Hola
a tod@s! Aquí os traigo la primera continuación que han hecho del capítulo 11 de la
historia que se puso en marcha en este nuevo reto, tejiendo un cuento.
Pueden ver lo que hay escrito hasta ahora, por medio de este enlace:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com/2015/04/historia-que-esta-siendo-tejida-en-el.html
Y
si esta continuación sale ganadora tras las votaciones, pasará a ser el
capítulo once. Eso sí, antes de votar, deben de leerse y valorar, la otra que pondré a continuación.
Pero primero, os dejo la primera, luego en otro post, veréis la segunda.
1ª Continuación byJanire Fernández:
CAPÍTULO 11
(Janire Fernández)
—¡Basta! —Jessica se levantó de la silla gritando, horrorizada por las palabras de Richard—. No quiero oír ni una palabra más. No me puedo creer que hayas caído tan bajo. Inventarte algo así de Jack...
—Jessica, por favor, créeme. No me gusta lo que te estoy diciendo pero te aseguro que es verdad. Ese... Jack —dijo con un tono cargado de asco y odio—, se las apañó para que la familia de esa tal Diana no lo denunciara. El
muy cobarde ni siquiera pagó por lo que había hecho. Es un monstruo
Jessica. No deberías estar cerca de él.
Jessica
creía que se iba a desmallar. Lo que acababa de oír aún le resonaba en
la mente y la cabeza le daba vueltas. Notaba cómo su cara perdía
lentamente el color y sus piernas le temblaban. Debió de hacer un ademán
de caerse, porque Richard se levantó muy deprisa y la cogió de los
brazos.
—Suéltame —le dijo con una voz muy débil—. Te lo estás inventando. No puede ser cierto nada de lo que has dicho. Jack no es así. Lo sé, le conozco.
«Pero, ¿realmente lo conozco? Para, no. Tiene que ser una mentira. Jack no sería capaz de hacer algo así»,
se dijo a sí misma mientras mil imágenes comenzaron a golpearle la
mente, una tras de otra: la mano de Jack acariciando la suya el primer
día en el cine, su sonrisa torcida mientras la aguardaba en las
taquillas, el mirador de madera, sus dedos acariciando las cuerdas de la
guitarra, sus ojos negros clavados en los de ella…
—No te estoy mintiendo, Jessica, pero puedes preguntárselo a él mismo. —Sin comprenderlo del todo, Jessica miró hacia la puerta del Baúl, donde Jack la miraba sorprendido y, a la vez, preocupado.
***
Después de despedirse de Jessica, Jack había recibido un mensaje de la pesada de Noelia.
«Parece
que esa mocosa con la que juegas últimamente ha decidido pasarse por el
Baúl esta noche, y por lo que veo está muy bien acompañada»
Iba a ignorar el mensaje cuando de pronto le llegó una imagen en la que
Jessica aparecía sentada una mesa con ese chico que no paraba de
entrometerse entre los dos: Richard.
Se
subió a su Harley Davidson de inmediato y no pensaba en otra cosa que
darle una lección a ese niñato entrometido. No obstante, cuando llegó
allí, se le olvidaron por completo sus celos. Algo no iba bien. Richard
le cogía de los brazos a Jessica, que se encontraba a penas de pie,
pálida y con la cara llena de lágrimas. Ésta, en cuanto lo vio, se
acercó muy deprisa hacia él. Jack se sentía nervioso y preocupado pero
no entendía por qué motivo. Abrió sus brazos para abrazarla pero Jessica
no le dejó, imponiendo una barrera invisible entre los dos.
—Dime que no es verdad. Por favor. Dime que no es cierto lo de la chica y lo de que por tu culpa...
Jessica
no fue capaz de terminar la frase porque sus propias palabras la
ahogaban. El corazón de Jack pareció dejar de latir de golpe. «... lo de la chica y lo de que por tu culpa...».
La miró horrorizado y aturdido. Sabía perfectamente de qué estaba
hablando. De pronto sintió que todo en su interior se hacía en pedazos, y
que cada trocito de él rasgaba la poca esperanza que le quedaba. El
miedo empezó a abrasarle por dentro. La iba a perder a ella también,
seguro. Se había enterado de aquello.
—Pero... ¿cómo?
Al
ver que Jack no decía nada, Jessica empezó a gritar, a hacerle
preguntas y a pegarle en el pecho. Pero Jack no sentía nada: no la oía,
no notaba sus golpes, no percibía que todos los del pub los estaban
mirando. Tenía un enorme nudo en el estómago y sus pulmones parecieron
encogerse. Entonces, miró más allá, y vio que a Richard le asomaba por
la cara una sonrisa maliciosa, mostrándose enormemente satisfecho de lo
que había conseguido. Su miedo se convirtió en ardiente furia.
—¿Has sido tú, verdad? —gritó de tal manera que la pregunta parecía una afirmativa.
Se
apartó de Jessica sin apenas tocarla y se dirigió hacia él con el puño
levantado. Su objetivo era eliminar aquella estúpida sonrisa, pero unos
brazos lo agarraron por detrás y el golpe no llegó.
—¡Jack, para! —Jessica lo agarraba con fuerza temiendo que Jack volviera a intentar dar otro puñetazo—. ¡Para, por favor!
Richard
no se había movido de donde estaba en ningún momento. En cierto modo,
disfrutaba con lo que estaba viendo, y eso a Jack lo consumía con una
rapidez feroz.
Pero,
en parte, ella tenía razón. Debía parar. Y lo más importante, debía
contarle la verdad a Jessica, por muy incapaz que se sintiera de
hacerlo. Cogió de la mano a Jessica y se acercó a su oído.
—Acompáñame, por favor. Creo que te debo una explicación.
***
«¿Debería acompañarle?», pensó Jessica. Se le quedó mirando a los ojos, indecisa. Después de lo que le había contado Richard y del
comportamiento de Jack, no sabía qué hacer, si volver a confiar en el
chico del cine o alejarse de él.
—Jessica, por favor...
Notó
un tono desconocido en su voz, un tono que nunca pensó que escucharía,
un tono que suplicaba, desesperado y frágil. Entonces se notó que a Jack
le temblaban las manos y se dio cuenta de que le brillaban los ojos de
una manera que no lo había hecho antes.
—Está bien, vamos.
Jack
se dirigió a su moto y antes de subirse miró a Jessica dubitativo, como
si pensara que fuera a huir. Jessica se sentó detrás de él después y lo
agarró con fuerza por la cintura. Esto, de cierto modo, lo reconfortó,
pues lo que tenía que hacer a continuación, en cuanto llegaran a su
casa, era algo más que revelar un secreto, era enfrentarse a un terrible
error del pasado que aún lo castigaba.
***
Doce meses antes…
Llevaban
dos horas tocando y cantando pero no le importaba. No quería parar.
Había conocido a Diana tres meses, en el mismo bar donde tocaba la
guitarra. Fue allí donde escuchó por primera vez esa hermosa voz.
Melodiosa, dulce y enérgica. Todo a su alrededor parecía congelarse
cuando la escuchaba cantar. Hace tres meses que la había conocido, y
hace dos empezaron a componer juntos canciones para presentarlas en el
Ryan’s.
Hacían
un equipo increíble. Más que eso. Jack sentía que tenían una conexión
más fuerte de la que se pudiera tener con ninguna otra persona. La
amaba. Por primera vez en su vida, amaba de verdad a alguien. En ningún
momento, ni siquiera cuando la tenía delante, podía quitarse de la
cabeza el brillo que irradiaba constantemente: el brillo de su pelo
castaño, el brillo de sus ojos a donde quiera que mirara, el brillo de
su sonrisa... Y lo mejor de todo era que ella también le quería. Se habían
besado el día anterior en el parque, cuando la convenció de que se
escapara de casa por la noche por unas horas. Ella le había confesado
que su mayor sueño en la vida era viajar por el mundo cantando de
escenario en escenario y él le había dicho que su deseo, aunque no en un
futuro, era tenerla a su lado fuera donde fuera. La noche había sido
fantástica. Pero esta vez, después de la sesión, tenía pensado algo
distinto, quería sorprenderla.
La
llevó a un polígono industrial abandonado donde se reunirían con los
viejos amigos de Jack. Le habían retado a una competición de derrapes,
como habían hecho cada año hasta ese día.
—Jack... —dijo Diana sosteniendo la puerta del coche que les habían dejado—. No creo que esta sea una buena idea...
—No te preocupes por nada, Di, te lo vas a pasar bien. Ya lo verás.
Diana se sentía muy insegura. Aquello no estaba bien. Una vocecilla en su interior le gritaba que no se subiera al coche.
—Pero, si ni siquiera tienes el carnet de conducir...
—Es verdad, no lo tengo. Pero no tienes por qué preocuparte por eso. Llevo varios años conduciendo coches en el taller de mi padre. —Al ver que lo la había convencido, le sonrió y dijo—: Tranquila, no dejaré que te pase nada malo.
Diana
al final cedió y se subió al coche. Se pusieron el cinturón y Jack
arrancó el coche. Ninguno de los dos se dio cuenta de que el cinturón
del copiloto no estaba bien abrochado. En los primeros derrapes Diana
agarraba con fuerza su asiento, y miraba con miedo por la ventana cómo
otros coches hacían lo mismo que ellos a una distancia no muy lejana.
Después, acostumbrada a aquella sensación “descontrol controlado”, se
relajó y comenzó a gritar, divertida, dejando que la adrenalina
recorriera su cuerpo.
—¿Te estás divirtiendo? —gritó Jack sin apartar la vista de la pista improvisada.
—¡Sí! —gritó ella, y ambos se rieron.
Jack
se sentía cada vez más motivado. Le encantaba ver a Diana así y cada
vez él quería más. Había llegado la hora de hacerlo, iba a
impresionarla. Cogió más velocidad que en las veces anteriores,
totalmente seguro de sí mismo y de que aquello le iba a encantar. El
coche se dirigía muy rápido en línea recta hacia el almacén que tenía
delante. Tenía que haber derrapado un momento antes pero quería llegar
al límite. La seguridad que Diana había conseguido hasta ese momento
menguó.
—Jack...
Él
no escuchaba, estaba convencido de que lo conseguiría. Los conductores
de los otros coches comenzaron a tocar la bocina y a gritarle, pero
tampoco les hizo caso.
—¡¡¡Jaaack!!!
Cuando
había llegado a ese límite, Jack pisó el pedal del freno y giró el
volante, pero no lo hizo lo suficientemente deprisa y éste se giró
noventa grados e impactó contra el almacén por el lado del copiloto. Un
gran estruendo dio paso a un doloroso silencio, y un doloroso silenció
se rompió con un grito desgarrador.
***
Jessica
se sentía conmocionada con aquella historia. Escuchó a Jack con los
ojos bien abiertos y se sorprendió con la manera de contarla: tan
sincera, tan sentimental...
Jack,
después de narrar el impacto, se calló bruscamente y miró hacia otro
lado. Su respiración era acelerada y sus músculos estaban tensos. Aun
así, Jessica no pudo reprimir la pregunta:
—Entonces, Diana está... ¿está muerta?
Se
arrepintió de haberlo dicho así, de haber sido tan brusca. Jack volvió a
girar la cabeza para mirarla y lo que ella descubrió fueron unos ojos
vidriosos, a punto de estallar en lágrimas.
—No... no lo sé...
—¿Cómo que no lo sabes?
—Ella... ella está... —Jack no podía decirlo y sin poder contenerese por más tiempo, empezó a llorar.
Jessica corrió a su lado y lo abrazó con fuerza. Se sentía fatal por
verlo llorar, por ver caer las lágrimas en la cara de aquel chico con
aspecto de duro e impenetrable. Notó como los pulmones de él se
inflaban.
—... está en coma.
Revista Cultura y Ocio
1ª CONTINUACIÓN DEL 11º CAPÍTULO DEL RETO, TEJIENDO UN CUENTO, POR JANIRE FERNÁNDEZ:
Publicado el 04 mayo 2015 por DulceSus últimos artículos
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