua del grifo. Total 26€. Nos gusta el local para beber algo, pero como lugar para cenar bastante mediocre.
Estamos totalmente exhaustos. Han sido unas 4 horas en coche con varias paradas durante todo el día. Antes de subir a la habitación, pedimos el favor, en recepción, de poder imprimir nuestras tarjetas de embarque ya que Ryanair nos permite hacerlo con 72 horas de antelación. Una cosa menos.
Al día siguiente vamos a Dublín ya. Pero antes, queremos visitar Kilkenny, que a la hora que llegamos no nos ha dado tiempo casi a ver nada y esperamos que el tiempo nos permita disfrutar de una parada en las Wicklow Mountains. Además tendremos que devolver el coche e instalarnos en Dublín, liberados de la conducción para descubrir la ciudad a pie.
Que la meteorología nos acompañe.
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