Aprovechó el momento. Su madre se iba a tender. Eso le dejaba unos diez minutos hasta que volviera al cuarto.
Sacó el disco de la estantería roja de “cosas que no podía tocar”. Lo abrió con cuidado, como había visto hacerlo a su madre. Lo colocó en el tocadiscos y lo encendió.
Dos giros y comenzó a sonar. La primera canción era su preferida. La que su madre le cantaba desde que era bien pequeño. Una especie de canción juego, con numerosas referencias a las gallinas que ponían huevos en distintos lugares de la granja.
La segunda canción era más rápida y divertida. Un hurón que corre por el bosque. Y que según su madre, también tiene un juego, que le enseñará cuando sea un poco más mayor.
“¿Te crees que las paredes son de cemento en esta casa?”
“No, mamá, sólo quería escuchar las canciones”
“¡Venga, vamos a bailar!”
ó