Como ya saben ustedes, la Unión Europea ha declarado 2010 "año de la pobreza y de la exclusión social".
Pero a mí, no les oculto, me quedan dudas de cuáles serán las medidas que van a tomar para que esta declaración deje de ser una mera declaración y se convierta en un instrumento veraz y eficaz contra la pobreza. Visto la poca confianza que me va quedando en las instituciones políticas europeas, mucho me temo que, efectivamente, sea tan solo una declaración de intenciones.
Este temor se ha acrecentado al leer un interesante artículo de Ignacio Ramonet, "La cuestión social", en el que muestra su profunda preocupación por el fuerte incremento del número de pobres en la Europa de los veinteisiete: 85 millones de pobres.
El desempleo en Europa es feroz. Actualmente 23 millones de parados, 5 millones más que hace tan solo un año. España a la cabeza europea del paro juvenil, con el 44,5%, mientras la media europea se situa en el 20%.
Como bien señala el autor, todo ello se traduce en una profunda desafección de la ciudadanía a la oferta política: más abstención, más voto en blanco, más desesperación.
Mientras estas cifras sobre la destrucción de empleo nos deja anodados, hay otras que nos producen rebeldía, indignación y vergüenza. El propio Ramonet señala que en el 2009 los beneficios de los 10 principales bancos europeos superaron los 50.000 millones de euros. Los bancos centrales prestaron, con intereses irrisorios, mucho dinero a la banca privada que utilizó ese dinero barato para prestar a su vez, con tipos mucho más elevados, a familias y empresas, e incluso al propio Estado, ganando con estas operaciones auténticas millonadas.
Millonadas de la sinrazón, de la desvergüenza.
En España los ciudadanos cada vez ponen más en duda la eficiencia de los políticos que les representan. Unos, el gobierno, quizás por no llevar a cabo actuaciones rápidas y eficaces contra la crisis y hallarse en un espacio confuso, debil y tardío. Otros, los populares, por hallarse inmersos en una importante involución democrática, asolados, sin lugar a dudas, por gravísimos casos de corrupción.
¿Será verdad lo que señala Ramonet que los conceptos de solidaridad y de justicia social están desapareciendo de la Europa que representaba el estado del bienestar? ¿Será verdad que el capitalismo salvaje ha destruido el contrato social sin remisión?
Estoy muy preocupada. Sí.