Daniel de Pablo Maroto, ocd
Convento de La Santa-Ávila
Ofrezco a los lectores una crónica que suena a sinfonía para el día de difuntos, pero es una página llena de sentimientos y recuerdos de una familia religiosa y de un pueblo amante de santa Teresa donde se conserva el sarcófago que contiene su cuerpo. Los lectores deben ponerle el alma que conecta con los muertos vivientes. He tenido la suerte de encontrar documentos que ilustran con abundancia el tema.
1 – Las circunstancias favorables
La ocasión para abrir el sepulcro de la Santa en Alba de Tormes fue que el general de la orden, P. Clemente de los Santos Faustino y Jovita, quiso aprovechar su visita a España para ver el cuerpo de los santos fundadores, san Juan de la Cruz en Segovia y de santa Teresa en Alba de Tormes. Cumplió el deseo en Segovia sin problemas y pensó que sucedería lo mismo en Alba porque se trataba de un acto de devoción personal y restringido a algunos representantes de los carmelitas descalzos y las monjas carmelitas del pueblo y poco más.
El P. General llegó a Alba y abrió el sarcófago que contenía el cuerpo de la Santa los días 16-23 de agosto del 1914 para ser venerado por las carmelitas descalzas del convento y algunos carmelitas descalzos invitados por el P. general; para ello traía una petición dirigida al dicasterio romano correspondiente validada con la firma autógrafa del papa Pío X. Todo aparentemente muy sencillo y racional aun contando con el problema de las 4 llaves repetidas que custodian los dos sarcófagos que custodian el cuerpo de la Santa.
2 – El estado del cuerpo de santa Teresa
Recuerdo que el cuerpo de la madre Teresa estuvo incorrupto total durante muchos años después de su muerte en Alba en 1582, y diría que siglos, no obstante las varias amputaciones sufridas desde 1583 en adelante. Centro la investigación en el año 1914. Para algunos observadores, el cuerpo seguía “a nuestro entender, con entera incorrupción”, entendiendo que no se había descompuesto.
Dos monjas del convento de Alba en tiempos diferentes lo vieron o “enteramente igual” que “hace 154 años”, la anterior apertura en 1750, o con los restos del cuerpo reconocibles; pero, por la descripción que hacen del cuerpo ya ha sufrido muchos “destrozos” como es sabido. En resumen, en 1914 le faltan al cuerpo: el ojo izquierdo, “la carne de las mejillas”, “todos los dientes y muelas”, el brazo izquierdo y la mano, el corazón, el pie izquierdo, la mandíbula superior, todos los dedos de la mano derecha, algunas costillas, pequeños trozos de carne, etc. El afán de tener “reliquias” de los cuerpos de los santos seguía como en toda la tradición cristiana hasta nuestros días. Una voz bastante discordante del optimismo de las monjas citadas fue la del P. Silverio, historiador oficial de la orden y el mejor teresianista del momento. Espero que dejen en su sueño a la madre Teresa y gocen los lectores saboreando la presencia del alma en sus autógrafos y en sus Obras completas.
3 – El motín del pueblo de Alba de Tormes
Cuando los albenses se enteraron de que el P. General y sus frailes acompañantes habían abierto las urnas que contienen el cuerpo de “su Santa” sin dar cuenta a las autoridades eclesiásticas y civiles y al pueblo, y no invitarles a venerar las sagradas reliquias, sospecharon que los visitantes romanos venían con la intención de llevar el cuerpo a Ávila, como ya había sucedido el año 1585 y que fue devuelto a Alba por mediación del Duque de Alba. Al parecer el motín del pueblo estuvo motivado porque alguien desde Ávila —esa fue la voz que se corrió por el pueblo y no sé con qué intención— corrió el bulo de las intenciones de P. General completamente falso. Pero los varios documentos que refieren la revuelta o motín recogen las palabras y los hechos que asustan a los lectores y que resumo porque son muy abundantes y repetitivos.
Por ejemplo, querían matar al P. General y a los frailes hacerles “salchichas”; apedrearon la puerta del convento de los frailes y los más exaltados pensaron quemar el convento, etc. En algunas ocasiones tuvieron que saltar las tapias de la huerta para refugiarse en casa de los amigos vecinos evitando a la chusma enfurecida. Obligaron al P. General a abrir de nuevo el sepulcro y lo consiguieron. Entiendan los lectores que son excesos verbales y hechos extremos indicativos de la indignación de un pueblo que defiende su “tesoro” del que les querían expoliar, algo que nunca estuvo en la intención de las autoridades de la orden. Por suerte, todo quedó en un susto monumental y al final triunfó la opinión y la acción de los más sensatos y el arrepentimiento de los más exaltados. Y la coda final: los frailes optaron por cerrar la iglesia algunos días.
Quizá lo positivo de los altercados populares fue que el P. General, optó por abrir de nuevo los dos sarcófagos que contienen el cuerpo de la Santa el día 23 de agosto para que durante un día el pueblo pudiese ver y venerar el cuerpo y convencerse de que seguía en su sitio. El resumen que presento da una idea lejana de lo que fue la declaración de guerra de un pueblo que defiende su mejor tesoro.
4 – Mis preferencias sobre las reliquias de los santos
Al final de este recuento de noticias, propongo a los lectores algunas reflexiones.
Las reliquias de los santos, sobre todo sus cuerpos incorruptos durante años, tienen un atractivo especial para la devoción popular y han alimentado la vida religiosa y espiritual de los creyentes durante siglos y aún perdura. También son parte del culto sus pertenencias personales que tienen un valor más allá de ser simples “recuerdos”. Reliquias no son sólo sus cuerpos, sino sus pertenencias que han sido “tocadas” y vividas por ellos. Pero no olvidemos que el valor cultual y espiritual de las “reliquias” de los santos depende de la aceptación y propuesta de la Iglesia que aprueba y favorece el culto evitando que sean tenidas sólo como protectoras de todos los males, sino una mediación para imitar su santidad.
Dicho esto y exponiendo “mi” devoción particular, confieso que admiro la incorrupción de sus cuerpos, un evidente milagro que tanto favorece la piedad de los creyentes, así como sus pertenencias; pero aprecio de manera especial sus “creaciones” personales que me hablan de su “vida” y su “misión” en la Iglesia; por ejemplo, si han creado una “obra” apostólica que perdura en el tiempo, sus “escritos”, etc. Todo ello me habla de su “alma”, de su inteligencia y su bondad, de su capacidad creadora que perdura en el tiempo. Posiblemente ha influido en mi actitud el hecho de que veo en la devoción popular demasiado interesada en los creyentes, por otra parte comprensible porque la vida del hombre sobre la tierra es demasiado expuesta a los peligros.
Si me permitís un apunte personal, confieso que soy muy “devoto” y admirador de sus “manuscritos”, sobre todo si son narraciones de sus vidas, sus Autobiografías; veo en ellos su “alma”, su espíritu e inteligencia, su capacidad creadora. Para mí son su mejor “retrato”. A este propósito, recuerdo los versos de un poeta español y lector de algún autógrafo de santa Teresa: “He mirado tu letra como se mira a un río… Y he visto tu rostro ensimismado… Lo escrito era lo andado” (José García Nieto). Eso mismo me sucede a mí cuando miro, leo y releo uno solo de los miles de páginas de sus autógrafos: en cada frase, en cada página o relato veo el alma de Teresa que después se multiplica en acción, en vida, algo que ya no puede realizar su cuerpo muerto.
En su muda caligrafía veo que retornan a la vida su Castillo encantado de puro cristal en las Moradas; los caminos andados en sus Fundaciones; los jirones de su alma en la Autobiografía; sus leyes de vida en el Camino de perfección. Esta es “Mi Teresa” que ha sobrevivido a la muerte y a los siglos y que sobrevivirá a lo corruptible de su cuerpo momificado.
(Para mayor información, remito a MANUEL DIEGO SÁNCHEZ, “La última apertura del sepulcro de Santa Teresa y los acontecimientos sucedidos en Alba de Tormes (Agosto, 1914), en (Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani, (2015), pp. 217-395). Estudio y documentos.