Revista Cine

2001, la armonía celestial de Kubrick

Por Javier Parra González @xavipargon

2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO (Stanley Kubrick, 1968)

2001, la armonía celestial de Kubrick
Cuando un genio del cine crea una obra de tal magnitud, el espectador no puede hacer otra cosa que halagar el producto como la maravilla que es. Cuando el producto del genio está basado a su vez en la obra de otro genio, la maravilla de la obra hace que asuma la categoría de obra maestra del cine. Así pues cabe decir que debemos 2001: Una odisea del espacio no únicamente a Kubrick, sino al novelista de ciencia-ficción Arthur C. Clarke, de cuya imaginativa mente creadora de clásicos de la novela de ciencia-ficción como Las arenas de Marte (1951), Regreso a Titán (1975) o El martillo de Dios (1993) también surgió la tetralogía Odisea (1968, 1982,1987, 1996), cuya primera parte está basada a su vez en el relato corto El Centinela (1948) del propio Clarke, a quien Kubrick animó para realizar la epopeya fantástica en que se convertiría, traspasando las fronteras del cine de ciencia-ficción y pasar a ser todo un referente para el mismo.
Dividido en cuatro capítulos, el film da rienda suelta del alarde creativo de su director, quien a través de todos sus fotogramas que supuran belleza y armonía acompañados de una banda sonora que eriza el vello gracias a sus sinfonías clásicas, a lo largo del metraje somos testigos de cómo un ente cósmico representado en forma de monolito ortoédrico, está presente a lo largo de la historia del ser humano para así poder constatar su evolución con la finalidad de poder mantener un posible contacto cuando este haya adquirido su más plena capacidad evolutiva. Adquirida la noción de que existe vida extraterrestre más allá de la Tierra, el Discovery 1 es enviado a Júpiter con el fin de establecer este primer contacto. Controlada por HAL 9000, un ordenador creado con la más absoluta nueva tecnología y capaz de tomar decisiones por sí mismo, la nave atraviesa el espacio a través de una toda una odisea espacial donde los límites de la inteligencia artificial se verán sobrepasados y HAL tomará el control de la nave, suponiendo el tercer y último elemento que triangula la base filosófica en que puede asentarse la trama, un triángulo formado por el saber humano, la inteligencia artificial y la cósmico-divina.
Esta barrera, la que separa lo cósmico de lo divino, se ve claramente difuminada en un desenlace realizado con la finalidad de ser origen de elucubraciones acerca de todo tipo de teorías y, como ya afirmó su director en su momento, quedaba a libre elección de entendimiento para cada espectador. Ello es un aspecto más a su favor para llegar a entender 2001: Una odisea del espacio como la obra maestra del cine que es sin ningún tipo de rubor ni la más absoluta duda.
Lo mejor: el primer capítulo llamado El amanecer del hombre, toda una declaración de intenciones; HAL 9000 y la exquisita fotografía.
Lo peor: que HAL 9000 no tenga más protagonismo.

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