
Siempre y cuando todo lo demás no varíe, esa primavera de los pueblos se asemeja al "invierno árabe" que hoy vivimos, con la misma propagación revolucionaria de Túnez a Egipto, a Yemen, a Jordania… Cierto que no había en 1848 ni Internet ni Facebook, pero la información circulaba ya muy rápida: la noticia de la caída de Luis Felipe hace caer a Metternich, igual que la de Ben Alí hace tambalearse a Mubarak. Pero, en los dos casos, el papel que desempeñan las crisis agrícolas y el alza de los precios alimentarios es impresionante.
La Europa continental se encontraba en 1848 lejos de cualquier autosuficiencia agrícola. Para alimentar a las ciudades, hacía falta importar grano de América y de Rusia, y la única arma de la que disponían los gobiernos era la de los derechos aduaneros, que encarecían aún más los precios al consumo. La primera chispa que inflamó Europa a fines de 1847 fue desde luego de origen agrícola.
La situación del mundo árabe en 2011 es algo comparable. De Marruecos al Golfo Arábigo-Pérsico, se trata de una de las principales regiones importadoras del planeta, ya se trate de cereales (10 millones de toneladas para Egipto, 5 millones para Argelia e Irán, 3 para Marruecos e Irak ; 7 millones de toneladas de cebada para Arabia Saudita, etc.), de azúcar, de aceites, aves de corral o carne de vacuno. La mayor parte de estos estados, con la excepción de Marruecos, han abdicado de toda forma de política agrícola y dependen de las importaciones para el suministro de sus ciudades. Con un poco de petróleo se puede, desde luego, comprar trigo, aceite o azúcar. Pero, mal anticipada, el alza de los precios agrícolas mundiales del segundo semestre de 2010 se ha traducido en tensiones en el plano de los consumidores. No ha habido verdaderamente “motines de hambre” sino manifestaciones contra la carestía de la vida.

Como en 1848, el descontento social y político ha hecho el resto. Naturalmente, la situación varía dependiendo de que un país pueda o no pagar sus importaciones con el maná petrolero: los dos eslabones más débiles – Túnez y Egipto – carecen de petróleo, mientras que en Argel, Trípoli, Riad o el Golfo, los gobiernos lo intentan todo para mantener a las plebes urbanas con su pan cotidiano. Es una manera ciega de comprar futuro, pero así es como han procedido siempre las monarquías que envejecen.
En 1848, el zar salvaba al imperio austriaco, Prusia se imponía en Alemania y Luis Napoleón comenzaba ya a horadar la República. Deseemos a este invierno árabe una mejor terminación, pero recordemos una vez más la lección agrícola que golpea al mundo 160 años más tarde.
El texto es de Philippe Chalmin, profesor de la Université Paris-Dauphine, es uno de los mayores especialistas mundiales en materias primas alimentarias. Anualmente coordina la publicación del informe Cyclope (Ciclos y orientaciones de productos e intercambios) sobre los mercados mundiales. Es fundador y animador desde 2000 del Club Ulysse, uno de los principales foros de economistas franceses.
Este artículo fue publicado el pasado 14 de febrero en Le Monde y la traducción es de Lucas Antón para SinPermiso