Había una vez un león que se llamaba Pedro y que pertenecía a la manada de los leones verdes. Su mayor ilusión era dar las campanas para recibir el nuevo año. Ser el león “campanero”, como así lo llamaban, era toda una responsabilidad.
Para ser el elegido tenías que ser un buen león durante todo el año. Pedro era un cachorro por lo que en 2012 había sido un poco travieso y no tenía muchas posibilidades.
Pero ocurrió un acontecimiento que lo cambió todo. El 30 de diciembre salió a jugar con sus hermanos y su primos. Su prima Anita saltó para cruzar un río y se cayó al agua, era muy pequeña y no sabía nadar. Todos sus hermanos y sus primos no querían tirarse al agua porque decían que estaba muy fría. Entonces Pedro se tiró al agua y salvó a su prima.
Cuando llegaron al lugar donde estaba el resto de la manada los leones más ancianos decidieron conceder el honor a Pedro de ser el campanero por la valentía que había demostrado a pesar que él tampoco nadaba muy bien.