“Así describe Uda Basharat la creación del Estado de Israel y la guerra de 1948 en su artículo “El sionismo no quiere un Estado“: “En 1948, el mundo se enroló en pos de la creación de un Estado judío junto a un Estado árabe. En el camino fue expulsada la mayoría del pueblo palestino y el territorio del ansiado Estado se estiró en otro 50%. Y el mundo, sin una decisión oficial, reconoció el territorio aumentado” (“Haaretz”, 20.2).
Lo leo, y no lo puedo creer. Supongo, entonces, que el estallido de la Segunda Guerra Mundial se puede describir así: “El 3 de septiembre de 1939, Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania, en el camino se unieron también la Unión Soviética y Estados Unidos a la guerra, y al final fue desmembrado el Reich alemán, 12 millones de alemanes fueron expulsados de su patria, Alemania perdió el 20% de su territorio, que fue anexado a la URSS y a Polonia, y el mundo, sin una decisión oficial, lo reconoció”. Es probable que los neonazis alemanes describan así la Segunda Guerra Mundial.
También la guerra en el Lejano Oriente se puede describir de este modo: “El 8 de diciembre de 1941, el presidente Roosvelt declaró la guerra al Japón, y en 1945 se unió también la Unión Soviética a la guerra. En el camino, Japón mismo fue conquistado por los norteamericanos, perdió el control sobre Taiwán, Manchuria y Sajalín, y el mundo, sin una decisión oficial, lo reconoció”. Seguramente habrá nacionalistas japoneses que describan así la guerra.
El hecho es, por supuesto, que el 1° de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia, y que el 7 de diciembre de 1941 Japón atacó en Pearl Harbor. Este es exactamente el asunto en todo lo tocante a la descripción de Basharat: no hay en su artículo una descripción del enérgico rechazo de los palestinos y de la Liga Árabe a la resolución de la ONU sobre la división del territorio y la creación de un Estado judío en parte de la Tierra de Israel; no han habido ataques armados contra el poblado judío y sus arterias de transporte por las milicias árabes palestinas, ayudadas por fuerzas de salvación árabes de Siria y otros países; no ha habido invasión de los ejércitos árabes de Egipto, Siria, Transjordania e Irak al día siguiente de la creación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948. En resumen, todos los actos árabes que condujeron a la Naqba palestina sencillamente no existieron.
No es una cuestión de narrativa. Se trata aquí de lo que todavía se puede definir como hechos. Resulta ser que no hacía falta esperar la llegada de Donald Trump y sus amigos para inventar el concepto de “hechos alternativos”.
Esto se pone de manifiesto de un modo aun más extremo en los intentos palestinos de negar todo vínculo histórico judío con la Tierra de Israel y la existencia de un Templo sagrado sobre el Monte del Templo: en cierto momento de las conversaciones de paz, Yasser Arafat dijo a diplomáticos norteamericanos que nunca existió un Templo judío en Jerusalén. Los palestinos, que repiten esas cosas, quizás no se dan cuenta que no solo están haciendo caso omiso de la historia judía sino también de la tradición cristiana, que relaciona a Jesús, una y otra vez, con el Templo de Jerusalén: si no hubo un Templo judío en Jerusalén, ¿adónde, exactamente, llevaron los padres de Jesús a su hijo al nacer? ¿Y de dónde expulsó Jesús a los comerciantes y a los cambistas?
¿Quiere decir entonces que todos los argumentos palestinos son falsos y todas las afirmaciones sionistas son correctas? Claro que no. Pero con todo el respeto que le cabe a la sensibilidad árabe, existen también los hechos.
Basharat también se equivoca -y confunde a los demás- en su descripción de la aceptación de la Partición por parte del movimiento sionista y el poblado judío. Escribe que “hasta la creación del estado, hablar de la partición del territorio era una especie de herejía”. Es sencillamente falso. Y tampoco esta repetición del “hecho alternativo” lo convierte en verdad histórica. Desde las recomendaciones de la Comisión Peel, que en 1937 elevó por primera vez al orden del día la idea de la partición, el tema se convirtió en la piedra de conflicto más amarga dentro del Movimiento Sionista. No solo los revisionistas se oponían furiosamente a toda idea de partición: en la década transcurrida entre 1937 y 1947, fue el principal foco de conflicto en el movimiento, que provocó la escición de Mapai en la Convención de Kfar Vitkin en 1942, y no les fue fácil a Weizmann y a Ben Gurión consolidar una mayoría dentro del Movimiento Sionista a favor de la Partición. Esta es la razón por la cual la Resolución del 29 de noviembre -que dejaba afuera de los límites del Estado judío a Jerusalén- fue aceptada al fin y al cabo con entusiasmo casi mesiánico en la Tierra de Israel y en todo el mundo judío: habían hecho falta para ello muchos años de preparación del terreno.
Es difícil entender qué espera Basharat conseguir con una presentación tan distorsionada de lo que ocurrió en 1948: ¿de verdad cree que se puede convencer a los judíos israelíes de adoptar semejantes mensajes? Por el contrario, la sola repetición de estos hechos una y otra vez, no aporta en nada a la reconciliación entre ambos movimientos nacionales, y solo colabora con la derecha israelí en su argumento de que “no hay con quién hablar”.
Una posición totalmente diferente del lado árabe es la que propone Salman Matzalja, en su artículo “Una misión para la izquierda” (Haaretz, 23.2). Matzalja llama a la izquierda judía israelí a luchar por el derecho de los palestinos a la autodeterminación frente a las posiciones de la derecha nacionalista-religiosa en Israel, y no hay mejor forma de formularlo que la que formuló en su artículo. Para fortalecer su argumento, Matzalja vuelve a recordar hechos que ambas partes vociferantes del diálogo israelo-palestino ya casi olvidaron. Recuerda que la izquierda árabe apoyó en 1947-1948 la Resolución de la Partición, y condenó el ataque de los países árabes al Estado de Israel, y cita varias expresiones del diputado Tawfik Tubi, a la sazón uno de los líderes del Partido Comunista Israelí (Maki).
En honor a la exactitud debemos subrayar que la posición de Maki en favor de la Partición y la creación de un Estado judío junto a un Estado árabe no provenía básicamente de una decisión de la “izquierda árabe”, sino del hecho de que la URSS había apoyado la Resolución, y Maki -como todo otro partido comunista en el mundo, incluidos los de los países árabes- se alinearon con ella. Es difícil imaginar hoy que comunistas árabes fueron arrojados a la cárcel en países como Egipto y Siria por oponerse a la invasión árabe contra el Estado de Israel.
A favor de los líderes de Maki (tanto árabes como judíos) se debe atribuir su apoyo a la Partición, no a razones estratégicas sino a su modo de enfrentar la base misma del conflicto. Matzalja trae declaraciones de Tubi en un acto en París en los festejos del primer Día de la Independencia de Israel, y que se publicaron luego en el periódico del partido, “La voz del pueblo“. Conviene repetir sus dichos, para saber que alguna vez hubo aquí una voz árabe diferente. “Les agradezco desde el fondo de mi corazón esta oportunidad de festejar aquí (en París) esta noche, tal como lo hacen mis compatriotas en la patria, el primer aniversario de la creación del Estado de Israel”, dijo Tubi, y agregó que se trata de la celebración “de la victoria del principio de autodeterminación del pueblo judío en Eretz Israel”. Matzalja nos recuerda luego, también, un discurso que ofreció Tubi en la Knesset en diciembre de 1948, en el que advirtió del peligro de un nuevo ataque árabe contra Israel, y anunció que si ocurre tal ataque, él y sus camaradas lucharán “hombro con hombro con las masas del pueblo judío por la independencia y soberanía del Estado de Israel”.
Sí, hubo una vez una izquierda árabe con valores universales, que defendía el derecho de los palestinos a la autodeterminación, pero que también aceptaba explícitamente el derecho a la autodeterminación del pueblo judío. En sus palabras brillaba la chispa de la promesa de posibilidad de reconciliación entre ambos movimientos nacionales: es difícil imaginar dichos parecidos de boca de diputados de la Lista Árabe Unificada hoy en día.
Parte de la tragedia común a nosotros y a los palestinos es que la izquierda israelí apoya el derecho de autodeterminación de ambos pueblos, pero lo que se denomina izquierda árabe palestina derrapó en parte, si no en su mayoría, al nacionalismo árabe. No guardo nostalgia por Maki, pero no se puede negar que aportó mucho a que los árabes israelíes pudieran ver a Israel como su país, aun en horas difíciles para su pueblo y sus familias. Si hoy existieran voces similares en el liderazgo del sector árabe de Israel, y si personalidades como Basharat adoptaran hoy en día posturas similares, habrían buenas posibilidades de una conciliación histórica entre ambos movimientos nacionales.
*Shlomo Avineri es politólogo e historiador de filosofía política, en especial de socialismo y sionismo, Profesor Emérito de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Premio Israel a la Ciencia Política, 1996.”
Autor: Shlomo Avineri (traducción de Marcelo Kisilevski)
Fuente: Blog Marcelo Kisilevski