Lee 1816, el año sin verano I: las causas.
En 1815 Napoleón fue derrotado en la famosa batalla de Waterloo y desterrado a la isla de Elba. Mientras el volcán destruía Sumbawa, Napoleón huía de su exilio e intentaba atravesar los Países Bajos. El frío y las lluvias, unidas a una mala estrategia, le hicieron fracasar de nuevo. La economía de subsistencia se basaba en la agricultura y la ganadería. Los franceses, que habían agotado sus reservas de grano en los largos años que habían durado las guerras napoleónicas, esperaban recuperarse con la próxima cosecha. Pero eso no ocurrió. El año 1816 ya empezó con frío severo, pero conforme el calendario iba anunciando que la primavera estaba próxima y ésta no acababa de llegar, la situación comenzó a tornarse en alarmante. Los efectos del cambio climático empezaron a notarse en primavera, alcanzando su punto álgido en lo que debería haber sido el verano. Pero ese año no hubo verano. El otoño no dio tregua y de nuevo llegó otro gélido invierno.La prensa se hizo eco de las inclemencias del tiempo: frío severo, heladas, inundaciones, nevadas donde jamás se había visto un copo de nieve. Todos los diarios coincidían, excepto The Times que se limitaba a decir que el tiempo era “poco amable”. De lo que acontecía en España no sabemos mucho, pues la prensa quedó abolida desde que Fernando VII regresó de su exilio en 1815 hasta 1820. El absolutismo del rey solo permitió un periódico, La Gaceta, que no publicaba el tiempo del país. Lo que sabemos es gracias a los libros de tazmías donde cada parroquia registraba los diezmos y los sacerdotes anotaban en sus márgenes las referencias al mal tiempo y las malas cosechas que justificaban la disminución de lo recaudado, lo que nos da una idea de cómo estaba la agricultura y ganadería en España. En invierno nevó en el sur de México, en Guatemala y en otros lugares cercanos al ecuador. En Europa los copos de nieve eran amarillos o marrones y llegaron hasta el sur de Italia. La primavera se presentaba tremendamente lluviosa y fría. En Estados Unidos y Canadá seguía nevando. Las cosechas de heno y maíz quedaron arrasadas. El 6 de junio cayó una gran tormenta en Quebec y las aves murieron congeladas. Rebaños enteros de ovejas recién esquiladas perecieron de frío en Norteamérica. Había olas de frío polar en primavera y en verano. En todo el hemisferio norte se registraron heladas tardías en mayo y junio. En julio y agosto aún había nieve en las montañas y en algunos ríos y lagos. En Irlanda llovió todo el verano y a esta humedad se culpó de la epidemia de tifus que se vivió entre 1816 y 1819.En España y Portugal todavía llovía copiosamente en el mes de agosto, que siempre había sido seco, retrasando las siegas de cereales o impidiendo que maduraran las frutas. Aquí la vendimia dio un vino de muy mala calidad, pero en Francia ni siquiera hubo nada que vendimiar. En Europa central los cereales se pudrían y Alemania registró la peor producción agrícola en siglos. Las cosechas de Europa quedaron arruinadas, por lo que puede decirse que aquel año no las hubo. Las lluvias persistían y provocaban inundaciones y en noviembre las cosas se agravaron con las heladas.Llegaron la escasez, el hambre, los disturbios y las epidemias. No había alimentos para las personas ni para los animales. El ganado moría, se vendía o se sacrificaba. La debilidad hacía a la población más vulnerable a las enfermedades.En Francia la gente hambrienta intentaba asaltar los almacenes de grano y robar los carros que transportaban trigo a París, por lo que debieron ser escoltados por militares. Los motines aumentaron cuando el precio del pan subió hasta más del doble. Incluso, en las cenas, se pedía a los invitados que llevaran su propio pan. Cuando en Gran Bretaña se incrementó el precio del pan y la leche estallaron las revueltas y las marchas con el lema “pan o sangre”. En Londres se comenzó a repartir diariamente una sopa económica a las personas más necesitadas. En Irlanda y Gales también hubo hambrunas y disturbios. Pero uno de los países más castigados fue Suiza con 130 días de lluvia que azotaron el país desde abril a septiembre, arruinaron la recolección de alimentos, provocaron la subida de nivel del lago Lemán y la inundación de Ginebra. En junio aún avanzaban los glaciares por las montañas. Miles de campesinos vagaban hambrientos por las calles. El gobierno tuvo que declarar entonces la emergencia nacional. En todos los países se pasaba hambre, se producían motines, se saqueaban almacenes y se asaltaban cargamentos de cereal. La crisis continúo en 1817. Los comerciantes, al ver las malas cosechas, siguieron aumentando los precios. Los pobres se desesperaban. Era frecuente ver a miles de hambrientos y a gente mendigando en grupo. Por eso no es extraño que algunos historiadores llamen al año siguiente “el año de los mendigos”.
"Houseless and Hungry", por Sir Luke Fildes.
El 19 de julio de 1816 el rey Luis XVIII de Francia ordenaba a los vicarios que hicieran rogativas públicas durante nueve días para que hubiera tiempo sereno y maduraran los frutos. Las iglesias se llenaron. El fervor religioso brotaba por todo el continente. Los devotos veían en aquella meteorología extrañamente helada la ira divina. Incluso, algunos proclamaron que se acercaba el fin del mundo. Con todos estos acontecimientos, la emigración se vio aumentada considerablemente. En 1816 y los años siguientes, alrededor de 60.000 personas embarcaron rumbo a América, la mayoría procedentes de Irlanda y Reino Unido. Alcanzaban las costas del nuevo continente hambrientos y con la esperanza de hallar un destino mejor. Pero las cosechas en Norteamérica eran malas y no podían sostener a tanta gente. En Terranova llegaron a cerrar los puertos a los inmigrantes europeos.1816, el año que no tuvo verano, se convirtió en una pesadilla para los pobres que habían perdido todo. La desilusión y la tristeza se apoderaron de ellos y dejaron de tener esperanza en el futuro. Sin embargo, este fue también el año en que, los que no se vieron afectados, tomaron conciencia de lo importante que resultaba su ayuda y aumentaron las donaciones a la caridad.Esta época fue calificada en 2015 por los climatólogos J. Luterbacher y C. Pfister como la última gran crisis de subsistencia del mundo occidental.