Revista Diario
Cuenta la historia que cierta vez, un pequeño tigre se asomó al mundo desde la guarida donde su joven madre lo cuidaba. Unos pasos más allá de la entrada de la cueva, una muñeca de trapo estaba tirada en el suelo. El tigre la recogió con mimo. Nunca antes había visto una cosa parecida.
La sentó apoyada en una piedra, y le rugió su nombre. La muñeca no dijo nada. El tigre decidió rugirle bajito, para no asustarla. Per o ella siguió sin pronunciar nada. Estaba pensando en cómo podía cuidarla y conocerla, cuando la inspiración le llegó en forma de calambre. Giró a la muñeca, y vio que tenía una cuerda en la espalda. Tiró del hilo con la uña, y a partir de ahí, una amistad se forjó.
Fue una amistad que duraba apenas treinta segundos. Pero permitió al tigre conocer que las muñecas también son para niños.
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