Revista Cultura y Ocio
Apenas 9 días de estrenar este segundo milenio nació en una mañana helada de invierno mi primer hijo Rubén; (@rosabel68 nuestro hijo.)Hacía frío, mucho frío y se dejaba sentir un tierno y leve viento que presagiaba que la nieve estaba a punto de caer sobre una eternas obras que asolaban un nuevo pero viejo Hospital de León. ¿Todavía sigue en obras?Recuerdo muchas cosas de aquellos días aunque no me acuerdo de pisar el suelo de ese hospital. Supongo que fuera levitando como un espectro feliz, como una cualquier padre, bueno como cualquier padre primerizo. Ser padre es seguramente el momento de mayor felicidad de una persona e incluso de un peatón.Después de mil caminatas pasillo arriba, pasillo abajo una enfermera me indicó que entrara en una sala para ver al recién nacido. Desde un ventanal vi diligente acercarse a otra enfermera con el niño en las manos, (cogía a los recién nacidos como mi madre coge a los conejos). El primer contacto visual fue perfecto, en cuanto lo vi, me di cuenta de lo que significaba ser padre (ahora mucho más...) Era guapo, largo, moreno, ¡coño, se parecía a mí! Cuantos minutos me pasé en esa habitación demasiado compartida con los dolores de otras parturientas y sus familiares: una jovencita soltera y la angustia de esa futura abuela que le tocó sacar adelante a la hija y a la nieta. O una colombiana que pasaba las horas diciendo que en su país "quien no se muere del chichón se muere de la infección y lo bien que estaba en España la medicina y barata". Estaba embelesado con cámara en mano mirándole, grabando y sacando fotos a cada movimiento de brazo o de piernas y eso que no había móviles; los pocos que existían sólo servían para llamar, mandar SMS y jugar al come cocos de la serpiente de Nokia.Recuerdo el sueño (después de dos días sin dormir) merecido, placentero y reparador se echó su preciosa madre agotada de un parto natural (como se dice ahora, es decir, con unos dolores de cojones, bueno más bien de riñones)Ahora, ese pequeñajo acaba de conseguir el grandioso título de ser el más alto de la familia. Es un adolescente en toda regla, un cuanto cazurro, cariñoso, trabajador y responsable y con unas infinitas ganas de descubrir un mundo que siempre ha estado aquí pero que la niñez le ocultó bajo las faldas de unos padres contentos por ver crecer sanos, fuertes y felices a sus dos hijos.¡Felicidades Rubén!