Revista Cultura y Ocio

2001: Odisea en el espacio | Freddy Avilés

Publicado el 06 abril 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Freddy Avilés

(Publicado originalmente en diario El Universo, Guayaquil, el 7 de abril de 2013)

2001: Odisea en el espacio | Freddy Avilés

Stanley Kubrick dirigiendo “2001: Odisea del espacio” (tomado de: http://variety.com/2016/film/news/stanley-kubrick-birthday-2001-a-space-odyssey-1201822511/)

“Me emocioné profundamente cuando vi la película… desde hacía mucho tiempo no había apreciado nada comparable a ella”. Se trata de 2001: Odisea del espacio, y el que pronunció la frase fue el japonés Yasunari Kawabata, Premio Nobel de Literatura en 1968. La cinta se estrenó ese año, el 6 de abril. Y a 45 años de su debut, está considerada un clásico.

A lo largo de los años, la crítica le ha dado innumerables calificativos: obra maestra, filme de contenido filosófico. La película del realizador estadounidense Stanley Kubrick ha marcado un antes y después en la historia del cine. Es, según los expertos, la que le concedió madurez al género de la ciencia ficción.

Basada en el relato El Centinela, del escritor Arthur Clarke, quien colaboraría en la elaboración del guion junto con Kubrick, 2001: Odisea del espacio es una obra que plasma de forma magistral la dualidad del espacio y el tiempo, la posibilidad de la existencia de vida inteligente en otras fronteras del espacio exterior y, por sobre todas las cosas, brinda la oportunidad de visualizar el lugar que el ser humano ocupa en el universo.

Con interrogantes como ¿de dónde venimos?, ¿pueden la inteligencia artificial y las máquinas rebelarse un día contra el hombre?, todos planteamientos de carácter filosófico, solo un cineasta como Kubrick pudo llevar adelante un proyecto tan ambicioso, pues a la época (finales de la década del 60), el director neoyorquino había logrado la independencia creativa en todos sus proyectos, así que puso manos a la obra.

Fue el propio Kubrick quien explicó qué buscaba al hacer este filme: “Intenté crear una experiencia visual, que evitara el encasillamiento en las palabras y penetrara directamente en el subconsciente, con un contenido emocional y filosófico’’. Está estructurado en cuatro episodios autónomos, que son: ‘El amanecer del hombre’, ‘La conquista del espacio’, ‘Misión a Júpiter’ y ‘Júpiter y más allá del infinito’.

Los efectos especiales estuvieron a cargo del mismo Kubrick y de Douglas Troumbull y lograron llevarse el Oscar en esa categoría. Después de 2001: Odisea del espacio los efectos especiales darían un salto espectacular.

El primer episodio, en el que se presenta a una manada de monos en el desierto, está rodado enteramente en estudios.

Lo que se hizo fue colocar proyecciones de fotografías de desiertos en 16 mm en una pantalla especial. Es en esta escena donde se aprecia a uno de los monos lanzar un hueso al aire, dando lugar a una elipsis que transforma el hueso en una enorme nave espacial, sintetizando en segundos casi cuatro millones de años de historia humana.

Las imágenes de las naves, todas maquetas a escala, son filmadas al ritmo del Danubio azul de Strauss, escena que ha sido imitada y homenajeada en cómics y dibujos animados como los Simpsons o Futurama.

Ya Kubrick había hecho algo parecido en la cinta Teléfono rojo, cuando la cámara se movía siguiendo el detalle de los aviones bombarderos. Al visualizar los modelos de las naves y estaciones espaciales se puede constatar la capacidad anticipatoria de la película.

Kubrick quería que todo lo que apareciera en el largometraje tendiera a parecer adelantado en el tiempo, pero con mucha similitud en su presente.

Sus investigaciones sobre física y tecnología estuvieron ajustadas y basadas en posibilidades científicas reales, y en eso se adelantó al tratar el tema de la inteligencia artificial y la posibilidad de la existencia de una relación estrecha entre hombre y máquina.

El supercomputador Hal 9000 es uno de los elementos más recordados de 2001. La computadora perfecta, que al volverse loca asesina a casi todos los miembros de la tripulación. Aún hoy sigue inquietando esa lucecita roja que todo lo observa y todo lo domina, acompañada de la voz de Douglas Rain.

Mención aparte merece la música. Para Kubrick la banda sonora tenía que ocupar un lugar especial en el desarrollo de la cinta. Su presencia tenía que ser tan preponderante que esta tendría que ser una protagonista más. Él se encargó de hacer la selección de los temas. Escogió, a más del Danubio azul, de Johann Strauss, la composición Así hablaba Zaratustra de Richard Strauss y la vanguardista música del compositor húngaro György Ligeti, cuyos temas acompañan escenas clave de la cinta, en especial la del viaje del astronauta Bowman en la puerta estelar y la aparición del monolito.

El director Tony Palmer, después de admirar 2001, afirmaría que la historia del cine se divide en dos: antes y después de Stanley Kubrick, sobre todo en el uso de la música. Antes era un elemento suplementario que servía para acompañar ciertas escenas. Kubrick demuestra que es parte esencial de la trama. En la fecha de su estreno, 2001: Odisea del espacio tuvo opiniones divididas. Unos la consideraron una maravilla. Otros la denostaron por ser demasiado pretenciosa y densa. Arthur Clarke daría la respuesta sobre cómo entender esta cinta: “La gente debe interpretar el filme según su propia filosofía y nada más”. Cuarenta y cinco años después, esta película sigue estremeciendo.


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