Necesitamos voces que ocupen los espacios de silencio. Porque vivimos en un silencio atronador, en el que los discursos de quienes supuestamente nos representan solo representan enormes vacíos. Vacíos de significantes y de contenidos, que llaman a la aceptación ciega de la inevitabilidad del “no se puede hacer otra cosa”, mientras “la oposición” es llevada a cabo por los mismos (Rubalcaba, Chacón…) que habían puesto en marcha los mismos mecanismos que el gobierno actual profundiza.
En realidad es un silencio donde nadie dice nada, pero no un silencio “preñado”, al estilo zapatista, pleno de significado en sí mismo como generador de mensaje político. Es un silencio oscuro que cierra las puertas a la palabra de la gente, de la calle, del pueblo soberano.
Un silencio que niega el mensaje de ida y vuelta para generar el bombardeo mediático de la sumisión crítica al poder de los medios de comunicación, que se convierten de hecho en el propio poder, mientras (por definición) deberían dedicarse a denunciar los abusos del poder y a protegernos de él. Por el contrario, se convierten en correa de transmisión de los mecanismos más perversos del sistema bipartidista, fuera de cuyos intereses no hay voz.
Un silencio que, pese a todo, alcanza las redes sociales, que en última instancia no son más que un lugar de corroboración del mensaje propio. Me explico: mis “amigos y amigas” de facebook piensan muy similar a mí, con lo que mi mensaje será de su agrado habitualmente, pero no tendré un canal para llegar a otro tipo de personas que piensen de otra forma a fin de intentar que puedan pensar las ideas, la ideología subyacente. Y eso sin hablar del “ruido” de la red. Y entonces: ¿cómo cambiar algo? ¿cómo hacernos oír? ¿cómo ocupar los espacios de silencio?
Caminos hay, y remiten al empoderamiento de la gente normal, a la ocupación de los espacios de resistencia, a la recuperación de la política (de lo público, lo de todos) frente a su sumisión a los mercados… y en definitiva, de obligar a los gobernantes a que sean sirvientes, y no mandatarios, de la ciudadanía. Esto es, el “mandar obedeciendo” zapatista, imprescindible para poder hablar de democracia. Y a ocupar los espacios de silencio.Y como la clase política no quiere eso, pues perdería sus privilegios, prefiere convertir el Estado en un lacayo de los mercados, a cuyo beneficio legisla y ejerce la labor represiva, llevando a la eliminación constante de cualquier referencia real a lo que debe ser una democracia y un estado social que garantice los derechos de los ciudadanos.
Tratemos, pues, de ocupar los espacios de silencio, empezando por el día 14. Sabemos que el camino es duro, y que cada paso cuesta mucho. Pero así tendrá más valor. Rompamos el silencio y tratemos de que la voz sea fuerte uniendo muchas voces pequeñas. Recuperemos la democracia. Recuperemos la política. Ocupemos los espacios de silencio.