Toda época fue pieza
de un rompecabezas
para subir la cuesta
del gran reino animal,
con una mano negra
y otra blanca mortal.
He fenecido, habiendo vivido esa voz que muerde al aire con aguda seda. Allí, un destello emerge desde la oscuridad con un simple agitar de ramas sobre un mar de cuerdas. Resucitan así los sueños rebeldes que aplastaron los calendarios y las prisiones de la humillación, los puños de esperanza que lucharon siglos hasta claudicar y florecer de nuevo de una inerte y blanca palma.
Deben saber las estrellas que acampan sobre el eterno betún, que nuestro ovillo sangra. Cuando vuelva a ser nada, el ovillo sangrará como sangra. Los sensatos que habitan este verde y este azul despedazan cuadros, enmudecen pájaros y desahucian pechos. Y sin embargo, siempre existen insensatos expuestos a perder su sueño por un sueño aún mayor porque, como decía el trovador: "lo más terrible se aprende enseguida, y lo más hermoso nos cuesta la vida".