Revista Deportes

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

Publicado el 25 junio 2015 por Squadraeterna @squadraeterna

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

Nos estaba regalando la mejor actuación de su vida en el partido más importante de su carrera profesional. La adrenalina, el miedo y la sensación de heroicidad que da el ser partícipe de la media hora más trascendental de la historia del club le rodeaba, le envolvía y le impregnaba: Nuestros ojos se regocijaban contemplando una de las más excelentes exhibiciones de un 'regista' en años. La garra y el coraje los atesoraba en la sangre; el talento y la clase en las piernas; la ilusión de un país entregado en el corazón; y el fútbol en la cabeza. Su mente privilegiada es la que sostuvo al equipo hasta el fatídico minuto 117. Aquel trágico momento ahogó a España y descorazonó a Desio. Él lo vio a un metro, un solo metro. Fue el fin del sueño. Un sueño que comenzó hace mucho tiempo.

Hay que remontarse hasta el año 90: Mendizorroza celebraba por todo lo alto la vuelta a la división más ardua de Europa: la Segunda B. Sin embargo la prudencia reinaba en el ambiente, el objetivo real era retornar al fútbol profesional, y el sueño oculto se hallaba en la Primera División: objetivos complicados, pero dignos de una entidad como el Alavés. Dos temporadas insípidas, finalizando el curso sin nada en juego y otras dos lacerantes muertes en la orilla siendo derrotados en los siempre crueles play-offs. Finalmente la quinta tentativa fue la acertada y el Alavés regresó al fútbol profesional. Tres años después, en la 97-98, 'El Glorioso' firmaba el récord de puntos de entonces en Segunda División (82) y alcanzaba las semis en la Copa: el Alavés torearía en las mejores plazas tras su última faena hace nada más y nada menos que 43 temporadas.

"Vitoria ha puesto en ti su esperanza y su gran ilusión de que llegues a ser algún día de tu grupo campeón "


Así reza su himno. Ni en Primera ni en Segunda hay grupos. La gesta histórica se deduce fácilmente. El éxito no radica en alcanzar los sueños, sino en ser capaz de impedir que se esfumen. El Alavés practicó esta máxima a la perfección en su debut con "los mayores" y mantuvo su estatus privilegiado con un meritorio decimosexto puesto en la tabla clasificatoria. Tan alígero como había desembarcado, zarpó el estío, dando paso a la 99-00. Con el nuevo milenio los "babazorros" obraron el milagro y materializaron la mayor gesta de la historia del club: un sexto puesto que supo a gloria y que, sin embargo, no era más que el comienzo de algo asombroso. Era la época del "Superdépor", aquel que avasalló a sus rivales y alzó La Liga.

Acabadas las merecidas vacaciones y tras la llegada de futbolistas de perfil medio-alto como Iván Alonso, Tomic o Jordi Cruyff, el Alavés de los Herrera, Karmona, Contra, Desio, Javi Moreno y compañía a las órdenes de Mané emprendió la temporada más trascendental de su vida futbolística. Un gran desempeño en liga, manejando siempre una cómoda clasificación en mitad de tabla, permitió a los vitorianos ir avanzando rondas, a cada cual más complicada e inhóspita, en la UEFA. Sin fase de grupos, Mané y sus hombres recorrieron media Europa saltándose conceptos tan básicos como la inexperiencia, la plantilla corta, la falta de presupuesto o la debilidad del principiante para vencer con mano de hierro a Gaziantepspor, Lillestrom, Rosenborg, Inter (3-3 y 0-2 en el Meazza), Rayo en cuartos (aquel épico duelo de humildes) y Kaiserslautern (global de 9-2).

Dortmund esperaba a los ya consagrados héroes nacionales, "el segundo equipo de toda España" aseguraba Jordi Cruyff. El Liverpool de las 4 Copas de Europa y las 18 ligas aguardaba ferozmente, dispuesto a redondear un año único, en el que habían alzado al cielo la Copa de la Liga, la FA Cup y la Supercopa de Europa. Michael Owen (Balón de Oro al finalizar aquel año), un jovencísimo y rapado Gerrard, Carragher, McAllister o Robbie Fowler eran las estrellas del conjunto 'red', dirigidos por el francés Houllier. Por el camino dejaron en la cuneta a Rapid de Bucarest, Slovan Liberec, Olympiakos, Roma, Porto y Barcelona.

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

Y así fue, así nos regalaron la mejor final de la historia de la Copa de la UEFA en el Westfallen Stadium, un 16 de mayo de 2001 ante 65.000 espectadores.

El Alavés, contra todo pronóstico, se presentó a la cita agazapado, nervioso y lento, de piernas y mente. El césped se le hizo kilométrico a los hombres de Mané, que no fueron ni siquiera capaces de definir su estilo, a medio camino entre la presión alta y el repliegue; el juego combinativo y la verticalidad. El club de Merseyside, más habituado a estas lides, sometió al Glorioso con balones largos a Heskey procedentes de las precisas botas del portero Westerveld, Gerrard o McAllister. Los reds se surtieron de segundas jugadas y de robos a gran altura en la zona de centrocampistas rivales, Gerrard y Owen acudían a mediocampo para formar un 4x2 contra Desio y Tomic. La defensa de 3 centrales del Alavés, normalmente notoria en las coberturas y las salidas coordinadas, naufragó estrepitosamente en el comienzo. Físicamente los ingleses se merendaron a los españoles.

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

El inicio arrollador del Liverpool se vio premiado en el minuto 4 con un gol de cabeza de Mark Babbel terriblemente defendido por Astudillo -que perdió la marca- tras un espléndido libre directo botado por el preciso McAllister. Los de Houllier aprovecharon el total caos reinante en el rival para casi sentenciar el partido: una recuperación de Hamman mientras Eggen trataba de salir en corto dio la oportunidad a Owen de recibir libre de marca en tres cuartos. El inglés dejó solo a Gerrard con un medido pase entre central y carrilero para que Steven, que venía como un rayo por la derecha, fusilara a Martín Herrera. El calamitoso error de Eggen, sumado al paupérrimo funcionamiento de la defensa de cinco y a la perdida batalla en mediocampo incitó a Mané a tomar una drástica decisión en el 23´, dando entrada a Iván Alonso por Eggen y pasando a formar un 4-4-2.

En el 27´ la mejoría del Alavés se materializó en un gol de Iván Alonso, que remató un centro perfecto que el rumano Contra sacó de la nada en su primer jugadón de la noche. El tanto no fue solo un respiro para el Alavés, más bien fue un motivo para sacudirse los complejos de sopetón y demostrar que, efectivamente, era mejor equipo de fútbol que el Liverpool. Desde el 23´ la primera parte fue suya y se hizo con el mediocampo: monopolizó la posesión gracias al descomunal trabajo en defensa y en ataque de Desio a lo Fernando Redondo. Astudillo se pegaba a la cal y fijaba a Carragher, Cruyff pasó a la izquierda para buscar la espalda de Hamman con diagonales en conducción hacia dentro mientras que los delanteros combinaban apoyos con desmarques, volviendo locos a los poderosos, pero lentos, Henchoz y Hyppia. Tomic, en su conocida labor de box to box, abarcó todo el campo y varios metros más, eliminando completamente a McAllister del partido y asegurando un orden defensivo que permitió desplegarse a los carrileros, Contra y Geli.

Atrás, Karmona puso orden y Téllez comenzó a dar pinceladas de la portentosa exhibición que iba a regalarnos: ganó todos los balones por alto a Heskey y prácticamente aisló a Owen. El Liverpool no sabía cómo defenderse y mucho menos cómo atacar. Desafortunadamente, en el 41´ la única pérdida en propio campo del Alavés en este periodo obligó a salir precipitadamente a Herrera, que incomprensiblemente cometió penalti. McAllister lo transformó con tranquilidad: 3-1 y completa sensación de impotencia. El Alavés, pese a que merecía ir empatando, continuó sometiendo al Liverpool sin variar ni un ápice su plan.

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

El segundo periodo siguió una tónica idéntica a lo que estábamos viendo, mientras que Magno entró por Astudillo para refrescar la banda derecha. Los de Mané se volcaron contra la portería de Westerveld y por fin lograron el merecido empate. Los 'reds' pagaron el haberse encerrado en su área: Javi Moreno aprovechó otra magnífico slalom de Cosmin Contra, rompiendo hasta en tres ocasiones la cadera a Carragher, para cabecear certeramente a las mallas en el 48´. Y solo tres minutos después, otra vez Moreno clavó una falta por debajo de la barrera, como años después haría Ronaldinho; más tarde reconoció que la quiso poner al palo del portero. 3-3 en el marcador y partido nuevo en todos los sentidos.

En el 55´ Houllier persiguió dar un giro de timón para no perder la final: se retiró un superadísimo Henchoz e ingresó Smicer. Los de Merseyside se recolocaron: Babbel, más apto para salir a los apoyos y para correr, se colocó de central, Gerrard acudió al lateral derecho para la doble función de perseguir a Cruyff y de asentar la posesión en el inicio de las jugadas, y Smicer y Murphy se juntaron con Hamman y McAllister para recuperar la medular. 10 minutos más tarde, Fowler entró ovacionado al terreno de juego por el ofuscado Heskey. Así, Houllier pudo proponer un Liverpool más asociativo, que renunciaba al pelotazo y capaz de presionar mejor y a más altura. La polivalencia, el recorrido y la calidad de Gerrard quedaron marcados en la mente de todos. Mané respondió dando entrada a Pablo Gómez por Javi Moreno para equilibrar la batalla en el medio proponiendo un 4-3-3 con Magno y Cruyff de extremos. Con esta disposición táctica el encuentro se igualó, no obstante ningún conjunto fue capaz de elaborar largas jugadas debido al cansancio. Poco a poco el Alavés se fue sintiendo cómodo en este nuevo escenario, sin embargo cuando se intuía el gol vitoriano, Robbie Fowler en el 73´ cazó una contra a la espalda de Tomic, tiró una diagonal en la frontal y batió a Herrera: 4-3 y la injusticia se cebaba, otra vez, con El Glorioso.

Tocaba volver a remar contra corriente. Desio se ancló en el círculo central: presionaba, iba al corte, robaba, gestionaba las posesiones y dirigía al equipo con una maestría salvaje. El argentino sometió al Liverpool sin perder un solo balón y sin permitir una sola contra. Su actuación tenía a estas alturas bastantes tintes épicos. Mané ordenó al equipo ir con todo arriba: los laterales, especialmente Contra actuaron de extremos y los extremos -soberbia actuación de Magno, imparable- se metieron por dentro mientras que Pablo y Tomic, sobre todo el segundo, devastaban a la defensa de Houllier en cada llegada desde mediocampo. Se percibía a un Liverpool absolutamente superado. En el 78´ entró el rápido y técnico Berger para cazar alguna contra -contragolpeó un par de veces con peligro junto a Smicer- y para reforzar la inmensa grieta que rodeaba a Hamman en la frontal.

El fútbol concedió una segunda oportunidad -y bien merecida- al Alavés. Jordy Cruyff, totalmnete desfondado, mandó el partido a la prórroga anotando a la salida de un córner lanzado por el omnipresente Cosmin Contra, el mejor lateral derecho del momento. Continuaba el sueño.

16 de mayo de 2001. Puro Alavés

Y llegó la prórroga. Gol de Oro. Quien marcara primero antes del 120´ se llevaría el título, si no convertía nadie caminarían a los fatídicos penaltis. El guión del partido se despedazó por completo: el miedo se apoderó de los jugadores y el cansancio nos deleitó con una prórroga de ida y vuelta, con espacios y ocasiones. El título oscilaba de unas manos a otras con rapidez. Por el lado inglés eran Fowler y Berger los que llegaban con peligro a la meta de Herrera, en el otro lugar de la cancha aparecían Magno y Alonso para convertir el gol más importante de sus vidas. El mediocampo desapareció, solo quedaba Desio en pie para frenar el empuje del Liverpool, al igual que Hamman resistía en su campo de la misma manera.

El ímpetu de Magno fue en su contra y en el 98´ se fue expulsado justamente por una entrada a destiempo. A partir de este hecho el Alavés se encerró y tiró la llave al río, esperando que se abriera la puerta de los once metros. La resistencia vitoriana se complicó más aun con la expulsión en el 115´de Karmona, también justa. El Alavés quería aguantar, eran solo cinco minutos y los penaltys estaban cerca. Hasta aquella falta sobre Smicer, los vitorianos achicaban agua y sacaban todos los balones que colgaba el Liverpool. Desio no solo despejaba, también organizaba la resistencia y animaba a sus compañeros. El argentino era el héroe de la noche. Hasta que llegó el minuto 117´. Desio se colocó para despejar la falta de Karmona botada por McAllister, no llegó por un metro. Por un metro no llego a impedir el desafortunadísimo cabezazo de Geli dirigido inevitablemente a su portería. El resto es historia. El Liverpool era campeón de la UEFA. Mientras, Desio, el mejor futbolista del partido, cayó rendido.

Años más tarde el Liverpool ganaría la Copa de Europa, dejando este título en un segundo plano; el Alavés volvería a Europa antes de caer a la Segunda División. En la historia no figuran como campeones, sin embargo ningún campeón de la UEFA trasmitió la fuerza y el corazón que aquel 16 de mayo irradió a raudales el club vasco. La hazaña de un equipo humilde que tuvo a toda Europa pendiente durante una noche. Como dijo Mané:

Puro Alavés.

16 de mayo de 2001. Puro Alavés


Volver a la Portada de Logo Paperblog