No se cuántas veces he empezado este post.
Llevo horas sentada sin poder poner palabras a todo lo que está pasando porque no hay nada que pueda describir el dolor de Habiba.
Si a mi me duele el cuerpo, hace noches que duermo muy mal, tengo pesadillas y no me encuentro bien ni física ni emocionalmente; si estoy agotada de todos estos días de película... no puedo imaginar cuánto dolor tiene esa madre y especialmente, cuanto está sufriendo esa bebé sin su mamá.
Imagínate con alguien a quien quieres mucho. Estáis juntos y una ola te lo arrebata todo de repente. Sin aviso, sin posibilidad de huída...
¿Cómo te sentirías? Qué pensamiento se cruzaría por tu mente si todo lo que te es conocido y querido desapareciera de un plumazo. Si te dejaran solo. Si de tanto llorar te resignases a que nadie responda a tu llanto. Y que a pesar de ello, no pierdes la esperanza de volver a ver a quien amas. Y la ves. En un diminuto instante para tanta inmensidad de ausencia; te regalan una hora para ser acunado, querido, mimado. Y de repente, te llevan otras manos... te alejan otra vez.
No puedo escribir sin llorar. Lo siento.
Cada una de estas noches, al dar un besito a mi hija pequeña he intentado ponerme en la piel de aquella madre. No puedo. Duele demasiado. Y no puedo evitar preguntarme si la gente que tiene en sus manos la reunión de madre e hija duerme tranquila. ¿Tendrá hijos? ¿Los atenderá? ¿Tendrá aquellas habilidades maternales que tanto exige?
Han pasado 18 días. Una mínimas pausas de cariño, y otra vez al mismo infierno. 18 días sin amor...