1980: GP de Argentina de F1

Allá por el 13 de enero de 1980, en pleno verano en el hemisferio sur, se disputaba el Gran Premio de Argentina de F1 en el Autódromo Juan y Oscar Gálvez, unos de esos circuitos que denominamos “de veras”. No será mi intención hacer una crónica de la carrera, porque ni es lo mío ni me apetece intentarlo. Pero visionando una y otra vez las imágenes del evento, noté un cierto regustillo entre amargo y de añoranza, pues sí me quedó claro que aquellas carreras de mi primera juventud (que recordaba de una forma quizá idealizada), tenían sus cosas buenas y otras bastante malas.
La primera diferencia y que me chocó en los primeros segundos de retransmisión es la enorme diferencia de nivel entre la que dicen que es la mejor parrilla de la historia (la actual, y porque corre Alonso, porque si lo hiciese Piquet senior –otro piloto relativamente similar al asturiano- seguro que la llamarían “otra parrilla más”) y la correspondiente a un año perdido en la historia del automovilismo… 1980.
Jody Scheckter
Clay Regazzoni
Emerson Fittipaldi
Gilles Villeneuve
Alan Jones
Nelson Piquet
Keke Rosberg
Alain Prost
Patrick Depailler
Jacques Laffite
Riccardo Patrese
Mario Andretti
Carlos Reutemann
Elio de Angelis
John Watson
Jean Pierre Jabouille
René Arnoux
Didier Pironi
Muchos campeonatos y muchísimas victorias entre todos. Me río yo de la parrilla actual y del tan cacareado “lo mejor de todos los tiempos”.
Pero quiero pasar a los detalles. Me pareció muy curioso que en boxes hubiese gente sin camiseta, con un sombrerete playero y fumando. También destaco el cambio de indumentaria de los mecánicos de los equipos, con su camisa de manga corta y pantalón recto, y con unas funciones bastante más escuetas que los mecánicos actuales.
Había gente alrededor de la pista, comisarios casi todos, a apenas diez metros del asfalto, caminando de aquí para allá. No se veía ni una bandera azul, y el piloto doblador se debía encomendar a todos los santos cada vez que iba a adelantar a algún coche doblado.
El vencedor… no les diré, por si quieren disfrutar de la carrera igual que lo he hecho yo (abajo les dejo los links de descarga), el vencedor -prosigo- conducía un coche increíble, de los mejores de esos años y precursor de uno de los mejores monoplazas de la historia, pero era muy difícil de manejar; para mí fue una delicia ver como las manos del piloto realmente sí importaban (y mucho) en aquellos años, pues muchos pilotos sufrían incidentes de carrera debido al difícil manejo de los coches, entre ellos el ganador, que dio un par de trompos y tuvo que entrar a boxes a que le limpiasen los pontones, cosa que no le dificultó vencer con una amplísima diferencia sobre el segundo.
También me pareció muy curioso lo duros que eran los coches, pues acostumbrados a los autos de cristal que tenemos ahora, ver como un coche se estampa contra la valla y no queda completamente destrozado indica una variación enorme en los materiales.
Por supuesto, los rótulos sobreimpresos eran rudimentarios y muy graciosos, así como la forma de mostrar las repeticiones, donde el realizador trataba de mostrar un suceso pasado y que se siguiese viendo el presente. Sin éxito, por descontado.
Hubo un momento en la carrera en que se hizo un socavón en medio de la pista, un agujero tremendo que hoy hubiese significado la suspensión de la carrera. Pues no pasó nada, ni safety car, ni banderas amarillas, ni nada por el estilo. Se siguió corriendo y los pilotos trataban de evitar caer en el hoyo.
Mil detalles más les podría contar, pero no les aburriré, y sólo quiero participarles de mi recuerdo en lo concerniente a las diferencias entre bólidos. Ahora tratan de minimizarlas, y lo consiguen en parte, pero antes creo que eran más acusadas, incluso entre los grandes equipos, que lucían orgullosos un día, y en la carrera siguiente eran de segunda fila. Aquellas carreras se mostraban muchas veces como una cabalgata en solitario, pero cuando la pelea aparecía, era algo inolvidable.
Echo de menos cuando coger el rebufo te ayudaba y no te perjudicaba. Muchas, demasiadas diferencias, para bien y para mal. Que la disfruten... ¡y también la fotografía!
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