Hola
a tod@s! Aquí os traigo la primera contunuación que se ha hecho a la
historia que se puso en marcha en este nuevo reto, tejiendo un cuento.
Pueden ver el primer capítulo, o sea, el comienzo, en este enlace:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2015/03/nuevo-reto-tejiendo-un-cuento-2.html
Y
si esta continuación sale ganadora tras las votaciones, pasará a ser el
capítulo tres. Eso sí, antes de votar, deben de leerse y valorar, las dos
continuaciones que se han presentado.
Primero, os dejo la primera, luego en otro post, os pondré la segunda.
1ª Continuación by Jazmín Romero:
Capítulo Tres
Era noche de lunes, en tiempo de clases y a punto de llegar
a la época de exámenes, pero Richard vagaba en su moto por las calles de un
vecindario al azar. ¿Acaso lo iban a castigar cuando volviese a casa? Ojalá
alguien, al menos, notara el momento en que él fuese a pasar por la puerta. El
vivir solo con su hermano mayor Ryan era una ventaja a veces, más todavía si
éste trabajaba de noche en un bar. Pero no luego de días como aquél.
Saber que le esperaba una casa fría y a oscuras, que además debía
prepararse solo la cena y acostarse a mirar el techo de su habitación, sin que
nadie le preguntara si se encontraba bien, no era la mejor idea de libertad
adolescente. Así que se había desquitado conduciendo a gran velocidad por la autopista,
había pasado por el puerto y luego de vuelta al centro de la ciudad, por el
resto de aquella tarde. Ni siquiera se había acercado a su hogar para cambiar
su uniforme por algo más cómodo.
Primero se había puesto furioso. Ella le había parecido tan dulce, tan inocente… y al final era el
tipo de chica que se juntaba con sujetos como ese Jack. No pasaba de ser una
más del montón, que se impresionaba por niños con pinta de malos. Decidió
olvidarse de ella y hasta hubiese ido a buscar a Anna para terminar lo que ella
había empezado en el cine, de no ser porque su mente lo traicionó y lo llevó en
la dirección contraria.
Cuando se dio cuenta, estaba parado frente a la casa de
Jessica.
Miró la hora, eran casi las once. El vehículo de ella estaba
aparcado en la entrada, seguro no se había quedado con ese sujeto insoportable
hasta muy tarde. Jessie no era de las que se metía en problemas. Y precisamente
por eso le gustaba tanto. No sería tan simple dejarla de lado, pensó, tampoco
estaba dispuesto a hacerlo. Seguiría insistiendo y esperaría el momento oportuno
para volver a intentarlo con todo.
De pronto, una de las ventanas del piso superior de la casa
se encendió y, a través de las cortinas, pudo ver a alguien moviéndose de un
lado a otro. Su corazón dio un vuelco. Imaginó a Jessica saliendo de la ducha,
o en pleno proceso de ponerse un camisón pequeño… blanco… suave…
Tenía que huir de allí. Si llegaban a pescarlo en la acera,
aunque no pudiera ver nada de lo que ella estaba haciendo, iba a quedar como un
pervertido.
Aceleró y se perdió en la oscuridad, de camino a su casa
fría y su cena sin preparar.
***
La ventana de la habitación de arriba era la de Lucius, el
padre de Jessica. Un hombre alto y de contextura delgada, que le había heredado
a su hija los ojos de suave color miel. En una foto enmarcada, sobre la mesita
de noche, sonreía la madre de la muchacha, con una melena tan oscura como la de
ella y una expresión de felicidad que la inmortalizaba en los corazones de
todos.
—¡Te digo que había alguien en la acera, con su motocicleta
detenida y apenas encendí la luz salió huyendo!
La joven había entrado a la habitación con los ojos
entrecerrados y enfundada en un largo pijama desteñido. Había querido acostarse
temprano, pero el sueño no llegaba.
—Habrá sido tu imaginación, papá —lo tranquilizó, deseando
volver a la oscuridad de su cama con rapidez—. Seguro fue alguien que pasaba.
—Lo vi muy bien —insistió él—. Si hasta tenía el uniforme de
tu colegio. Y se detuvo un rato largo frente a la casa.
Aquello terminó de desperezarla.
—¿En serio? ¿Viste, por casualidad, cómo era?
—¡Lo sabía! Tienes una ligera idea de quién puede ser,
¿verdad? —gritó el hombre, pero de inmediato bajó la voz y adoptó un tono que
dejaba entrever toda su preocupación—. Jessie, no le prometí a tu madre que te
cuidaría para que termines así. Primero llegas tarde de una simple salida al
cine, luego regresas de clases con un sujeto extraño en una Harley y más tarde
te visita un pervertido de cabello rubio. ¿Qué está ocurriendo?
—Ni yo lo sé —confesó la muchacha, luego de una pausa
incómoda—. Lo siento. No volverá a ocurrir.
—También te escuché llorar anoche, pequeña.
—Oh, no. Eso fue…
—Sé que debo parecer entrometido, pero estas paredes son una
porquería. ¿Recuerdas que quedamos en que había dos clases de problemas?
Aquel trato lo habían hecho juntos, cuando regresaban de
despedir a la mujer que los observaba eternamente hermosa, desde el retrato en
la mesita. Era como un juramento sagrado, la fórmula que los protegería siempre
de la distancia que podía existir entre un padre y su hija adolescente.
—Sí, por un lado los que puedo resolver yo sola y por otro…
—…los que debes contarme a mí —completó él, en un esfuerzo
por reunir toda la comprensión del mundo—. ¿Tienes algo para decirme?
Jessie no era tonta. Sabía que aquel fin de semana había
roto algunas reglas. Estaba consciente de que había ido en contra del sentido
común en ese aseo de hombres, con aquel desconocido. Desconocido al que acababa
de aceptar como algo más que un amigo, esa misma tarde.
—No, papá. Es una simple salida al cine que terminó mal
—contestó, deseando convencerse a sí misma en el proceso—. Yo puedo con esto.
—Muy bien. Voy a estar observando, de todas formas. Ten
mucho cuidado, ¿sí?
Dicho esto, cada uno volvió a la comodidad de sus soledades,
en la oscuridad de la noche. Cuando Jessica cerró la puerta de su dormitorio,
sintió que no había sido del todo sincera. Aunque no llegaba a la gravedad de
un problema que debiera comentar, según el trato, le hubiera gustado hablarlo.
Extrañaba a su madre, por esa y por otras tantas razones.
Así que se sentó en su cama, se metió con cuidado bajo la
manta e hizo de cuenta que ella estaba allí también.
—Ah, lo siento, ma. Me metí en un problema —murmuró, con
cuidado de que las paredes no llevaran el diálogo imaginario a la habitación de
al lado—. Pero hay personas amables en este mundo también, ¿no es así? Dime que
no me equivoqué esta tarde.
***
A la mañana siguiente, cuando estaban por entrar a clases,
Jessie era asaltada por las preguntas de su amiga Emy.
—¿Qué? ¿Entonces estás saliendo con el tal Jack? ¿Qué va a
pasar con Richard ahora? ¿No era tu amor desde que entramos a este instituto?
—No sé. Empiezo a arrepentirme.
Y era cierto. Su ánimo comenzaba a enfriarse y ella volvía a
la dura realidad, en la que se veía cada vez más lejos de su objetivo original.
—¡Claro que deberías! ¡Es un total desconocido! —murmuró la
otra—. Por amor de… Mira, ¿qué les dirán a sus nietos cuando les pregunten cómo
se conocieron?
—¿Nietos? —se espantó—. Espera un poco.
—¡Y sus recuerdos más felices serán junto al papel
higiénico! ¡El día que pelees con él llorarás abrazada al retrete! ¡Celebrarán
su aniversario brindando frente al espejo!
Las exageraciones de su compañera no hicieron más que
provocarle risa. De verdad, ¡su nuevo romance había comenzado en un baño
público!
—¡Basta! —exclamó, a punto de ser vencida por las carcajadas
frente a las taquillas.
—Y, lo más importante. No sabes nada de él. —La broma había
llegado a su fin. Ambas tomaron sus libros y se quedaron pensativas en el
pasillo—. Todo por un brote de celos, cuando podrías haber tenido la única
posibilidad con Richard. ¿O es que no lo quieres tanto como creías? Si es así,
no te molestará que otra vaya por él, como la tal Anna.
La sola idea le puso a Jessica los pelos de punta.
—¿Qué? ¡No! Yo estoy… estaba enojada —reconoció, apenada por
la cantidad de detalles que comenzaban a caer por su propio peso a medida que
pasaban los días—. Y él hasta se acordó de mí para organizar una salida, lo
arruiné todo. Pero es que me sentí tan ridícula cuando apareció con esa
estirada… ¡Y lo del beso! ¿Qué pretendía hacer? ¡Realmente creí que estaba
burlándose de mí!
Iba y venía, de la pena al enojo. Y de éste, al entusiasmo.
De pronto verlo llegar al instituto, con su mochila vieja al hombro, su cabello
rubio ondulado y sus ojos chispeantes, era el mismo subidón de energía de siempre.
Se quedó embobada por unos segundos, los cuales aprovechó Emy para susurrarle
encima del hombro, como si fuera un angelito de su conciencia.
—¿Entonces por qué no vas y le preguntas?
***
Richard venía distraído, con mucho sueño y molesto. La cena
le había salido espantosa y el sistema de calefacción de la casa se había
estropeado, por lo que había dormido envuelto en mil y un mantas (las cuales
apestaban a polvo porque las había tenido que sacar del ático). Esa mañana,
apenas había podido levantarse a tiempo para llegar al toque de la campana. Y
debía evitar a la pesada de Anna, que desde lo del cine se había vuelto más
pegajosa que nunca. Así que no estaba teniendo un buen momento. Desde el fin de
semana, nada salía bien.
Refunfuñaba en su mente sobre eso, mientras luchaba con su
taquilla abarrotada de cosas, cuando sintió una vocecita a sus espaldas.
—Mi padre te envía saludos. Y dice que, para acosar a
alguien, primero hay que averiguar bien cuál es la ventana que se va a espiar.
Al escuchar eso, el sobresalto fue tal que casi se pilla el
dedo con la puerta del locker. Tuvo que hacer un esfuerzo por no delatar su
vergüenza de haber sido descubierto en algo que ni siquiera había hecho a
propósito.
—No sé de qué estás hablando —balbuceó con aparente frialdad,
mientras sostenía sus libros con el brazo contra el pecho. Como si necesitara
un escudo contra una espada invisible. O algo que escondiera lo que fuera que
provocaba en ese vacío que se extendía desde la boca de su estómago.
Jessica lo miró, divertida, y se dijo mentalmente que venía
bien. La táctica de comenzar con algo que lo tomara por sorpresa la dejaba a
ella con la ventaja. Ahora podría seguir con el discurso que se había repetido
a sí misma la noche anterior, una y otra vez. Podría resultar. Tal vez el
incidente del cine quedara en el olvido y ella tomara eso como una lección para
su corazón roto. No estaría Jack siempre para servirle de excusa, así que podía
comenzar en ese instante a superar a Richard, su gran amor platónico que
terminó en desastre sin siquiera comenzar.
—No te preocupes —continuó, segura de que estaba yendo por
buen camino—. Mira, vamos a hacer una tregua, creo que aquí hubo un
malentendido. Te agradezco por la invitación al cine, pero me temo que no nos
conocemos bien. No sé qué idea tienes de tus amigas, y te agradezco por
considerarme como para llevarme a tu salida, pero no soy como Anna y esas otras
chicas que seguro aceptan esos intercambios de pareja.
El chico olvidó la campana, las clases, los libros y al
resto de los que pasaban a su lado para no llegar tarde. ¿Intercambios de
pareja? Aquello estaba perdiendo toda lógica.
—¿Cómo? ¿Qué intercambios?
—Lamento haberme ofendido así, cuando fuiste tan amable de
llevarme al cine y todo eso —siguió ella, ya sin ser capaz de detenerse. Estaba
en piloto automático—. Tendría que haberte informado de antemano que, si estabas
acostumbrado a que tus amiguitas te diesen besos y otras cosas, conmigo no sería así.
—¿Eh?
—Igual, me caes bien —aclaró, para luego tomar aire y extender
su mano derecha—. Si aceptas mi amistad “a la antigua”, te la ofrezco. ¿Qué te
parece?
Ahora él solo debía tomar su mano. Jessica aguardó, con el
brazo en el aire, mientras rogaba que los nervios no la delataran quebrando su
voz, o haciéndole fallar las rodillas en pleno pasillo. El discurso hubiera
sido un poco más largo, pero considerando que estaban a punto de perder una
clase y ya se habían quedado solos en el corredor, la idea principal había sido
transmitida.
Tenía que felicitarse por las palabras que había reunido en
solo una noche de dar vueltas y vueltas en su cama. Su madre la estaría viendo
desde arriba, felicitándola por dar una imagen tan madura y tranquila de sí
misma. Por otro lado, tal vez su primer amor no estaba terminando de manera tan
desastrosa.
Lo que pasó por la mente de Richard, en cambio, fue el
equivalente a una erupción volcánica. Las malditas consecuencias de aquella
pésima salida al cine seguían apareciendo. Y aquella mano, extendida frente a
él, significaba lo opuesto a lo que había querido lograr desde hacía tiempo con
esa chica tan testaruda. Observarla de lejos no había sido suficiente. Tenerla
cerca, como amiga, y para colmo con el tal Jack revoloteando a su alrededor
como insecto, sería el final de su cordura.
Ese sería su desafío personal desde entonces. Suyo y de su
orgullo, que a partir de ese instante tomó las riendas sin siquiera preguntar.
Así, su orgullo levantó el mentón, sonrió con tranquilidad y venció los
centímetros que lo separaban de aquella mano, sin tomarla.
—Creo que me parece poco —declaró, con una claridad envidiable—.
No estoy interesado en ninguna clase de amistad contigo. Ni de la convencional,
a la antigua o como se llame, ni de la que sea que estés inventando en esa
cabecita.
—¿Esta cabecita? —reaccionó la muchacha, fuera de sí—. ¿Cómo
te atreves? ¡Trato de arreglar las cosas y…!
—Y la que malinterpretó todo fuiste tú. Pero eso ya no
importa —siguió el orgullo, que para esas alturas ya había dominado por
completo el cuerpo del joven, y acercó su rostro al de la chica para dar el
golpe de gracia—. Porque no voy a parar hasta que seas mía.
En eso, un profesor apareció y comenzó a regañarlos en una
voz que a ambos se les hizo muy distante. Richard sintió el hormigueo de la
victoria por haber logrado decir esas palabras de una buena vez, después de
tanto tiempo. Asombrado de lo que había logrado, a pesar de los medios, se
alejó con una ancha sonrisa hacia las aulas.
Jessica fue alcanzada por el profesor, pero se quedó con la
mano en el aire y la vista clavada en la espalda del rubio que se alejaba.
Estaba boquiabierta. ¿Qué acababa de ocurrir?
Revista Cultura y Ocio
1ª CONTINUACIÓN DEL 3º CAPÍTULO DEL RETO, TEJIENDO UN CUENTO, POR JAZMIN ROMERO:
Publicado el 08 abril 2015 por DulceSus últimos artículos
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