Revista Cultura y Ocio

1999

Publicado el 22 junio 2013 por Evagp1972
1999Ayer volví a leer mi diario de 1999. Es como leer una novela protagonizada por un personaje con el que empatizas mucho pero que no eres tú. Un personaje que te da consejos - controla esos celos o tendrás problemas- , que hace confesiones terribles - empiezo a comprender cómo se siente un suicida- y que grapa cartas de amigas en las páginas de la novela porque no quiere explicártelas, sino que vayas directamente a la fuente. Cartas recibidas, cartas enviadas de las que me hacía copia a mano.

Hacia la mitad del diario, me encuentro con esta escena:Estoy en casa y suena el teléfono a la una menos cuarto. Es él, desde una cabina de la plaza Imperial Tárraco. "Coge lo primero que tengas y bájame los libros.Yo voy bajando por la calle ésta en la que vives, baja y tráemelos porque tengo mucha prisa". Tal y como estoy, en mallas y un jersey cutre, sin maquillar, salgo a la calle. Al menos puedo peinarme un poco y ponerme zapatos. Bueno, nos encontramos. Él: "¡Por fin te veo  como vas por casa!" Yo río y abro los brazos ("Esto es lo que hay") y reímos. Un par de besos. Nervios por parte de los dos. Él tenía prisa al parecer, pero se entretiene mucho con los libros. Le pongo ante los ojos el de Todorov. Alucina. Lo hojea entusiasmado. Me pide que se lo fotocopie. "Aquél me matará hoy", dice. "Ah, tranquilo, ya nos veremos, no llegues tarde a comer". Qué comprensiva soy, ¿verdad? Me dice que un día de la semana que viene me llamará para quedar en su casa y que me traiga a Núria si quiero. Se fuerza al decirlo. Lo leo en sus ojos bajos, en su labio inferor, que tiembla. "No creo que haga falta", le digo. "Mejor los dos solos, ¿no?" Él se distiende. Bueno, nos despedimos con un par de besos otra vez. Mi mano derecha en su nuca, inconscientemente. Nos miramos a los ojos, un momento corto y largo a la vez. Mi mano sigue en su nuca. No la retiro. Me siento extrañamente turbada. Él también. "Eres un sol", me dice. Sonrío, me voy. Después de comer, por la tarde, me llama Núria.Esto era lo que me sucedía en 1999. Un año terrible pero también un año memorable (memorable: digno de ser recordado. Sinónimos: notable, inolvidable). Parece increíble, pero había olvidado esta escena. Lo fantástico de los diarios, como de algunas novelas, es que nos recuerdan a nosotros mismos.

Voy a seguir leyendo mis diarios este verano, a viajar hacia atrás y hacia adentro, sin facebook en el móvil. Volveré, claro, porque al presente hay que regresar, siempre. Pero para crecer, a veces, hay que volver a la fuente primaria, a la raíz del pasado.

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