Revista Cultura y Ocio

1974, QUEEN IRRUMPE EN EL OLIMPO DEL ROCK Justo en noviembre de hace cuatro décadas La Reina lanzaba su tercer Lp, ‘Sheer, heart, attack’, un disco excepcional que anunciaba la aparición de un nombre nacido para ser leyenda del rock: Queen

Publicado el 30 noviembre 2014 por Carlosdelriego

1974, QUEEN IRRUMPE EN EL OLIMPO DEL ROCK    Justo en noviembre de hace cuatro décadas La Reina lanzaba su tercer Lp, ‘Sheer, heart, attack’, un disco excepcional que anunciaba la aparición de un nombre nacido para ser leyenda del rock: Queen

El grupo ya tenía entonces un algo especial

Eran años de glam rock, de laca y lentejuelas, de campanas sobre plataformas, pelucones y maquillajes imposibles, pero el rock no estaba uniformado ni tan anquilosado como muchas veces se ha dicho. Y allí estaba Queen con una potente e inagotable carga de rock fresco y original, ideas innovadoras, mezclas sorprendentes, recursos imaginativos, contradicciones encantadoras… En aquel año publicaron su segundo disco (grabado el anterior pero retrasado por cuestiones industriales) y el ‘Sheer, heart, attack’, un trabajo fantástico con canciones ya imperecederas, una producción rompedora con la que Mercury y compañía daban el último paso antes del glorioso ‘A night at the opera’.
Sí, aquella noche en la ópera los instaló definitivamente en el pedestal regio, pero ya en el anterior ‘ataque al corazón’ habían presentado las peculiaridades estilísticas con que el cuarteto británico es reconocido en cualquier lugar en cualquier momento. El elepé nace con la entrada guitarrística (perfecta para largas introducciones en vivo) de ‘Brighton rock’, impulsiva, flexible, y luego la voz doble de Freddy (falsete y natural), la construcción poderosa, el protagonismo de una guitarra absolutamente única (se decía entonces que sonaba como una orquesta entera); no faltan los coros, el desarrollo instrumental y un ambiente de rock muy especial. Después la reveladora ‘Killer Queen’, en la que ya están todos los manierismos, todos los distintivos del grupo, todo aquello por lo que serán recordados siempre; así el piano y el tono burlesco, como de cabaret, la voz operística y los coros extremadamente elaborados, esos punteos del inimitable Brian May que cualquier reconocería al segundo y que parecen un fino y a la vez poderoso hilo que flota ingrávido…; sí, esta ‘Reina asesina’ es algo así como una obertura de la posterior trayectoria artística de Queen.

El resto del álbum tiene de todo, pero lo más habitual es que quien acaba de descubrir a este cuarteto queda hechizado para siempre con los dos primeros cortes, y quien ya lo había disfrutado con el anterior ‘Queen II’ volverá una y otra vez a escuchar esos dos temas absolutamente antológicos. De este modo, los ‘mercuriófilos’ que aun conservan el Lp notan cómo la aguja de su tocadiscos atraviesa hoy, estremecida, esos primeros títulos, y seguro que recuerdan cómo en aquellos días sujetaban la carpeta interior para cantar, o al menos seguir, las letras de piezas tan prodigiosas. A lo largo del disco, de todos modos, hay auténticas maravillas; algunas composiciones son verdaderamente laberínticas, zigzagueantes, enrevesadas, difíciles, otras simples y cristalinas; unas se presentan chocantes, inusitadas (lo siguen siendo hoy, así que entonces…), incluso con momentos divertidísimos (como el ‘Bring back…); y, por supuesto, no falta un vértice de metal-rock de altísimo voltaje (‘Stone…’) que pone a todo el mundo a menear la melena y tocar el ‘air guitar’. El que tiene asimilado el álbum reconocerá inmediatamente todo ello, y quien tenga la suerte de aun poder descubrirlo se topará con giros y efectos, voces y guitarras, sensaciones y emociones muy familiares.
Por cierto, en este disco siguen manteniendo su rechazo explícito a los sintetizadores, como indican en los créditos de contraportada, dando a entender que ellos no necesitaban tecnología de última generación, que con sus voces, pianos y guitarras podían conseguir todo lo que se propusieran. Ah!, también llamaba poderosamente la atención en su momento la tupidísima pelambrera que Freddy dejaba ver a través de su entreabierta camisa…
Reina ya mostraba su majestad y anunciaba la llegada de su siguiente y más brillante joya, por la que apenas hubo que esperar unos meses… Y empezaba a expandirse por el mundo el encanto mágico de Freddy.

CARLOS DEL RIEGO

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