Sentada frente al lienzo en blanco pensaba qué podía dibujar. La profesora había puesto como indicaciones, dibujo libre. No se le ocurría nada. Su madre le había dicho que se fijara en su alrededor, para inspirarse. Se paseaba por la casa. En la cocina, una manzana verde y un par de plátanos se asomaban por el frutero. Podría dibujar un bodegón, pero la verdad es que no le convencía usar sólo dos colores.
En el cuarto de jugar, encontró inspiración, desde el coche de juguete de aquellos dibujos que veía de pequeña hasta la muñeca vestida de bailarina. Aunque, ¿no era un poco complicado de hacer? No estaba segura de poder hacerlo bien.
Entonces levantó la vista, y vio el póster que su madre le había colgado de la naturaleza: el volcán echando lava, el río azul lleno de vida, las nubes sonrientes. Ya tenía su dibujo de expresión libre.
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