Érase una vez la cucaracha Fernanda y la chihuahua Guadalupe. Vivían en México, en la isla de Cozumel y siempre que podían iban a ver el océano.
Una tarde, paseando por Playa Encantada coincidieron con Diego, un niño de expresión triste. Fernanda y Guadalupe le preguntaron por su preocupación. Este les explicó que en la escuela le habían encomendado la tarea de representar el paso del tiempo con algo propio de Cozumel. No sabía cómo hacerlo.
—¿Por qué no construyes un reloj de arena casero con la arena de aquí?— Propuso Fernanda.
—¡Qué gran idea! — Exclamaron Diego y Guadalupe al unísono
Fernanda cogió su botella de agua, ya vacía, y la unió a la otra de Guadalupe. En el centro, Diego colocó un tapón agujereado y envolvió las juntas con una cinta.
—¡Ya lo tenemos! — Celebró Diego
En agradecimiento Diego compartió con ellas unas risas y su merienda.
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