Quinto día de nuestro viaje por Bretaña y Normandía. El día anterior había sido una explosión de imágenes de ensueño para nosotros, visitando algunos de los pueblos considerados de los más bonitos de Francia.
Para este día, aunque también veríamos un pueblo que nos pareció que tenía muchísimo encanto, el principal objetivo es adentrarnos en la Península de Quiberon. Esta pequeña península, que hace mucho tiempo fue una isla, es una especie de lengua que se adentra en el océano y tiene, más o menos, unos 30 kilómetros de costa. Tiene la peculiaridad de que el lado oeste de la península presenta una costa abrupta y más salvaje, mientras que el lado este lo conforman apacibles playas de aguas cristalinas y arena fina. Y como curiosidad, también dicen que es donde nació la talasoterapia.
Esta península es un destino bastante cotizado de veraneo para los franceses, no solo porque ofrece playas estupendas para el baño, sino también porque permite realizar deportes acuáticos o disfrutar de paisajes y acantilados perfectos para la desconexión.
Nuestra intención aquel día era salir relativamente temprano, ya que la entrada a la península parecía ser que se colapsaba de tráfico, dado que justo en la entrada la carretera tiene solo un carril para cada sentido y el mar a ambos lados de la misma. Pero entre remolonear un ratito y desayunar, cuando nos ponemos en marcha son las 9:50 de la mañana.
La suerte nos acompañó, es verdad que pillamos el primer atasco de todo el viaje, pero más que atasco fue circulación lenta. En unos 45 minutos estábamos entrando en la península. Uno de los lugares más conocidos es la población de St Pierre de Quiberon que aquel día estaba totalmente colapsado por ser día de mercadillo. Así que, como lo que íbamos a hacer era una ruta circular, decidimos dejarlo para la vuelta al ver que era prácticamente imposible parar. Una vez tomada esta decisión comenzamos por la parte más salvaje de Quiberon, su costa oeste (Cote Sauvage).
La carretera costera es muy chula y permite parar en numerosas ocasiones. Tiene aparcamientos cada pocos kilómetros (y a veces metros) para que puedas estacionar en los lugares que más te apetezca. Esta parte del trayecto es especialmente paisajística.
Os recomendamos, si os planteáis hacer esta etapa del viaje, que si os es posible lo hagáis en días laborables para evitar todo el tráfico posible que podáis. Nosotros, durante la mañana, no llegamos a estar atascados y esta parte de la costa oeste la vimos sin masificación. Pudo influir en esta suerte que amaneció un día bastante gris y luego, cuando al mediodía salió el sol en todo su esplendor, también lo hicieron los coches.
Hasta llegar al pueblo de Quiberon (no St Pierre de Quiberon que hablamos antes) vamos haciendo multitud de paradas. Y aprovechamos este momento para hacer otra nueva recomendación, llevad un cortavientos, si podéis, para este lugar. El viento sopla fuerte en este lado de la isla y la intensidad aumenta cuanto más te acercas a la costa. Su perfil abrupto, el agua rompiendo y el aire salvaje, en el que no se observa prácticamente ninguna edificación, hacen de este paisaje un lugar muy atractivo. Nos gustó mucho y nos parece buen destino para ver esa otra parte de la Bretaña francesa que no son solo sus preciosos pueblos de ensueño.
Y tras parada, y parada y parada, llegamos a Quiberon. En Quiberon aparcamos al lado del puerto, en una zona de estacionamiento regulado. En ese momento habían pasado las 12 del mediodía. Un par de horas fueron 1,10 euros.
Quiberon tiene apariencia de pueblo turístico y marinero. Estaba bastante animado y encontramos una sensación familiar, con sabor a verano playero pero con menos grados.
Las conservas de pescado en esta zona son un producto estrella y en vuestro paseo encontraréis varias, asi como continuas alusiones al mundo marítimo. Desde luego, es un lugar que gira en torno al mar.
Lo primero que hicimos fue recorrer el espigón, desde donde se tienen una vistas muy chulas sobre Quiberón. El espigón termina, como muchos, en un coqueto faro rojo. Es aquí donde el sol decide asomar y ya no se iría durante todo el día.
Desde Quiberon salen Ferrys para visitar Houat o Belle Ille.
Vista la hora decidimos comer, las terrazas estaban todas llenas y optamos por buscar un lugar al aire libre, al lado de la playa con un solecito que picaba bastante a pesar de no estar a más de 20 grados, según los termómetros.
Cuando estamos en viajes de este tipo, intentamos comer ligeros para luego no caer en ese sopor infinito que te quita las ganas de vivir. Unas ensaladas y fruta vuelven a ser los elegidos, y un banco frente al mar parece un lugar estupendo para ello. Vemos que no somos los únicos.
Paseamos por Quiberon un rato y justo cuando vencía el ticket de aparcamiento nos disponemos a seguir nuestra ruta por la Península de Quiberon. Desde aquí ponemos rumbo a la parte este.
El paisaje cambia. Sin tener muy claro qué dirección seguir, ya que no hay ninguna indicación clara, lo hacemos de la forma más tradicional, ponemos en el GPS St Pierre de Quiberon, nos manda por una carretera por el lado este y vamos saliéndonos de la misma al azar hacia las carreteras más próximas a la costa. Y así vamos descubriendo que esa zona no es nada escarpada, las playas están calmadas, pero siguen manteniendo un toque algo salvaje. Otra cosa que observamos es que, como comentamos en la entrada de "Preparando el viaje", el camping con caravanas, autocaravanas, etc. es algo muy habitual allí y la mayoría disponen de primera línea de playa en esta zona, son esos tipos de camping que se entremezclan con casas bajas y chalecitos individuales que apenas están vallados.
Llegamos a una playa que nos recuerda a algún anuncio de vacaciones paradisíacas, el color del agua, el silencio, el paisaje. Os intentaríamos decir el nombre, pero es que llegamos al azar, creemos que podría ser una parte de la Playa de Drehen, aunque no lo tenemos claro. Es inevitable no tocar el agua, que sorprendentemente no nos parece fría. Cierto que no hubo valor para bañarse. Estábamos prácticamente solos, dos personas a parte de nosotros.
Y continuamos dirección St Pierre de Quiberon, el pueblo que por la mañana estaba colapsado por un mercadillo, y decidimos dejar aparcado hasta la tarde. Aparcamos al lado de la iglesia y nos acercamos a la zona de las playas. Elegimos la terraza de un hotel para tomarnos nuestro cafecito. El que no escribe va a pedirlo al interior y solo con decir "bonjour" le están dando una carta en español. El acentazo debe de ser brutal.
Como no nos gusta perder el tiempo, aprovechamos el rato que estamos allí sentados viendo el mar, para hablarle a Google en francés y ver qué traducciones hace de lo que nosotros creemos decir. Los resultados son desoladores…
21 grados a las 16:00 horas y la gente se baña como si hubiera 34. Es un ambiente playero, pero bastante tranquilo, lo podemos observar desde el paseo marítimo que va a cierta altura sobre la playa.
Luego nos damos un paseo por alguna de las calles semipeatonales y continuamos nuestro rumbo.
En este punto teníamos dos opciones y solo había tiempo para una. Por un lado, están los famosísimos Alineamientos de Carnac, un conjunto de monumentos megalíticos que se reparten en una larga extensión en el Golfo de Morbihan. Dicen que el más extenso del mundo, ocupando unos 8 km. Se dividen en cuatro agrupamientos diferentes. Actualmente, rondan las 3.000 piedras, pero llegaron a ser, aproximadamente, 10.000. Las vistas aéreas que hay en internet de estos megalitos son impresionantes. Y después de poner toda esta emoción en esto os decimos que no fuimos. En los últimos viajes hemos ido viendo diferentes lugares con monumentos de este tipo, como Stonehenge, o varios dólmenes en Irlanda. No somos unos amantes acérrimos de ellos, aunque, cada vez que hemos estado cerca de ellos nos ha encantado y, ahora, a toro pasado, nos estamos arrepintiendo un poquito. Pero en su momento no nos imaginamos recorriendo más terreno para ver las alineaciones y, en cambio, nos veíamos más visitando un nuevo pueblo, Auray.
Y esa fue la opción que tomamos, acercarnos a Auray. Pero os dejamos aquí la información por si lo queréis incluir en vuestro itinerario, porque, desde luego es algo bastante excepcional que está muy cerca.
Auray nos gustó mucho. Llegar allí nos costó pillar unas retenciones interesantes, la verdad, pero mereció la pena. Durante el trayecto, vimos en un par de ocasiones los carteles a Carnac y tuvimos nuestras dudas.
Auray se divide en dos zonas, la parte alta, que es donde nosotros estacionamos en uno de sus aparcamientos gratuitos, y la parte baja que es totalmente encantadora, conocida también como Saint-Goustan.
El día de nuestra llegada, debía de ser el día del mercadillo universal en Bretaña, porque estaba tomada por el típico mercadillo de camisetas, bragas y calzoncillos a euro, algo que hacía desmerecer bastante lo que parecía una bonita plaza. Además, el mercado no era pequeño. Callejeamos un poco por las zonas aledañas al centro neurálgico del “Auray alto”.
Desde la plaza, sale la Rue du Chateau. Generalmente, cuando hay cuestas en un lugar es porque algo bueno se avecina, al menos, con esto me intento motivar cuando las veo.
La calle del Castillo tiene una pendiente pronunciada, en esta ocasión descendiente y lleva de forma directa a la parte del Puerto de Auray. Es una calle muy bonita, llena de galerías de artes y por la que se colaba el sol como si fuera un tobogán para sus rayos (poesía pura, lo sé).
A mitad de la calle, se dejaba ver parte de la estampa que nos sorprendería en pocos metros. Estábamos a punto de llegar a la parte baja y, concretamente, al puerto de Saint Goustan. Saint Goustan, por cierto, es el patrón de los pescadores y marineros.
El puente atraviesa el río Auray. En las orillas se puede observar el que dicen que es uno de los puertos medievales mejor conservados de la zona. Nos deja totalmente embaucados. Detrás del puerto, su barrio, que lo conforma un entablado de calles estrechas, tortuosas y en pendiente, con casas del entramado de madera.
Música en la ladera del río, los barcos, gente relajada paseando y esa imagen ponen una guinda al pastel del día.
El puerto de Saint Goustan tuvo gran afluencia de comercio hace siglos, exportaciones e importaciones entraban y salían por el río L’och. Eso pasaba cuando aquel puerto y el agua eran los medios de comunicación mejores para el comercio. Posteriormente, este lugar fue quedando en el olvido, nuevos lugares para mercadear más accesibles, la llegada del ferrocarril o la mejora de carreteras vieron como la actividad del puerto caía en el letargo.
Y ahí está el coqueto puerto, como si se hubiera detenido el tiempo. Auray fue declarada ciudad de la Historia y las Artes y, ahora, perderse por su parte baja es como, de nuevo, volver a entrar en el pasado. Lo mejor de todo es que vuelve a ser un lugar precioso, pero diferente a los que vimos el día anterior.
Ya no nos acordamos de Carnac...
Después de pasear un buen rato por el puerto y el barrio del puerto, y quedarnos escuchando un poco de la música en directo al aire libre, volvemos a cruzar el puente (s.XIII) y, en vez de subir por la Rue del Chateau, os recomendamos que lo hagáis hacia el mejor mirador que hay en Auray. A la izquierda de la Rue del Chateau hay una especie de parque que parece que te lleva a lo alto de lo que fue una muralla Si seguís ese camino, ireis obteniendo preciosas vistas sobre el puerto. Chulísimo.
Y así terminamos la preciosa visita a Auray para poner rumbo a Vannes de nuevo. Un día super intenso y con imágenes muy diferentes al día anterior.
Pues nada, otro día que toca buscar aparcamiento, no tardamos demasiado. Subimos al hotel a coger las cazadoras vaqueras y no nos tomamos más que 10 minutos de descanso, directamente, ponemos rumbo al centro de la ciudad. Nuestra intención era poder entrar a ver la catedral de Vannes, tercera tarde allí y, de nuevo, es imposible, cerrada. Lo dejaríamos para la mañana siguiente antes de irnos.
Habíamos estado mirando un lugar donde cenar que tenía buena pinta, nos negamos a otro fiasco de cena como la noche anterior. Minutos después comprobamos que el restaurante elegido estaba completo y no había ni un triste hueco para nosotros. Son poco más de las 19:30 de la tarde y ya está todo el mundo dándole a las cenas. Nos estresan estas prisas, y eso que ganas de sentarnos, a esas horas, ya tenemos.
El hecho de haber ido en busca de un lugar concreto nos hace conocer nuevas zonas de Vannes. La Rue de la Fontaine esconde más casas coloridas de entramado de madera. Y paseando y paseando, es cuando pasamos por delante de un local que se llama L'ilot Galettes. Había bastante gente y con ese nombre unas galettes fijo que pillábamos.
¡Qué aciertazo! Nos dieron una mesa en la terraza, cierto que la tarde se había puesto bastante fresca, pero no está bonito que nos quejemos del calor tres entradas atrás y ahora vengamos aquí a quejarnos del frío, así que digamos que se estaba genial. Detrás de nosotros, un señor con camisa hawaiana cantaba en un idioma totalmente inteligible, por la tonalidad yo aposté por japonés o tailandés, el que no escribe dice que le parecía Mowie. Sea como fuera, las canciones eran muy divertidas y nos hizo pasar un rato genial. Un vídeo personal, que no compartiremos con nadie, del que no escribe bailando nos recordará siempre este momento.
Pedimos una galette de morcilla y manzana caramelizada y otra de tartar de atún. Ambas riquísimas. El hambre puede que nos haga perder la objetividad, pero nos parecieron buenísimas. Sidra bretona para beber y, de postre... tachán... un crepe de marrón glacé sobre el que no tenemos palabras ¡Ce magnifique!. Total 33 eur. Muy recomendable.
Nos vamos con las manos congeladas, pero muy felices, un paseito hacia el hotel, nos cruzamos con un local del que sale música. En su terraza había más música en directo, nos paramos un ratillo, sin entretenernos demasiado, porque aquel día teníamos que rearmar de nuevo las maletas. Era nuestra última noche en Vannes, al día siguiente, cambiábamos de alojamiento, nos desplazaríamos hacia Quimper, aunque, entre medias, nos esperaban otras paradas…
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Revista Cultura y Ocio
17 días en Bretaña y Normandía. Día 5: Península de Quiberon - Auray - Vannes
Por Tienesplaneshoy @TienesplaneshoySus últimos artículos
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