Mañana es 8 de marzo y si tienen un par de esas horas tontas de domingo les recomiendo una peli, Made in Dagenham (Pago Justo es su título en español) dirigida en 2010 por Nigel Cole y protagonizada por Sally Hawkings (impresionante), Geraldine James, Rosamund Pike, Miranda Richardson y Bob Hoskins, entre otros.
Es la historia de una huelga, pero no teman sesudos discursos políticos, está contada en un tono generalmente festivo, aunque sin ahorrar detalles dramáticos ni ocultar las dificultades de la lucha de 187 mujeres contra la todopoderosa Ford, el gobierno británico, un sindicato machista y acomodaticio y, a veces, hasta contra sus propios maridos. En una época en el que cine comercial abusa de la épica, no se me ocurre una lucha más épica que esta.
Pero, además de ser buena película, es un historia real que merece recordarse, la huelga de las cosedoras de la factoría Ford de Dagenham (al este de Londres) en 1968. Esas mujeres han pasado a la historia.
Fotograma de la película. Un momento emocionante, hay unos cuantos.En aquellos años, Ford era una de las mayores empresas automovilísticas del mundo. Su división inglesa –la más grande de Europa y la cuarta mundial– empleaba a más de 50.000 hombres. Y a 187 mujeres, las maquinistas de costura, que se ocupaban de coser los asientos de los automóviles. Los hacían en una estancia oscura, sucia y sin buena ventilación, por lo que aquella sala a orillas del Támesis se convertía en verano en una auténtica sauna. Para la empresa, aquellas mujeres importaban bien poco. El trabajo no era sencillo, hacía falta tener cierta habilidad y experiencia, pero Ford consideraba que era una tarea menor, por eso se ofrecían tan malas condiciones y se asignaba a las trabajadoras una categoría inferior. Y claro, eso suponía un sueldo inferior a trabajos similares realizados por hombres que, por serlo, ocupaban una categoría superior a la que las mujeres no podían llegar. Los jóvenes contratados para barrer ganaban más que ellas.
Una de las explicaciones para este trato, se menciona en la película, es que las mujeres nunca han ido a la huelga.
“Son derechos, no privilegios”
La historia de siempre, hasta que el 7 de junio de 1968 estas 187 mujeres dijeron basta, y mandaron a parar. A igual trabajo, igual salario. Parece sencillo ¿verdad? Pues no lo era. Y no lo es todavía, por desgracia. Las mujeres de Dagenham pararon sus máquinas y salieron a la calle para gritar algo tan básico como “We want sex equality” (hay un momento divertido -y real- con esa pancarta en la peli), porque no se trataba solo de dinero, sino sobre todo de justicia y dignidad, esas mandangas de pobres. En un momento de la película, la protagonista (personaje ficticio pero representativo) le dice a su marido “son derechos, no privilegios; es así de fácil”. Así de claro, aunque siempre hay gente dispuesta a desenfocar ambas palabras para confundir.
Con tan simple y contundente argumento se enfrentaron a todo el mundo. A la Ford, una de esas empresas que manejan el mundo, al gobierno laborista británico e incluso a los sindicatos, que en un primer momento las dejaron solas, e incluso las criticaron. Era 1968, pasado mayo, la revolución se hacía en las calles y en el interior de las casas, y empezaban a cambiar las costumbres, pero el machismo todavía era fuerte y generalizado. Muchos de sus compañeros hombres no se comportaron ni como una cosa ni como la otra, enfadados por no cobrar la paga y temerosos de perder sus empleos.
Ford no se lo podía permitir
La empresa respondió a la huelga, como es habitual en estos casos, amenazando con despidos masivos e incluso con cerrar la planta. Ford no quería que cundiera por el mundo el ejemplo de las británicas y alegaba que no se podía permitir igualar su sueldo. Si empresas como Ford nunca se pueden permitir cosas como esa, deberíamos reflexionar sobre qué mundo construyen dichas empresas.
Reunión de las huelguistas con Barbara Castle, la 4ª por la derecha.Pero ellas aguantaron. Sin asientos no hay coches que valgan y al final hasta el sindicato, acomodado en su machismo y su pequeña parcela de poder, tuvo que tragar. ¿Cómo podía oponerse? Tras tres semanas de huelga y de portadas en la prensa nacional sus gritos llegaron a lo más alto. Contaron con una aliada en el gobierno, la secretaria de empleo Barbara Castle. Unas cuantas representantes de las trabajadoras se reunieron con ella y tras unos tés la señora Castle se comprometió a sacar adelante una ley de igualdad. También consiguieron una subida salarial (aunque quedó en un 8% inferior al de los hombres) y el compromiso de igualar su categoría con los compañeros, promesa que también se diluyó hasta que otra protesta, 16 años después, se lo concedió.
Dos años después de la huelga de Dagenham, en 1970, el compromiso pactado con la ministra de empleo se concretó en la redacción de la Equal Pay Act (Ley de Igualdad Salarial) que no entró en vigor hasta 1975. Así son estas cosas, la razón a veces entra de a poquito y empujando fuerte.
Pero con todo, aquellas 187 costureras de Dagenham hicieron historia de la buena. Gracias a todas.