Por favor, saquen ustedes los pétalos de rosa y hagan sonar sus trompetas porque entra por la puerta el siempre genial Anro.
Si hay una persona entrañable y genial en este mundo bloguero, ese es sin duda él, que además de tendernos siempre la mano y darnos grandes y reconfortantes abrazos de amistad sincera, nos deleita con su estupendísismo y más que recomendable blog "Las puertas de Babilonia", donde se dan cita las antigüas y nuevas estrellas del celuloide y donde a través de sus vivencias personales y emocionales, se convierte en el nuevo Kenneth Anger español y hace arder los cimientos de Hollywood Babilonia.
Sin más dilación, disfruten de este viaje interplanetario a los albores de la humanidad...
VINIERON DESDE JUPITER
El dueño de este blog me hizo una invitación para comentar la película que hubiera marcado un momento determinado de mi vida, bien en la niñez o en la juventud.
Yo le respondí que esa petición podría ser peligrosa para la sensibilidad de los lectores más jóvenes. Imagínense ustedes que me enfrascara en la tarea de comentar la primera película que recuerdo haber visto. Tendría que remontarme a muchas décadas antes, porque esa peli fue ni más ni menos que “La Reina de Cobra”, a la que me llevó mi hermano cuando servidor de ustedes contaba solamente cuatro añitos. Sin comentarios.
En fin, he decidido que el pleistoceno cinematográfico no es demasiado atractivo y he decidido comentar otra peli mucho más cercana que es muy válida para mí, no solo por sus indiscutibles valores sino porque tuvo el prólogo de un suceso un tanto traumático, que afortunadamente y gracias a San Kubrick se resolvió felizmente.
Hubo un tiempo, que formar cola para entrar en un cine de la Gran Vía Madrileña podía convertirse en una estampida sobretodo si eras portador de barba y cabellos largos. Los grises tenían especial predilección por esta especie humana. El que subscribe compartía pensión con un trío de amigos, estudiantes de la Complutense. También compartíamos un gusto común por el buen cine y la buena música. Uno de ellos nos transmitía su desmedido entusiasmo por los melenudos de Liverpool. No se perdía absolutamente ninguno de sus singles o Lps que salían al mercado.
Corría un sábado de noviembre y el hombre había salido para comprar “Hey Jude”. Quedamos en que esperaríamos a las puertas del cine a las diez de la noche para ver “2001 una odisea del espacio”. Llegada la hora nuestro amigo no apareció. Naturalmente no entramos a la función y quedamos más que preocupados porque tras más de una hora de espera el hombre no se presentó.
Volvimos a la pensión más que inquietos. Conocíamos los coqueteos de nuestro amigo con Comisiones Obreras y temíamos que se había metido en algún lío de cuidado. Toda aquella noche del sábado estuvimos prácticamente velando para levantarnos tal que oyéramos la puerta. Nada la noche pasó dejándonos en la zozobra y la intranquilidad.
A mediamañana del domingo cuando apenas nos desperezàbamos tras una noche de insomnio oimos abrirse la cerradura. Allí teníamos a nuestro amigo. En un estado completamente lamentable y un ojo contusionado. Se había visto envuelto en una refriega casual y los grises lo habían detenido. Había pasado la noche en la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. El disco de los Beatles le fué requisado.
Naturalmente aquel domingo pudimos ver “2001” y gozamos de ella. Hoy al cabo de muchos años, esta peli de Kubrick sigue pareciéndome una de las obras cinematográficas más perfectas de su filmografía y un hito en la historia del cine.
THE DAWN OF MAN
“2001” comienza de una manera insólita. Durante casi dos minutos y medio el espectador solo ve una pantalla negra al tiempo que suenan los compases de “Atmospheres” de Ligett. Se diría que estamos siendo testigos de una tremenda gestación (hay muchas refrencias al nacimiento a lo largo del film), dentro de un vientre infinito. Son momentos vibrantes y misteriosos en mitad de un desconcierto de tinieblas.
Tras esa tensa espera, la pantalla se abre poco a poco. Son ahora los compases de “Also Asprach Zaratustra”. Vemos en primer plano la Luna, a continuación la Tierra y al final el Sol coronando el conjunto, en plena alineación con los otros cuerpos celestes.
Este sorprendente principio, acompañado de la música straussana sorprendió a muchos críticos. El score original era lo natural en este tipo de producciones, pero Kubrick había rechazado nada menos que el score compuesto por Alex North, notabiísimo autor entre cuyas obras sobresale la música para la Cleopatra de Mankiewick. De aquellos 45 minutos compuestos por el maestro North hoy solo pueden escucharse en un legendario Cd grabado por la National Philarmonic Orchestra dirigida por otro gigante musical de Hollywood, Jerry Goldsmith.
“Dawn of man” es el primero de los segmentos en los que está dividido el film. Vemos imágenes desoladas de paisajes rojizos. Todo es silencio. Es la primera hora de la mañana. Un nuevo día igual que otros muchos. La cámara rastrea el paraje sembrado de esqueletos de simios y tapires. Un grupo de homínidos busca su alimento diario en las raices y en los pocos vegetales de la planicie (todas estas secuencias están rodadas en estudio). Los simios conviven más o menos plácidamente con un grupo de pacíficos tapires que buscan el alimento de la misma forma que aquellos. Ambas especies tienen como enemigo común a un poderoso felino carnívoro, que siembra la destrucción y el temor entre ellos.
También hay otra tribu de homínidos más belicosos que despliegan violencia y agresividad hacia estos hermanos más pacíficos y débiles, sobre todo cuando se acercan a la charca de agua donde todos acuden a beber.
Cuando termina ese primer día, los simios pacíficos, amedrentados por sus congéneres corren a refugiarse a los salientes cavernosos de unas rocas cercanas. La cámara se acerca a la cara de uno de ellos (será el primero en tocar el monolito). Hay algo especial en su mirada, tal vez un primitivo destello de inteligencia.
Cuando se inicia el día segundo, uno de los simios se percata de que algo ha cambiado. Sus sentidos huelen algo especial, extraño. Agistado despierta a todos sus hermanos con gritos y ademanes. Inmediatamente vemos el extraño monolito en mitad de la ciénaga, alto, negro y rectangular. Oimos un sonido inquietante, como una vibración misteriosa. La estructura contrasta con el resto del entorno. Los simios temen acercarse demasiado, pero poco a poco lo itentan. Uno de ellos (aquel que ya conocemos) se acerca y lo toca. Este contacto es reverencial, casi un acto de adoración. La fuerza de las vibraciones magnéticas son traspasadas y en prueba de ello el sol sobresale por encima del extraño objeto.
El nuevo jefe de la manada, aquel que ha tocado el objeto, merodea por el entorno. Hay un esqueleto de tapir. Un fémur de este animal capta la atención del simio. Lo coge y ve que se adapta a su mano perfectamente. Lo bambolea de un lado a otro con soltura. Impulsa el hueso contra el esqueleto. Poco a poco se da cuenta de que a mayor fuerza puede destrozar más. El último impulso machaca el cráneo.
Cuando se abre el tercer día, los anteriormente amedrentados simios portando las nuevas armas pasan a ser los retadores belicosos de la otra tribu. En ese momento se produce la primera matanza entre hermanos. El fémur arrojado al cielo en señal de victoria nos introduce en la elipsis más compleja de la historia del cine, convirtiendo aquella primera arma humana en una nave espacial pilotada por humanos cuatro millones de años despues.
Estamos en el año 2000, imaginado en el 68 por Kúbrick. Continua la “guerra fría” entre los dos bloques: el occidental y el soviético.
El tremendo impacto visual y sonoro que abre la segunda parte de “El amanecer del hombre” el director nos muestra el gigantesco cilindro rotando a los acordes del “Danubio Azul” y la nave espacial de la Pan Am dirigiéndose al hangar de la Plataforma Espacial. Esto es una metáfora visual de una copulación a la que Kúbrick, deliberadamente, imprime un ritme lento, cadencioso, como si se tratase de una ceremonia ritual.
Algúncrítico ha apuntado un complicado trazado entre el Práter de Viena, la pieza de Johan Strauss y la significación que tuvo esta ciudad en la transformación de la Vieja Europa tras la Primera Guerra Mundial, en paralelo ese momento crucial que veremos más tarde. Una Tierra en crisis, como sucedió entonces.
Durante los 24 minutos y 42 segundos de metraje no se ha pronunciado palabra alguna. Las primera palabras se pronuncia cuando la recepcionista del Hotel Orbiter Hilton da la bienvenida al Doctor Floyd.
A lo largo de todas las escenas filmadas en la Estación Orbital, Kubrick nos muestra el entorno cotidiano de los humanos del siglo XXI: Videoteléfonos espaciales , muebles de líneas sencillas en ambientes asépticos, alimentos sintéticos. Todo es perfecto…excepto las relaciones entre bloques que continuan siendo tensas y falsas.
El Dr. Floyd (norteamericano) se reune con la doctora Elena y sus amigos (soviéticos). En este encuentro hay saludos cariñosos y evocación de recuerdos agradables. La conversación transcurre plácida hasta que uno de los contertulios soviéticos pregunta al Dr. Floyd sobre la presunta epidemia que se ha propagado en Clavius, la base americana en la Luna. La forma en que el soviético formula la pregunta es capciosa. En el fondo todos creen que la epidemia es un rumor falso propalado por los americanos que tras ello se esconde algo mucho más grave. El Dr. Floyd rehúsa dar una respuesta y se limita a decir que no está autorizado para hablar del asunto. La charla se vuelve turbia desde ese momento. Cuando el Dr. Floyd se levanta para despedirse, la atmósfera amistosa se ha desvanecido por completo y solo aciertan a decirse un torpe adios.
Naturalmente la misión del Dr. Floyd es viajar hasta Clavius para ver el extraño monolito que ha sido desenterrade de un cráter.
Kubrick nos vuelve a mostrar otra metáfora visual. Es el alunizaje de la nave esférica Aries, dode viajan los astronautas a Clavius. En esta ocasión Aries es como un gigantesco óvulo que se asienta en el vientre lunar, listo para ser fecundado.
El espacio donde se eleva el segundo monolito es como el descenso a una tumba faraónica. Los astronautas se dirigen allí en busca de una respuesta. Suena una especie de himno misterioso al tiempo que el Dr. Floyd , al igual que su antepasado simio, se acerca al monolito en forma reverencial.
El fotógrafo de la expedición que no capta la solemnidad del momento quiere aprovechar la fama que le puede reportar la instantánea. Agrupa a la expedición en torno al monolito y se dispone a disparar la máquina cuando en ese momento emerge un rayo de sol desde la cima del objeto. Acaba en ese momento la noche lunar de catorce días. Se produce una radiación magnética que penetra en los cascos de todos los presentes en forma de un chirrido ensordecedor.
Se ha producido la alerta de la civilización alienígena. En ese momento se estádando otro paso adelante en la inteligencia humana.
LUX AETERNA
Las primeras imágenes de “Misión a Júpiter: 18 meses despues” nos muestran en distintas tomas, todas de un prodigio verista, la hermosura de diseño de la nave Discovery. Su deslizamiento por el espacio es perfecto y preciso. Sus formas circulares y lineales nos remiten al primer huso lanzado al especio. Sin embargo en esta nave no hay rotación sino movimiento rectilíne, directo. Pero cuando la cámara penetra en la nave el movimiento, humano en este caso, es circular. Vemos al Dr. Frank Poole (Gary Lockwood) haciendo jogging en la estructura redonda de la nave. Kubrick vuelve a recrearse en este otro movimiento con la monótona perfección de un arpegio musical. No en vano emplea para esta escena la belleza armónica de la Suite Gayana de Khatchaturian.
Muy pronto sabemos que la tripulación del Discovery está compuesta por el comandante David Bowman (Keis Dullea), el oficial Frank Poole (Gary Lkood) y otros tres astronautas más que permanecen en hibernación. Pero hay otro personaje, verdadero y unico controlador de la nave: El Computador Hal 9000, cuyo ojo rojo, fijo e inquietante es omnipresente en todos los lugares de la nave.
Esta presentcia mecánica eshala un poder de acción que contrasta con la aparente laxitud y relajo de los dos astronautas.
Cuando oímos por primera vez la voz de hal (Douglas Rain en la VO y Felipe Peña, expléndido en la versión española) con matices aparentemente fríos, percibimos una nota de suficiencia con la que trata de colocarse a un nivel superior al de sus compañeros humanos.
Este aspecto se refleja en la conversación que Hal sostiene con Mr. Amer en una entrevista para la cadena de TV BBC.
El entrevistador le pregunta; “Hal, con todo tu tremendo intelecto ¿no te frustra tu dependencia de las personas para llevar a cabo determinadas acciones?” . Hall le contesta: “En absoluta. Gozo trabajando con las personas. Tengo una estimulante relacion con el Dr. Poole y el Dr. Bowman”
A lo largo de todas las escenas donde se muestra la convivencia de Dave y Bowman con Hal hay un contraste entre la actitud “fría” y “mecánica” de losdoctores (progresiva, como veremos más adelante) y la cada vez más “humana” (regresiva, como tambien veremos) de Hal.
En la preparaciòn de la película se pensó dar a la computadora una personalidad femenina y ponerle el nombre de Athena. Fue un acierto desechar esa idea porque la escalada emocional de la máquina hubiese sido menos sutil.
El punto en el que salta la chispa de desconfianza entre Dave y Hal tiene lugar cuando aquel está haciendo unos diseños a lápiz de los doctores hibernados. Hal observa cómo Bowman dibuja. Desde dentro del ojo vemos la imagen del astronauta. Hal le pregunta a Dave que le aproxime los bocetos para dar su opinión acerca de ellos. Esto es uhna mera excusa para hablar de otro tema mucho más serio: “Por cieto, Doctor, puedo hacerle una pregunta particular?....quizá no hago sino expresar mis propias preocupaciones. . Nunca me he liberado completamente de la sospecha de que hay algunas cosas muy extrañas en esta misión. Estoy seguro de que usted convendrá que hay algo de verdad en lo que digo”
Dave contesta imperturbable: “No se, es una pregunta difícil de contestar”.
Como Hal sigue especulando Dave le corta de forma drástica. Hal sabiendo que ha ido demasiado lejos contesta: “Claro que sí. Lo siento. Ya se que es una tontería…un momento, acabo de notar un fallo en la unidad AE35. Dentro de 72 horas el aparato quedará inútil."
En los siguientes cuarenta y cinco minutos asistimos a una apasionante lucha entre la máquina y el hombre.
Cuando Dave y Frank se dan cuenta de los planes de la máquina deciden parlamentar la cuestión de la que ya están más que seguros. El fallo, consciente o inconsciente de la máquina es un hecho. Ambos se refugian en una de las esferas a las que previamente le han desconectado el sonido. Pero Hal, en una de las escenas más inquietantes del film, observa con su impasible y roja mirada los labios de los astronautas, leyendo en ellos los planes de su próxima desconexión.
El crimen de Frank realizado por Hal es silencioso y frío. Hal ha cortado su “cordón umbilical” abandonándolo en el espacio. Las próximas víctimas de la máquina seran los doctores hibernados. Tras esa masacre y con Dave en el exterior tratando de rescatar el cuerpo de Frank, Hal parece ser el dueño absoluto de la nave de la misión. Su ojo, antes inquieto, refleja ahora la seguridad. La máquina ha previsto todos los puntos, menos la capacidad de improvisación del ser humano. Dave consigue lo imposible. Penetrar de nuevo en la nave. La misma decisión que Hal había mostrado a la hora de eliminar a sus competidores que se oponían a sus planes es la misma que Dave va a emplear para eliminar a la máquina.
Ante su inminente desconexión Hal se muestra conciliador: “¿Qué está usted haciendo Dave?....Dave, creo que tengo derecho a que conteste a mi pregunta…ya se que no me he portado del todo bien pero ahora puedo asegurarle con absoluta certeza de que todo irá bien”
Dave sigue implacable con la desconexión. La máquina va perdiendo el hilo de su voz y cada vez su jerga se hace más incoherente….”Me pusieron en funcionamiento en la fábrica HM de Sylvana, Illinois, el doce de enero de mil novecientos noventa y dos…mi instructor fue el Sr. Lang…me enseñó una canción…si usted quisiera podría cantársela”
Dave habla por primera vez durante este suceso “Me gustaría oirla. ¡Cántala!”. Parece estar concediéndole la última voluntad.
Hal canta su despedida hasta apagarse completamente.
En ese mismo instante la nave entra en el espacio de Júpiter. Un monitor de TV se enciende automáticamente y aparece el Drl Floyd revelando la verdadera misión de la expedición a Júpiter.
Ante Dave está el reto del misterio. Precisamente en esos momentos vemos al monolito flotando en la atmósfera de Júpiter.
Aquí llegamos al epílogo de este film asombroso.
Con el polémico y surrealista tramo final de 2001 se han desatado mil y una discusiones. Se ha hablado de teología barata cuando nada había más lejos de la intención de Kúbrick. “Beyond the infinite” es ni más ni menos que el parto y gestación de una nueva humanidad.
La larga escena en la que se alterna el rostro de Dave encerrado en la máscara espacial con luces de galaxias y mundos cromáticos es el paso desde el útero hacia un nuevo nacimiento.
La presencia extraterrestre en el dormitorio barroco ha decidido que el último superviviente de la expedición vuelva a nacer. El va a ser el punto de fuga de una nueva humanidad que, conociendo el destino de su existencia, se eleve por encima de su anteriores falos y camine hace el verdadero conocimiento universal.