No era ningún secreto que cuando el verano estaba a punto de llegar, mamá ya se sentía agotada y muchas veces saturada. Sus nervios podían ser más palpables que en otras ocasiones, necesitaba un pequeño respiro para no adquirir literalmente el título de mala madre. Pero también sabía que cuando ese momento llegara, el silencio la comería y no iba a saber muy bien qué hacer.
Su día a día era totalmente para ellos. Sus salidas, sus pasatiempos, siempre eran involucrando a los más pequeños. Así que cuando llegase el momento, el verano se convertiría en un camino más largo de lo habitual. Pero también lo necesitaba, la paz y el descanso es necesario para cualquier ser humano.
Lo mejor de todo esto, es que después de disfrutar a tope el verano, aún quedaría tiempo para disfrutar un poco más juntos. Y ese reencuentro cada año se vuelve inolvidable por esas sonrisas de oreja a oreja al volver a vernos la cara.