Revista Diario
Siempre digo que no me gusta generalizar, ni los típicos tópicos… pero a veces casi tienes que dar la razón. Me explico. Nunca he creído en lo del “típico funcionario que no hace nada y siempre está desayunando” o “el típico funcionario que no sabe nada o se lava las manos”. Creo que este tipo de “trabajador” está tanto en el sistema público como en el privado. Así que quiero pensar que lo que me ha pasado esta semana ha sido mala suerte.El martes fui a arreglar unos papeles en referencia a un ERE. Pues bien, me encontré a una funcionaria que sólo sabía combinar los monosílabos “sí, no” con la frase “no lo sé”. Claro, en vistas a esto, como tus preguntas se quedan sin respuestas y eres una persona muy positiva y aún tienes tiempo de arreglar papeleo, piensas, me buscaré un poco la vida.Al día siguiente empieza una auténtica odisea de emails y llamadas. Una mañana enterita. Los emails se los van reenviando entre ellos, te llegan los “leído”… nadie te contesta. Las llamadas… se lavan las manos; que llames aquí, los de aquí te dicen que llames allá, lo de allá al más allá, del más allá a los otros… Son las dos de la tarde y aún no tienes respuesta.Vuelves al día siguiente, presencialmente, con el pleno convencimiento que no te vas a mover hasta que no tengas tus temas resueltos. Y ese día tienes la grandísima suerte de encontrarte a una funcionaria que, aparte de competente, es simpática. Lo que no sabe se levanta y lo va a preguntar. Todas tus dudas quedan aclaradas, y tus temas resueltos. Y no tendríamos que dar las gracias porque la gente haga bien su trabajo, pero yo le di las gracias por no haberme hecho perder más tiempo y por haber sido tan resolutiva.