Revista Cultura y Ocio

1911, el año en que las mujeres llevaron pantalones

Publicado el 11 enero 2014 por Aranmb

Nació para salvaguardar la apariencia femenina en una sociedad que no transigía la masculinidad en los ropajes de las mujeres e, irónicamente, acabó siendo acusada, precisamente, de eso mismo. En 1911, la expansión de la falda pantalón por toda España causó polémica e, incluso, episodios de violencia.

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Andar a caballo era una condena para las mujeres de principio de siglo. Víctimas de su género, la sociedad les exigía preservar, en todo momento, su femineidad hasta límites extremos: no se veía bien que la mujer montase a horcajadas (había de hacerlo de lado, en un auténtico ejercicio de trapecismo), tenía que mantener siempre la espalda recta, por supuesto no podía montar antes de los 18 años, so pena de perder el virgo con tantos meneos, y, finalmente, no debía, jamás, vestir pantalón. Montar en falda (larga, claro) a caballo era harto engorroso y, así, a principios de siglo llegó de Inglaterra la revolución: la falda pantalón que, más o menos extremada, con el tiro en las rodillas o en los tobillos, facilitaba bastante la hazaña.Consiste en una falda corta y plegada, partida en dos partes”, explicaba Carmen de Burgos en EL  HERALDO DE MADRID en 1907, “que se abrochan para formar un pantalón ancho o para quedar en la forma ordinaria de nuestros vestidos.” La medida, según se dice, no había obtenido polémica alguna ni en Inglaterra ni en Francia, más preocupados como estaban de las andanzas de las sufragistas: Colette había escandalizado montando a horcajadas un caballo y otras feministas se atrevían, directamente, a vestir pantalón. Fue cuando la falda pantalón se impuso en la calle, lejos de los lomos de los jamelgos, cuando estalló el escándalo. Y no fue cosa de risa.

Ocurrió a principios de 1911. La espita la desató, curiosamente, la misma periodista que años atrás había alabado a la falda pantalón en EL HERALDO DE MADRID. Pero ahora, el 11 de enero del 11, en la revista gráfica POR ESOS MUNDOS, Colombine no tuvopiedad. “Pobres de nosotras, las mujeres modernas, que hemos de correr por oficinas y almacenes. Estamos condenadas al pantalón hombruno, desprovisto de gracia y contrario a la estética.” ¡Y hasta en términos científicos! “Según ley de la naturaleza, las especies superiores en la escala zoológica tienden siempre al diformismo. Creo que la humanidad será tanto más perfecta cuando las mujeres sean más mujeres, y los hombres más hombres. Hasta en el traje.” En las siguientes semanas, las piedras volaron por las calles de España, los intelectuales hablaron y discutieron de la conveniencia o no de la nueva prenda y muchas mujeres sufrieron las consecuencias de querer ser más libres, aunque esa libertad fuera, sencillamente, asunto de modas.

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Madrid: Guerrillas urbanas contra la falda-pantalón

Fue la ciudad más conflictiva. En Madrid, los disturbios causados contra las muchachas que llevaban falda pantalón provocó fascinación y preocupación a partes iguales. “Están diciendo muy poco en favor de la cultura del pueblo de Madrid”, decía nuestro periódico local, EL NOROESTE, el 25 de febrero. La noche anterior se habían producido encontronazos entre las faldopantaloneras y grupos de gente que las insultaron e, incluso, apedrearon. Aquellos días, la Puerta del Sol se llenó de grupos de partidarios de la moral pública que esperaban a ver pasar a las mujeres con falda-pantalón para insultarlas; la situación motivaría que, durante semanas, las autoridades madrileñas decidieran poner guardias de refuerzo para preservar la seguridad de las muchachas.

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“A pesar de lo ocurrido en diferentes puntos,” dicen, a finales de febrero, “algunas valientes mujeres persisten en salir a la calle con los flamantes pantalones bombachos.” Y es que los disturbios, más que amedrentar a las mujeres, hicieron que los modistas madrileños recibieran, aquellos días, más encargos que nunca. El día 24, la situación había llegado a tal punto que se llegaba a insultar, también, a quienes llevasen faldas entravée, de tipo tubo y con poco que ver con los pantalones. “Cerca de las 10 de la noche, un numerosísimo grupo, silbando y gritando, rodeó en las Cuatro Calles a dos señoras que vestían falda pantalón”, dice EL NOROESTE del 25, “Varios transeúntes las defendieron contra los alborotadores, cruzándose varios estacazos”. Nunca las comisarías estuvieron tan llenas de señoritas, y nunca aquellas señoritas tuvieron tantas ganas de volver a alborotar al día siguiente. Fue cuando, alejadas del barullo de las calles, las personalidades hablaron, y no siempre bien, de la nueva moda.

Angela Leblac, conocida modista madrileña, fue clara en su opinión sobre el nuevo invento. “Me parece una monstruosidad, un aborto del arte de vestir. Dudo (…) de que logren vencer la repugnancia de la mujer verdaderamente elegante.” Sin embargo, la opinión de la calle era mucho más entusiasta a favor de la prenda y, especialmente, en contra de los disturbios. El 20 de febrero, LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA entrevista a sus lectoras. “Si la moda no gusta que no se adopte, pero eso de que trescientos hombres sigan a dos mujeres guapas y elegantes por el hecho de serlo y las coreen entre piropos malsonantes, apóstrofes y hasta silbidos, obligándolas a requerir el auxilio de los guardias y a tener que refugiarse en una tienda, la verdad, no me parece propio del pueblo de la proverbial galantería.” “Ya ven ustedes lo que son las cosas”, afirmaba una anónima, “¡llevo los pantalones en casa, y no me atrevería a ponérmelos en la calle!”.

La falda-pantalón, también cosa de hombres

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En la cosmopolita Barcelona los incidentes no fueron tan graves e, incluso, se dio una vuelta de tuerca: allí se comenzó a popularizar el uso de la falda pantalón… entre los hombres. “La policía descubrió un Círculo de invertidos” -¡!- “deteniendo a once de éstos que vestían falda-pantalón y se hallaban de juerga con varios carteristas”. No sabría decir exactamente de cuál de las tres cosas (la orientación sexual, la vestimenta o la juerga) eran constitutivas de delito, pero no fueron los únicos: a mediados de marzo, en el puerto de La Coruña causó expectación la llegada de un esteta gallego apodado Teresita, prostituto que había sido de varios dirigentes chilenos y argentinos y que ahora, expulsado por ambos gobiernos, se plantó en España vistiendo falda pantalón.

Algunos periódicos progresistas, como LA ÉPOCA, utilizaron la circunstancia para criticar la falta de celo de las autoridades en multar a los alborotadores, vinculándolos de forma pelín homófoba para el gusto actual con “los del género neutro”. “A los estetas suele imponérseles una multa de 600 pesetas o una quincena de cárcel. ¿Por qué no se cumple esta práctica policíaca en los que, sólo por el hecho de injuriar a las mujeres, revelan su despreciable condición y la perversidad de sus instintos? (…) No perteneciendo al género neutro, es imposible que haya nadie tan malnacido, tan ruin y tan cobarde que organice la salvaje cacería de señoras a que estamos asistiendo, avergonzados, cuantos vivimos en Madrid.”

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Artistas contra la falda-pantalón

Es cosa que me incomoda
el tratar de esta cuestión,
pero le diré con toda
sinceridad mi opinión.
Higiénico sí lo es.
Pero este pantaloncito
(como la falda entrevé)
no me parece bonito.
¡Va a ser el mundo al revés!
Por estas y otras razones
Debiéramos decir todas:
¡¡Abajo los pantalones!!
(No se me ofendan los varones,
que me refiero a las modas)


Los versitos los escribió Irene Alba, abuela de los hermanos Gutiérrez Caba, a la que no haría gracia saber que, cien años después, sus nietas portarían con gran elegancia no ya faldas-pantalón, sino pantalones en toda regla.
 Y, en la imagen, Amparo Guillén luce la primera falda-pantalón vestida jamás en Málaga, en el verano de 1911. Por su parte, María Guerrero, la gran dama, se situó en contra de las entrevées por incómodas y de las pantalón por masculinas, admitiéndolas solo como “prendas de sport”. En Francia, un plebiscito establecido por un periódico de moda francés sobre la conveniencia o no de la falda pantalón salpicaría, por esta época, también a España. En el mismo ejemplar que publicó las coplillas de Irene Alba, un hombre anónimo de Úbeda exigió a LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, otro similar. “Me figuro a una señora que pese 100 kilogramos”, decía, “y mida metro y medio de estatura, con esos dos costales en sus abultadas piernas, aunque los cubra una falda más o menos corta. Los hombres que hayan tenido la suerte de ver a una dama en ropas menores, comprenderán lo antiestético de los pantalones.” De lo antiestético de los pantalones en los hombres gordos, eso sí, no hablaba.

La falda-pantalón en otras provincias y latitudes

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En Bilbao. Gran escándalo, el último día de febrero de 1911, a causa de unos enmascarados que visten falda pantalón y que pretendían entrar en un baile de Carnaval en los Campos Elíseos. La policía les hubo de escoltar al interior del baile, con ovación de los presentes (de los de dentro, no de los de fuera, que acabaron en el cuartelillo).

En Zaragoza. A finales de marzo, una joven de “vida alegre” rizó el rizo y salió a la calle con una falda pantalón muy exagerada, que era casi un pantalón. Intervino la policía.

En Ciudad Real. Una joven, a la que sus padres no permitían llevar falda-pantalón, intentó suicidarse al paso del tren, en Puertollano. No lo logró, afortunadamente. Del incidente nos informa EL NOROESTE del 14 de marzo.

En Valencia. “Allí se respeta a las señoras”, asegura EL NOROESTE del 25 de febrero, que relata el caso de una señorita ataviada no sólo con falda-pantalón, sino, incluso, con un sombrero en forma de maceta invertida y una sombrilla bastón. Acompañada por una anciana, levantó gran curiosidad, “pero nadie le faltó ni le dirigió chicoleo alguno”. La paz no duró demasiado: a principios de marzo, dos bellas señoritas hubieron de refugiarse en una tienda ante el nerviosismo de parte de los transeúntes. Otros, partidarios de su indumentaria, las aplaudían, y la situación generó una gran tensión saldada, a sablazos, por la policía.

La polémica no fue exclusiva de España. En La Habana, el obispo llegó a firmar la prohibición de que mujeres ataviadas con falda-pantalón pudieran entrar a las iglesias o suministrarse los Santos Sacramentos (tanto si comulgaban, como si amadrinaban, como si se morían). “Si la falda-pantalón es inmoral”, se preguntaba LA PRENSA, de La Habana, “por vestir a las mujeres como hombres, ¿no es mucho más inmoral que los curas, que son hombres, se vistan como mujeres?”

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Y… ¿en Asturias? Los periódicos asturianos no cabían en sí de gozo. Asturias fue uno de los pocos lugares donde, quién sabe si por mayor tolerancia o por menor incidencia de la falda-pantalón en las calles, no hubo disturbios. El 24 de febrero se celebró el carnaval en Mieres, siendo admirados “los esbeltos talles de media docena de señoritas que lucían elegantes trajes con falda pantalón.” Y presumía EL NOROESTE del 24: “Por cierto, que a pesar de no estar esta villa muy adelantada en modas, a nadie se le ocurrió silbarlas ni hacer demostraciones de desagrado, sino todo lo contrario.”

“En Tapia estamos en cuanto a cultura por encima de esas referidas capitales”, dijo el corresponsal Pepe de Mingo para el Castropol del 20 de marzo, en referencia a Madrid, Barcelona y Valencia. Porque aquí hace más de cuatro años que conocemos hembra que viste falda-pantalón y maruxos que gastan pantalón-falda. Y nadie osó decirles una palabra acerca de su indumentaria. (…) ¡Olé por la falda-pantalón y por el pantalón-falda!”. Ahí queda eso.

☆ ☆ ☆

Como todas las modas, la de la falda-pantalón también pasó al olvido muy pronto. Los últimos coletazos de la polémica se dieron en verano de 1911, y en 1912 la extraña prenda ya sólo se recuperaba para los desfiles de carnaval. Pero aquella moda era algo más. Durante unos meses, y por primera vez en su historia, muchas mujeres se atrevieron a desafiar a la sociedad públicamente, a pesar de los palos, las pedradas y las humillaciones. Algo, desde luego, estaba cambiando. Ya lo decía, con aviesas intenciones, CARAS Y CARETAS, una publicación humorística y conservadora de Buenos Aires. “¡El feminismo! Eso es lo que ha hecho que tratemos tan cultamente a las mujeres que se han atrevido a ponerse la falda pantalón.” No les faltaba razón…. ni cosas por ver.


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